Capitulo 9: El merodeador enamorado.

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- ¿Puedo ir? - pregunté ilusionada a Sirius.

- ¿Estas segura? - dijo él. Asentí – pues, vayamos.

- Pero... dijeron que tu...

- Oh descuida, tengo un As bajo la manga – dijo guiñando un ojo. Mi estomago se contrajo.

Tomándome por sorpresa pude ver como Sirius se convertía en la misma criatura que era cuando lo conocí, un enorme perro negro que parecía un oso. Se había sentido extraño verlo así, o más bien, ver como se desfiguraba para convertirse en perro. Dio unas vueltas y salió de la sala hasta el vestíbulo donde la señora Molly esperaba a sus hijos y un cuadro parlante de la madre de Sirius gritaba insultos a todos los que pasaban.

- ¡Oh, por favor, Sirius! ¡Dumbledore dijo que no! - exclamó exasperada Molly. Tuve que disimular una risa — En serio... —dijo la señora Weasley con desesperación—. ¡Está bien, pero allá te comportas!

Tonks nos escolto hasta un anden mágico por el cual entrabas por medio de una pared. Solo habíamos ido Harry, Sirius, Molly y Tonks, esta última estaba transformada en una anciana con un sombrero que parecía carne y me explicaba todo sobre como llegar a Hogwarts haciendo que mi ansiedad por ingresar aumentara estrepitosamente. Unos instantes después, el señor Weasley apareció en el andén con Ron y Hermione. Casi habían descargado el equipaje del carrito de Moody cuando llegaron Fred, George y Ginny con Lupin. Los gemelos se acercaron a mi sonriendo.

- No nos dijiste que vendrías – dijo el de la cicatriz.

- Hubieras venido con nosotros – dijo su gemelo.

- No sabía que ya se habían ido. Lo siento – sonreí.

Puse mi vista en el tren que se encontraba frente a mi, una enorme maquina de color escarlata que llevaba a los alumnos a Hogwarts. Y fue en ese momento donde me di cuenta de donde estaba parada, de quienes estaban a mi alrededor y de cuan lindo se sentía saber que no era la única bruja anormal del mundo.

- Es una pena que no vengas con nosotros – dijo Fred pasando un brazo por mis hombros. Mi corazón dio un vuelco pero no me aleje, sabía que lo hacía para que me acostumbrara a él y de a poco lo lograría.

- No me lo recuerdes, estoy a punto de colarme – le dije con angustia.

- Podrías – dijeron al unisono haciéndome reír.

- No se nada de magia, chicos. Lo siento.

El pitido del tren retumbo en mis oídos dándome a entender que mis amigos se estaban por ir. Puse mi vista en Fred mientras George tomaba su equipaje. Fred me sonreía y sorprendiéndome a mi misma, me aferré a él en un fuerte abrazo a lo que correspondió gustosamente, incluso podía sentir como sonreía sobre mi cabeza.

- Oh, los extrañaré demasiado – dije soltándome de Fred para abrazar a George.

- Solo un mes, pequeña – dijo George conmigo en brazos.

Los muchachos tomaron su equipaje y se acercaron al tren, no sin antes invadir mi espacio para plantar un beso en mi mejilla, uno de cada lado.

— Rápido, rápido —los apremió la señora Weasley, atolondrada, abrazándolos a todos, y a Harry dos veces—. Escriban... Pórtense bien... Si han dejado algo ya se lo mandaremos... ¡Rápido, suban al tren!

El perro negro se levantó sobre las patas traseras y colocó las delanteras sobre los hombros de Harry, pero la señora Weasley empujó al muchacho hacia la puerta del tren y susurró:

—¡Te lo suplico, Sirius, haz el favor de comportarte como un perro!

- ¡Adiós, linda Callie! - exclamaron sonriendo los gemelos. La nostalgia me lleno por completo.

La maldición de Callie || Draco Malfoy y tu.Where stories live. Discover now