Capitulo uno.

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Capítulo uno.

—Joder, que sueño —hablé para mis adentros—, no quiero ir.

Me enderecé en la cama y me refregué los ojos. Aparté los pelos rebeldes de mi cara y me levanté para ir al baño. Saqué mi ropa y entibié el agua de la ducha, sí, tengo ducha en vez de tina. Y no, no es raro.

—¡Sascha, a desayunar! —gritó mi mamá.

—Ya voy —susurré malhumorada, ¿quién no lo está después de despertar?

—¡Sascha!

—¡Ya voy, dije! —terminé de colocarme mis zapatillas y bajé.

—Parece que costó despertar, eh —se burló Dante, mi querido y amoroso hermano.

—Cállate.

—Sascha, más respeto con tu hermano —espetó mi madre.

—¿Qué respeto? Esa cosa que está sentada a mi lado no merece respeto.

—Esta cosa llegó antes que tú; soy mayor, así que me debes respeto, hermanita.

No aguanté más y le di un puñetazo en el hombro, se quejó como una nenita.

—Nena. —Seguí comiendo mis cereales, mientras él me miraba con recelo.

¿Por qué todos me miran así? ¿Tan rara es una nueva estudiante? Seguí caminando por el largo pasillo; por los laterales había un centenar de casilleros blancos. Las paredes eran de un negro grisaseo, con la parte baja blanca. Eran diez casilleros y una sala, diez casilleros y una sala, y así sucesivamente.

Toda la gente estaba parada en pequeños grupos, en los casilleros, con cuadernos en las manos. Me fijé en una chica diferente, estaba totalmente sola, era como si hubiese un desierto a su alrededor. Sostenía unos libros en su pecho. Sus ojos azules estaban apagados, estaba vestida de negro, su cabello negro azabache liso le daba un aire profundo y misterioso.

Alejé mi vista, un tanto incómoda y me dirigí a la sala del director del instituto. Toqué tres veces en la puerta y escuché un pase, abrí la puerta y me encontré con un señor de unos cincuenta y pico años, su pelo era totalmente blanco y su barba, recién brotando, igual. Tenía un aire muy fresco y alegre. Me acerqué con confianza —que él me inspiraba— y me senté en la silla que estaba frente a él.

—Buenos días, señorita. ¿Qué necesita? —Me saludó con una sonrisa en el rostro, se le formaban unas patas de gallo simpáticas.

—Buenos días, señor. Necesito mi horario, soy nueva y… eso —reí.

—Oh, claro. ¿Qué curso?

—Primero de bachiller —dije resignada. Mi hermano dijo que 1° y 2° de bachillerato es lo más difícil, y no sé si creerle y asustarme, o ignorarlo y que sea lo que Dios quiera.

—Suerte, firma aquí —me tendió un papel, junto al horario. Firmé y me levanté de la silla.

—Gracias.

Salí de la oficina y recibí muchas más miradas. Las ignoré y seguí caminando, fui al salón que me tocaba; química.

Estaba cerrada la puerta, ¿ya habían tocado el timbre? Abrí la puerta y todas las miradas se fueron hacia mí —nuevamente—.

—¡Sascha! Querida, pensé que no vendrías —la voz chillona y gangosa de mi tía Beatriz resonó en mis oídos. Moví la cabeza hacia abajo como gesto de disgusto y me paré a su lado. Jamás me calló bien.

—Hola —musité frente al curso.

—Preséntate —dijo con un aire burlón.

—¿Para qué si ya dijiste mi nombre? —se escucharon risas de parte de todos, menos ella.

—No te di la confianza para que me tutees.

—En verano me dijiste que sí podía. Por cierto... Ese bikini te quedaba bien —le guiñe un ojo. Las risas resonaban en las cuatro paredes.

—A la oficina del director. Ahora.

—Bueno, tía Betty —le dije a la vieja canosa y con arrugas por todos lados. Baja y tetona.

Abrí la puerta y la cerré con un portazo. La abrí de nuevo.

—Lo siento, se me fue la puerta —sonreí burlona y cerré la puerta.

Fui a la dirección y el director me vio raro. Me senté en la silla con un permiso.

—¿Qué pasó? —acomodó unos papeles y los dejó de lado.

—Le dije a mi tía, Betty, que se veía linda y me mandó acá.

—¿Beatriz es tu tía?

—Lamentablemente.

Se escuchó que abrían la puerta, era ella. Se posicionó a mi lado y gruño suave.

—Cuénteme por qué la trajo aquí.

—Me faltó el respeto. —Hizo una mueca.

—Solo te dije que te veías linda en bikini. No es una falta de respeto, es un halago.

—Lo dijiste en frente de todo el curso.

—¿Y?

—Sascha, creo que te llamas, más respeto por favor.

—Bueno.

—Ve a tu salón.

—¿No le dirá nada, Roberto? —preguntó sorprendida.

—No me diga Roberto, ya se lo he repetido montones de veces. Ahora las dos vallan al salón. Por cierto, ¿dejaste solos a los chicos?

—¿Qué? Oh, claro que no... —Dijo restándole importancia.

—Espero.

Llegamos al salón y me tomó del brazo.

—Bien, preséntate, que todavía no lo has hecho.

—Muy bien. Hola, me llamo Sascha, se escribe Sascha y se pronuncia como lo dije; Sasha. No me gustan los apodos y espero integrarme bien al curso —forcé una sonrisa.

—Siéntate con Micaela —dijo—. Micaela, levanta la mano.

Una chica de cabello rubio. Se notaba que era natural, ojos claros. No se notaba desde el pizarrón el color de sus ojos. Tenía bonitas facciones.

Me acerqué y me senté a su lado. La saludé con la mano y me sonrió de vuelta.

—Hola.

—Hola, me llamo Micaela, aún que ya lo dijo la vieja —reí.

—Le tienes respeto, eh —solté una risa sonora.

—Lo sé, lo sé.

— ¿Micaela cuánto eres?

—Osborne. No es muy común.

—Me di cuenta. Ah, tus ojos son bonitos —sonreí. Ella sonrió de vuelta queriendo decir Gracias. Sus ojos son celestes, ahora que los veo.

—Los tuyos igual.

—Son cafés. No son lindos.

—El color caca es bonito —reímos.

Con esta chica me llevaré bien, lo sé.

Ámame antes de matarte (Lesbian) [Concurso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora