Capítulo ocho.

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Capítulo ocho.

Terminé de ponerme la ropa y fui al baño a arreglar mi cabello. ¿Sabéis? Es raro que mi mamá me haya dejado ir a una fiesta un lunes en la noche. En fin. Me hice una media coleta y una trenza francesa en ella, el resto de cabello lo dejé intacto, con mis rulos naturales. Me puse un poco de máscara para pestañas y delineé mi ojo, lavé mis dientes y pinté mis labios con un brillo hidratante.

Me arreglé por última vez y sentí que tocaban el timbre. Mi corazón dio un vuelco y me puse nerviosa, jamás le dije a Judie que me viniera a buscar…

Bajé temerosa y mi mamá estaba hablando animadamente con Judie. Se veía linda, de negro como siempre. Traía una blusa de tirantes y vuelos, unos vaqueros negros desgastados y unas converse, su cabello estaba recogido de un lado, cosa muy extraña ya que siempre anda tapándose la cara. Al verme una sonrisa iluminó su rostro, sonreí de vuelta y me acerqué.

—Hola, Sash.

—Hola. Mamá, ya la conociste, pero da igual, ella es Judie, una compañera —sonreí.

—Sí, ya me dijo todo eso —rio tapándose la boca con la mano y prosiguió—, cuídense muchísimo, y Sascha, no bebas.

—Tranquila, mamá. —La entiendo, a los catorce había tenido una serie de problemas con el alcohol, pero ya pasó, le juré que jamás tomaría más de la cuenta.

— ¿Nos vamos?

—Sí. Adiós, mamá —dije y ella se despidió con la mano. Salimos de la casa y empezamos a caminar.

—Te ves linda —me dijo de la nada. Miré mi atuendo; una blusa negra abrochada hasta el cuello con un collar de infinito que me regaló mi mamá, una falda blanca hasta la mitad del muslo suelta y unos tacones bajos a juego con la blusa. Sonreí.

—No te quedas atrás —respondí sin pensar, salió de la nada ese comentario. Vi cómo se sonrojaba un poco y agachaba la cabeza. Sonreí al ver que se había avergonzado—. Supongo que sabes donde es la fiesta, ¿no?

—Hm… —pensó, por un momento abrí la boca y luego rio—. Claro que sé. Tu solo sígueme.

Después de unos 6 minutos caminando por calles y pasajes, llegamos a una casa gigante, con un estilo medio extraño y blanca, iluminada por muchas luces por fuera en el jardín y la música sonaba por toda la cuadra. Caminamos hasta la entrada, había un guardia. Preguntó si éramos del instituto Boran School, asentimos y pasamos nuestros pases de estudiantes. Nos dejó pasar, la casa era un desastre. Llena de estudiantes que no conocía, muchos borrachos y algunos bailando al son de la música, muy pegados.

—Esto es un desastre, ¿no crees? —le grité a Judie para que escuchase sobre la música que resonaba en las paredes. Ella asintió frenéticamente y me tomó del brazo.

—Vamos al bar y tomemos algo.

—No bebo.

—Hay coca-cola, no creas que es solo alcohol —asentí y fuimos al bar. Le pedimos al barman un refresco de piña para mí y una coca-cola para ella. Brindamos divertidas y reímos.

— ¿Bailemos? —Pregunté gritando para que me escuchara. Ella me tomó de la muñeca en señal de afirmación y nos acercamos al salón donde todos bailaban. El olor a sudor y alcohol mezclados me mareaba, pero hace un momento había llegado y no me iría.

Empecé a bailar medio extraño y ella rio, me siguió con los pasos raros y nos convertimos en unas locas bailando electrónica. Creo que nunca lo había mencionado, ella es muy alta comparada conmigo, que soy una pulga con 1,65 metros. Ella debe medir… como 1,73 más o menos. Comparad eso, son 8 centímetros de diferencia (sí, sé restar). 

Empezó una canción lenta. Me miró sonriendo.

— ¿Bailamos esta o paramos? —dijo, negué con la cabeza y la abracé por el cuello. Se estremeció por mi acto, se relajó unos segundos después y me tomó por la cintura. Sonreí y apoyé mi cabeza en su hombro, de puntitas. No me iba a apoyar en sus pechos, que vergonzoso—. Debe ser incómodo que estés de puntitas, apóyate más abajo —susurró en mi oreja. Me dio un escalofrío y le hice caso. No tenía tan grandes los pechos, eran normales para su edad.

Estuvimos así por varios minutos, ya había pasado hace rato la canción lenta, pero nosotras seguíamos con lo nuestro. Nadie se fijaría en nosotras, hay por lo menos unas 500 personas en la casa/mansión, y no iban a pararse a mirar específicamente hacia nosotras.

Después de unos segundos se separó de mí y me dijo que iba al baño. Yo asentí y le dije que estaría en el bar. Fui hacia allá y me senté. Le pedí al barman una cerveza, no tomaría mucho. La bebí y se acercó un chico que me parecía conocido. Era Lucas.

— ¡Hola, primor! —dijo. Además estaba borracho. Negué con la cabeza y volví a mis asuntos, con mi amada y rica cerveza—. ¡Hey! No me ignores, amor. ¿Qué dices si nos vamos a las habitaciones de arriba? ¡Hay muchas!

Alcé una ceja y contesté:

—No soy tan fácil, y menos con un poco hombre, que aprovecha la situación cuando está borracho. Después me dirás: “no sabíamos lo que hacíamos, fue el efecto del alcohol”, eso no me sirve a mí. Así que vete por donde viniste y anda a cazar a otra más fácil.

—Amor, por favor. Estás que ardes, con esa faldita, ¡uf! —No le hice caso y bebí de mi cerveza—. Por favor… —Se acercó y me tomó con fuerza desde la cintura, apretándome contra su erección, reprimí mis ganas de vomitar y lo empujé fuertemente hacia atrás. Me di la media vuelta y empecé a caminar hacia otro lado. Sentí que me tomó por debajo de las axilas y me apretó los pechos como si fuesen un juguete. Chillé enojada, me di vuelta para mandarle una patada en su entrepierna. Llegó Judie y lo empujó hacia atrás antes de que yo le pegara en sus aposentos.

Lo tomó por los hombros, lo agachó y le pegó con la rodilla en su estómago. No sé cuánto habrá dolido, pero por la cara de Lucas, debió haber sido muy fuerte el golpe. Le dio un puñetazo en la mandíbula y Lucas se tambaleó hacia atrás, atontado. Judie dio una patada karateka y le dio justo en el pecho. Él cayó fuertemente al piso. Estaba sangrando por la boca.

Gran parte de la gente que se encontraba cerca, formó un círculo alrededor de la pelea. Lo que más me sorprendió fue lo que le dijo al oído cuando lo golpeaba con la rodilla. «No te atrevas a tocarla nunca más, es mía, imbécil».

Fruncí el ceño. La trato bien, bailo con ella y en solo una noche, ¿ya soy de su propiedad? Oh, claro que no. Me acerqué a ella, estaba agitada y con los puños cerrados. Parece que tiene un problema de autocontrol.

La tomé de la muñeca y la saqué de ahí. La llevé a un lugar más alejado del inmenso jardín. Me posicioné en frente de ella.

— ¿Cómo que soy tuya? —alcé una ceja, enojada.

—Era para asustarlo, para que no se atreviera a acercarte más a ti.

—No tienes porqué ser tan celosa, no soy tuya, no somos nada como para que andes diciendo que soy de tu propiedad —le escupí las palabras. Me cabrea mucho que digan “eres mía”, “eres de mi propiedad”, etc. Suena muy posesivo y machista, en este caso como es mujer no le puedo decir así.

—No son celos… Es que, ¡te tocó los pechos! Me cabrea, joder —se tomó la cabeza entre las manos y bufó.

—Lo sé, Judie. Pero es que no te tienes que poner así, entiendo que me quisiste defender, pero coño, ¿no escuchas las sirenas? ¡Lo mandaste al hospital, joder! —Me restregué los ojos con frustración.

Esperaba que me dijese algo, pero en lugar de eso, recibí un abrazo. Suspiré e inhalé su aroma, olía a un perfume no-dulce, era exquisito. Le correspondí el abrazo y me escondí bajo sus pechos.

—Lo siento.

—Vale, pero no vuelvas a golpear a nadie así jamás. No creía que tuvieses tanta fuerza.

Ella rio y sentí como asentía por encima de mi cabeza.

Me gusta pasar tiempo con ella, no entiendo por qué la llaman loca, si con lo poco que he pasado con ella (sin contar las dos veces en que casi me mata) ha actuado totalmente cuerda.

Gñe, me importa mi opinión, no la de los demás.

Ámame antes de matarte (Lesbian) [Concurso]Where stories live. Discover now