Capítulo 7: Una clase de Merlín.

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La sangre comenzó a salir por mi nariz como si realmente se me hubiese roto algo vaso. Era gracioso, no sentía ni dolor ni nada, solo veía como chorreaba por mis fosas nasales.

- Es tan extraño – reí.

- ¿No te sientes mal? - preguntó Fred, pues George tiene una cicatriz en la ceja.

- Para nada – volví a soltar otra risa.

- Esa risita no me convence, Fred – dijo George sonriendo divertido pero intrigado. Por alguna razón su cara me dio risa.

- Intenta no reír, Callie – pidió Fred.

- De acuerdo – dije y me dispuse a controlarme. Respiré profundamente, inhalando y exhalando como me había dicho Sirius, pero cuando parecía que lo estaba consiguiendo, volvía a lanzar otra risa. Para mi suerte no era un risa escandalosa y estridente, era sutil, pero me hacía sentir estúpida.

- Muy bien, supongo que nos hemos pasado con algo – dijo George anotando algo en un pergamino, supongo. Solté otra risa.

- Descuida – dijo Fred sacando de su bolsillo una pastilla morada – toma, esto cortará la sangre y las risas.

Sin farfullar tome la pastilla que Fred me entrego con un poco de dificultad ya que la risa se volvía descontrolada. Luego de tragarla, a los segundos el ataque ceso dejándome la huella de una sonrisa en los labios. Fred rió levemente al verme.

- Lo siento – dije enrojeciendo.

- No te preocupes, tienes linda risa.

Eso me sirvió para enrojecer más de lo que ya estaba. Llevaba un par de días viviendo aquí, pues ese tal Albus no aparecía aún, y solía estar la mayor parte del tiempo con los gemelos, que ya puedo reconocer, o con Sirius. Fred era quien más trataba de hacerme sentir cómoda en la casa, George solo lo acompañaba. Harry, Ron y Hermione estaban cada uno en su propia burbuja, se juntaban solamente entre ellos tres y tal vez compartían con los demás Weasley, casi no compartían palabra conmigo y no los culpaba, las veces que me hablaban no hacía más que responder en monosílabos. No lograba tomar confianza con ellos, solo podía hablar sin ponerme nerviosa con Sirius.

- ¿Para qué sirven esos dulces? - pregunté tratando de despistar mi incomodidad, mirando para otro lado. Ava estaba allí sonriendo, hace mucho no sonreía.

- Te enferman para poder saltarte las clases cuando no tienes ganas de soportar alguna – explicó el pelirrojo del lunar.

- No gravemente, claro. Solo lo suficiente para salir del salón, cuando estás afuera te comes la pastilla morada y vuelves a estar bien – continuó George.

- Es... interesante – comenté volviendo a poner la vista en los gemelos - ¿cómo lo hacen?

Fred y George compartieron una mirada cómplice seguido de una sonrisa maliciosa.

- Es un secreto nuestro, querida Callie – dijo Fred.

- Pero tal vez podríamos decirte la formula principal de todo – continuó George.

- Es sencillo, es magia.

Magia. Esta era una casa de magos y nadie podía negarlo. Usaban magia para limpiar, para cocinar, para moverse de un lugar a otro, pues Fred y George aparecían y desaparecían de todas partes, incluso usaban magia para cosas tan simples como atraer a ellos mismo una botella de esa tal cerveza de mantequilla.

- Y las venden – dije solo por decir algo.

- Así es – afirmó George.

- Pero a ti te los dejamos a gratis, linda Callie – Fred guiñó un ojo haciendo que nuevamente enrojezca. Supongo que soy muy propensa a sonrojarme y me enteraba ahora, realmente lo detestaba.

La maldición de Callie || Draco Malfoy y tu.Where stories live. Discover now