Capítulo trece.

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Capítulo trece.

—Eh… Sí lo sé.

—Entonces. ¿De qué manera te molesta?

Deja de hacer esas putas preguntas, coño.

—Pues… ¡Mira! ¡Un pajarito! —Dije cambiando de tema, pero no era broma lo del pájaro. Estaba en la ventana piando y moviendo la cabeza de un lado a otro.

—Lindo cambio de tema, ¿no? —dijo mirando al ave. Alcé mi mano y extendí un dedo; silbé en señal de que viniera. El pajarito miró mi dedo y saltó hacia un lado, voló hacia mi dedo y me miró fijamente.

—Hola, pequeñito —dije y me llevé la mano hacia el estómago; con mi otra mano lo acaricié suavemente y pio. Sonreí y silbé.

— ¿Cómo es posible? Tienes un pájaro en tu dedo…

—Es porque le inspiro confianza. Anda, tómalo tú.

Extendí mi mano con el pajarito y se lo enseñé a Judie. Ella nerviosamente puso su dedo como yo y la avecilla fue hasta su mano. Ella se sobresaltó y sonrió.

—Que… Hermoso.

—Lo sé. Ahora anda a la ventana, y déjalo ahí para que se vaya. Debe estar nervioso.

Ella me hizo caso y se levantó para dirigirse a la ventana. Dejó con cuidado al pajarito y éste voló hacia un árbol que había cerca.

—Está en un árbol con sus polluelos en un nido —dijo informándome sobre lo que hacía el pajarito.

Al decir eso, el doctor Calvo —Já, ¿captáis el chiste? Lo más gracioso es que él se apellida Calvo—, entró a la habitación, nos informó que ya me habían dado el alta y que me vistiese para poder irme. Yo le agradecí y se fue.

—Muy bien, vístete —dijo Judie.

—Sale de la habitación para poder vestirme.

— ¿Qué tiene que te vea? Si ya te vestí hace ocho horas.

Maldije en voz baja y me enderecé. Le indiqué que me trajera el uniforme, ya que era lo único que tenía y me quité la bata sin pudor alguno. Me coloqué el sujetador y luego la blusa. Bajo las tapas me coloqué las bragas y luego la falda. En todo el transcurso de cuando me vestía, yo miraba hacia otro lado avergonzada y sentía la mirada de ella.

—Ya acabé.

—Bien, ahora podemos irnos a mi casa —dijo sonriendo.

— ¿Qué?

—Le dije a tu mamá que te quedarías a dormir a mi casa… No puedes llegar a tu casa en medio de la noche y que probablemente te descubra. Va a pensar que te escapaste de mi casa y no me va a tener confianza… Ah-ah. Te quedas en mi casa como yo lo hice la otra noche.

—Bueno —dije alargando a “e”.

—Bien, vámonos.

Como no teníamos dinero ninguna de las dos, no podíamos hacer parar un taxi, así que nos tuvimos que ir a su casa caminando; y hacía un frío que te cagas.

— ¿Quieres que te dé mi chaqueta?

¿Ahora eres el hombre de la relación? Joder, te vas a cagar de frío. —Eso quise decir, pero no podía—.

—No gracias, te vas a morir de frío.

—No me interesa, mientras tú estés bien, yo también.

—Joder, deja de decir esas cosas —dije y me abracé a mí misma. Volteé la mirada hacia otro lado para evitar que me viese lo sonrojada que estaba.

— ¿Qué cosas?

—Como si fuésemos pareja, me dices cosas tan… tiernas y… ¡Me confundes, coño!

Me abrazó por el cuello con una mano y me atrajo hacia ella.

—Tú eres la que lo toma así, solo soy amable —dijo en mi oído.

—Lo que tú haces no es ser amable. Tú eres la que me obliga a tomarlo así. Solo dime una cosa, por favor.

— ¿Qué?

Me zafé de su agarre y me puse delante de ella. Era un poco cómico como trataba de parecer seria, si era como un hobbit al lado de ella.

— ¿Qué sientes por mí?

Wow, ahora tú eres la directa, eh. Nunca pensé que harías eso, Sascha.

Claro que sabías, eres mi mente, linda.

Ah, aprendiste a llamarnos bien.

— ¿Qué? —Dijo sin quitar la cara de asombro que tenía.

—Dije que qué es lo que sientes por mí.

—Amor.

Quedé paralizada. No podía mover ningún músculo de mi cuerpo. A ver, yo me había buscado esa respuesta, pero no estaba mental ni moralmente preparada para esa respuesta. Tragué saliva y sentí como mi corazón palpitaba fuertemente encerrado en mis costillas.

No sabía que responder. Ella me acarició la mejilla, que estaba roja, y sonrió. Se agachó a mi altura y rozó nuestros labios. Yo no sabía qué hacer, solo cerré los ojos por instinto y me puse de puntas para juntar nuestros labios.

No sabría describir lo que sentí en ese momento. Era algo totalmente nuevo para mí, besar a una chica, pero no me importaba. Las calles estaban vacías y era invierno, por lo tanto, nadie estaría afuera, y menos a las dos de la madrugada.

Mis brazos pasaron por su cuello abrazándola y ella llevó sus manos a mi espalda baja abrazándome. Nuestros labios se movían por inercia y sentía como nuestros corazones palpitaban, de una manera en la que daba a entender que querían salir de nuestros pechos y juntarse el uno con el otro. Al separarnos sonreí y hundí mi cabeza en su pecho y ella depositó su cabeza en mi cuello, causándome escalofríos.

—Yo también siento eso —dije en la seguridad de sus brazos. Sentí como ella sonreía en mi cuello y se separó de mí.

—Es mejor llegar pronto o nos pegaremos un resfriado.

Yo asentí y me coloqué a su lado para empezar a caminar. Ella me pasó su chaqueta negra (Que raro que sea negra, ¿no?) y yo me sonrojé. La empujé con mi brazo y ella me miró divertida; hizo lo mismo y yo me reí.

—Hey, no me empujes —dije con el ceño fruncido, pero con una sonrisa.

— ¿Qué me harás? ¿Denunciarme? ¡Oh, Dios! ¡Salvadme, me denunciarán!

—Qué gilipollas —dije divertida.

—Tú gilipollas —corrigió en mi oído. Me recorrió una descarga eléctrica por toda mi espina dorsal y bajé la mirada.

—Claro, solo mía —dije con ironía.

Ella hizo un sonido de afirmación con la garganta y rio.

— ¿Tienes una cama para que duerma, verdad? —Dije levantando una ceja.

—Dormiremos juntas, dah.

Me puse roja de una forma que no era normal. Claro, ya habíamos dormido juntas, pero no sabíamos nuestros sentimientos en ese entonces, y esta vez sería diferente.

—Joder, lo único que haces es seducirme.

Ella soltó una carcajada; de todas formas era verdad.

Ámame antes de matarte (Lesbian) [Concurso]Where stories live. Discover now