Capítulo once.

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Este capítulo contiene escenas explícitas. Si quedas "mal" es tú responsabilidad. Estas avisado :) 

Capítulo once.

Fui con Judie a clases, cuando ésta terminó, salí del salón hacia mi casillero; en el trayecto me encontré con Lucas. Lo miré con desprecio y seguí caminando pero él me detuvo cogiendo mi muñeca. Aparté mi mano con rabia.

— ¿Qué quieres? —dije fría. No me gustó para nada lo que hizo.

Estaba con una herida en el labio y un moratón morado en la mandíbula. No puedo creer que le hayan dado el alta del hospital tan rápido.

—Solo disculparme, ya sabes… el alcohol.

—Y cómo te dije, no me sirve eso —dije sonriendo cínicamente. Él sabía de qué hablaba, le dije acerca de ello cuando estaba borracho.

—De verdad lo siento, Sascha. Estoy muy arrepentido.

—Eso no lo decías cuando me tocaste los pechos como si fuesen un juguete el cual se debe apretar —dije con repugnancia.

Se quedó callado por un momento y luego prosiguió.

—Vale, lo sé. Lo lamento, pero… ¿qué dices si nos juntamos después de clases y nos conocemos más? Empezamos con el pie izquierdo.

—De hecho soy zurda, así que no me afecta mucho el levantarme con el pie izquierdo —dije sarcástica.

—Oh, por favor. Solo una vez, hoy. Y ahí ves si me ignoras por completo o somos amigos —dijo—, o algo más —murmuró bajo. Pero por supuesto lo escuché.

—Que te quede claro, no busco pareja. No me interesa andar con alguien y que interfiera en mis estudios, porque claro, voy a andar desconcentrada. Así que descarta ese “algo más” de tu lista.

Me miró por unos segundos disgustado. Se relajó suspirando y sonrió de mala gana.

—Bien, hoy después de clases, ¿vale?

—Vale —dije rodando los ojos. Di media vuelta y proseguí con mi misión inicial la cual fue interrumpida por un estúpido. Fui al casillero y guardé algunas cosas. Cuando cerré el casillero tuve el mayor susto de mi vida. Mic con una máscara de un monstruo, que ahora que lo veo, es muy falsa. Me llevé la mano al corazón, y exhalé con fuerza.

—Nunca más hagas eso, estúpida.

—Hey, no me llames así. Soy idiota, no estúpida. —Dijo al sacarse la máscara.

Al salir de clases, me junté con Lucas en el portón del instituto. Estaba apoyado en el capó de su Camaro rojo; se pasó una mano por el cabello, haciéndolo lucir, según él, “sexy”. Rodé los ojos y me acerqué a él.

—Bien, ¿a dónde vamos?

—Tú solo déjate llevar. Vamos a ir a un lugar muy bonito.

Solté un bufido silencioso y me subí de copiloto. Él se subió después de cerrarme la puerta y arrancó el auto.

—Ya dime a donde vamos —dije al ver edificios, por lo visto, abandonados. No había tráfico y ni un alma se asomaba por las calles. Me empecé a asustar.

—A mi casa —tragué saliva con un nudo en la garganta muy grande. Ya me veía saltando por la puerta del auto y corriendo por mi vida. Lo miré por unos segundos, sacó un trapo de su bolsillo y me lo colocó con fuerza en la nariz. Traté de aguantar la respiración, pero fue imposible no aspirar ese aroma tan desagradable. Caí dormida.

Desperté acostada amarrada a los tobillos y muñecas a las esquinas de una cama. Forcejeé por unos momentos las sogas, era imposible desatarse, los nudos estaban muy fuertes. Respiré con rapidez muy asustada. La habitación estaba totalmente vacía, solo había un espejo y la cama; las paredes tenían un color grisáceo con musgo, muy desgastado y el piso era de madera vieja. Las ventanas estaban cubiertas por tablas de madera y dejaban escapar algunos rayos de luz del día. La cama no tenía sábanas, salvo una manta beige, lo demás solo eran el colchón y una almohada, que por cierto era muy incómoda.

Por el espejo, ubicado en una esquina de la habitación, se veía la puerta reflejada, por la cual entró Lucas, sin camisa. Lo miré con temor. Él traía una sonrisa muy siniestra y sus ojos reflejaban maldad.

— ¿Qué me vas a hacer? —dije con la voz entrecortada, al borde de las lágrimas.

No respondió. Se bajó la cremallera del pantalón y estallé en lágrimas.

—No, por favor. No… No lo hagas… —Dije y traté de zafarme, pero era imposible.

Se acercó a mí y se posicionó arriba mío. Pataleé como pude, forcejeé y grité lo que más pude. Pero claro, por algo me había traído a una ciudad toda abandonada; nadie escucharía mis gritos. Su sonrisa no se borraba de su rostro.

— ¿Por qué lo haces? —dije llorando, al sentir que me bajaba la falda, junto a mis bragas.

—Eres más preciosa de lo que imaginaba —dijo con una voz al borde de la locura. Me veía con lujuria y deseo. Cerré los ojos para evitar verlo a la cara, me daba asco.

—No lo hag… —no me dejó terminar, me penetró con fuerza. Arqueé la espalda y grité con toda la fuerza de mi alma. Apreté mis manos en un puño y estoy segura de que dejé las uñas marcadas en mis palmas. 

Sus embestidas cada vez eran más rápidas y dolorosas. No era así como yo quería perder mi virginidad, quería que fuese con amor. No por un maldito maniaco degenerado. Mis gritos se oían por toda la habitación con un eco. Al parecer mis gritos lo excitaban más.

—Pa…para, por favor… —dije con la voz cortada. Mis fuerzas ya no daban más. Me desmayé.

Abrí los ojos. Me encontraba en la misma cama, en la misma habitación, acompañada del mismo espejo solitario en este cuarto. Estaba desatada, mis muñecas y tobillos estaban rojos por la presión de las sogas, y me encontraba desnuda por completo.

Estallé en un llanto interminable. Me coloqué en posición fetal hundiendo mi cabeza en mis rodillas. Sentía dolor y ardor en mi parte íntima.

¿Qué hice para merecer esto? Me paré a pensar un momento; el sueño… El maldito sueño, se refería a… Ese bastardo.

Mi ropa estaba tirada en un rincón. Me levanté de la cama todavía llorando. Fui a mi mochila y saqué mi móvil.

—No te llevaste mi móvil... Imbécil —murmuré.

Lo tomé en mis manos y marqué temblando el primer número que se me vino a la mente.

—Judie. Ven… Te necesito —dije. Me temblaba la boca y no podía hablar bien.

— ¿Dónde estás? ¿Estás bien, Sash?

—No, no lo estoy, para nada —dije sollozando—. Solo ven…

Le di la ubicación de la zona en la que estaba, ya que me fijé bien por donde me llevaba Lucas.

Después de unos minutos, se escuchó la voz de Judie.

— ¡Sascha! ¡Háblame! ¿Dónde estás?

—Aquí… —dije sin fuerzas. Se abrió la puerta y la vi ahí. Mi salvadora, la única que estaba ahí para ayudarme.

Yo seguía desnuda. No tenía fuerzas para vestirme ni siquiera para hablar. Ella me miró preocupada y corrió hacia mí para estrecharme en sus brazos.

—Dime quien fue el maldito que te hizo esto. —Dijo con severidad. Me acurruqué en sus brazos y respiré hondo.

—Lu…Lucas… —Dije y luego todo fue negro.

Desperté en una sala blanca, conectada a unos tubos que me transferían líquidos transparentes. Vi a Judie sentada a mi lado en una silla, con su cabeza apoyada en sus brazos, los cuales estaban en la orilla de la camilla. Sonreí débilmente y le palmé un brazo. Ella me miró de inmediato, tenía ojeras y los ojos rojos, porque seguramente ha estado llorando. Sonrió ampliamente.

—Te despertaste —dijo con ilusión—. ¿Te sientes bien?

—No mucho, pero ahora que sé que estás aquí, un poco mejor.

Ella sonrió y me abrazó torpemente. La quiero… mucho.

Ámame antes de matarte (Lesbian) [Concurso]Where stories live. Discover now