Capítulo doce.

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Capítulo doce.

Se separó de mí sonriendo y una lágrima solitaria calló por su mejilla.

—Oh vamos, no te pongas dramática. Estoy bien —dije con una sonrisa sincera.

— ¿Qué no me ponga dramática? Estuviste cerca de ocho horas dormida —abrí los ojos de par en par. ¿Ocho horas?

—No soy un perro, ni mucho menos perra… pero guau.

Ella rio y suspiró.

—Gracias a Dios te despertaste, me tenías muy preocupada.

—Oh, vamos. Ya desperté y todo está bien ahora.

—No todo —dijo con frialdad, solo que no era dirigida a mí, y yo sabía perfectamente a quién era dirigida.

En ese momento, entró un señor bajo, sin pelos en la cabeza y con una tableta donde traía documentos. Yo me reí por lo bajo al ver su cabeza calva… Vale, lo siento.

—Señorita Lean, ¿cómo se siente?

—Mucho mejor, gracias.

—Bien, le vengo a dar los exámenes de la causa de su desmayo —asentí y le indiqué con la mano que prosiguiera—. Bien, solo fue una baja de presión por, seguramente, los sucesos que pasó, evidentemente. Por el estado que tenía, fue violada. Lo siento mucho…

—No hace falta que me lo repita, doc. Sé que me violaron, un ser muy despreciable al cual odio con toda mi alma, por lo que me hizo. Solo quiero saber una cosa.

—Dígame.

—Este… ¿No tengo sida o alguna enfermedad de transmisión sexual, verdad? —él negó con la cabeza y exhalé con fuerza.

—No, tuviste suerte de que ese… violador no tuviese ninguna enfermedad.

—Gracias, pero… ¿cuándo le darán el alta? —Dijo Judie tomando mi mano con discreción. Me sonrojé por su acto y miré hacia otro lado.

—Es muy probable que en unas horas le den el alta. Solo hay que ver algunos papeleos y las dejaré libres para que hagan lo que quieran —dijo con cierto tono de picardía. Lo miré con los ojos abiertos y luego miré a Judie, quien estaba sonriendo burlesca; aseguro que yo era un tomate en ese momento.

—Ehm, bueno. Gracias, doc.

—De nada, las dejo solas —dijo y salió de la habitación. Exhalé con fuerza y cerré los ojos.

Detuve un momento el tiempo y pensé: ¿No que yo estaba desnuda? Oh, Dios. No me digáis que Judie me trajo desnuda hacia acá, o… Ay, Virgen María madre de Jesucristo concebido por el Espíritu Santo.

Lo sé, muy religiosa, ¿no?

—Judie… Yo estaba desnuda, ¿verdad? ¿Cómo… me trajiste acá?

—Ay, descuida, te vestí yo.

Me atraganté con mi propia saliva y empecé a toser como desquiciada, mientras ella reía. No puede ser… Me vio desnuda… y me vistió. Me puso el sujetador y las bragas… ¡AY JODER!

—No… no, no y no, joder. No puede ser —me llevé las manos a la cara para que no viera lo rojísima que estaba.

— ¿Qué pasa? Las dos tenemos lo mismo, no te sientas avergonzada. De seguro tu mamá también te vistió y te vio desnuda.

— ¡Pero era mi mamá! Y estaba pequeña, coño. Ahora estoy grande, y fuiste tú.

— ¿Qué tiene? ¿Acaso te avergüenza que yo lo haya hecho? —Dijo dándole énfasis al “yo”.

No respondí. No podía responder a esa pregunta, es muy vergonzosa y comprometedora. Ella lanzó una carcajada y colocó su mano en mi estómago; empezó a subir la mano y yo pegué un respingo.

— ¿Qué cojones haces? —dije destapándome la cara y viendo su mano que subía lentamente cada vez más.

— ¿Lo que estoy haciendo te pone nerviosa? —Dijo con un tono de voz que no puedo describir. Llegó a la parte baja de mis pechos y solté sin querer un gemido. Me regañé mil veces a mí misma.

Ella sonrió y sacó su mano. Suspiré y miré hacia otro lado evitando mirarla.

— ¿Por qué no me miras?

—No puedo después de lo que acabas de hacer.

—Sabes muy bien, que si lo hubiese hecho Micaela o cualquier otra persona, no hubieras soltado ese gemido.

Tenía razón. Lo hice porque… Sabía que era ella quien lo hacía. La miré a los ojos y solté:

— ¿Qué es lo que siento?

—Dímelo tú.

— ¿Qué cojones es lo que siento cuando estoy a tu lado? Cuando estoy contigo, cuando hablamos, cuando nos reímos… Cuando me visitas por las noches y me ayudas a dormir… ¿Qué mierda es lo que siento… aquí? —Dije señalando mi corazón.

—Lo repetiré de nuevo. Dímelo tú; tú eres la única que lo sabe. Y sé que lo sabes, muy en el fondo de tu mente, sabes muy bien qué es lo que sientes, y qué es lo que yo siento.

Me quedé boquiabierta. Sin ninguna expresión en el rostro. No sabía que decir.

—No… No sé qué decir.

—No digas nada, y saca tus propias conclusiones.

—Bueno… Judie, si quieres te vas… Debes tener sueño, ya deben ser como las una de la mañana y… ¡Oh, joder! Mi mamá no sabe que estoy aquí... Me va a matar, coño.

—No te preocupes de nada. Me quedo aquí acompañándote y ya llamé a tu madre: te quedarás a dormir conmigo en mi casa —dijo sonriendo.

Mente sana, mente sexy… —Canturreo mi conciencia.

Cállate, gilipollas.

Te dijiste a ti misma gilipollas. Éxito, Sash —La última palabra la dijo con burla. Cómo odio a mi conciencia, joder.

— ¿Sash? ¿Estás ahí? —dijo moviendo su mano enfrente de mis ojos. Maldije en mi interior por el “Sash”.

Sash… Sash… Sash…

Cállate, mierda.

—Eh, sí. Solo me desconcentré, eso es todo. Hey, una pregunta. ¿Por qué me dices Sash?

—Porque creo que te viene bien y suena bonito en ti —dijo jugando con sus dedos—. Además se me ocurrió de improvisto y creo que fue una gran creación. —Dijo, ella rio y yo la acompañé en sus risas.

— ¡Alabad a la gran creadora de apodos!

—Alabadme, esclavos míos —dijo y estallamos en risas—. Joder, me divierto mucho contigo.

Señorita directa, eh. ¿Te gustan las directas?

Oh, joder. Que te calles, coño.

—Lo mismo digo. ¿Sabes?... ¿No te pasa que discutes con tu mente?

—Miles de veces. Es un coñazo.

—Lo sé. Lo único que hace es molestarme contigo —dije y me tapé la boca con la mano. Joder… No debí haber dicho eso. Joder, joder, joder.

— ¿Cómo dijiste? —Dijo sonriendo.

—Nada, déjalo.

— ¿Te molesta conmigo? ¿Sabías que tu mente eres tú, verdad?

Matadme. Colchón de camilla de hospital, trágame. ¡Dios, llévame a los cielos contigo y déjame huir de esta conversación, joder!

Y ahora es cuando te pones roja y no sabes qué coño decir, ¿verdad?

Ámame antes de matarte (Lesbian) [Concurso]Where stories live. Discover now