Capítulo tres.

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Capítulo tres.

—Muchísimas gracias por traerme, señor. —abrí la puerta del auto y salí. Me despedí con la mano por la ventanilla. El auto arrancó y se perdió en el horizonte.

Abrí la puerta con mis llaves y entré, cerré la puerta detrás de mí. Guardé mis llaves en el bolsillo de mi pantalón y procedí a ir hacia mi habitación. Tiré el bolso al lado de mi cama y me tiré en ella.

Escuché unos pasos acercarse a mi habitación. Me enderecé en la cama confundida y se abrió la puerta. Ahí estaba mi mamá, mirando por un hueco en la puerta, reí y le dije que pasara.

—Hola Sascha.

—Hola mami, ¿a qué hora llegaste?

—Como a las seis de la tarde, tú no estabas, ¿dónde fuiste?

—Fui a la peluquería, quería retocarme las puntas de mi cabello, es que están dañadas. ¿Te preocupé?

—Un poco, bastante, diría yo —soltó una pequeña risa—. ¿Cómo estuvo tu día?

—Bastante extraño… —comencé a contarle como fue mi primer día de clases, sin contar a Judie, que si le decía algo, se preocuparía. A menos que la describiese como una chica normal, y no me sale esa descripción, aparte de que trató de matarme.

—Estuvo normal, ¿algún día invitarás a Micaela a casa?

—Claro, para presentártela y todo eso. Hm, mamá, ¿dónde está Dante? No escucho su detestable batería.

—Fue a dar una prueba a una banda, o algo así.

—Ojalá que lo admitan, que gane su propio dinero y se vaya. Ya está bastante grandecito como para vivir solo, me tiene aburrida.

—Ay, Sascha, no hables así de tu hermano, seguro que cuando se vaya lo extrañarás mucho.

—Lo dudo. —rodeé los ojos.

—Ajá, vale —rio y me dio un beso en la frente—. Voy a preparar la cena, ¿está bien?

—Okey mamá. —sonreí y le tiré un beso.

A decir verdad, a mi edad, muy pocas chicas hablan así con sus madres, les cuentan sus días y demás. Yo soy lo contrario, desde pequeña hemos tenido esa confianza tan madre e hija, que nos contamos casi todo. Me río mucho con ella, es mi confidente y es la persona en la que más confío en este mundo.

Me levanté de la cama y fui a mi baño. Me miré en el espejo y noté algo muy peculiar… Una marca en el cuello. Judie.

Nunca pensé que fuese tan fuerte esa chica, como para dejarme marcadas las uñas en ambos lados de mi cuello. Me toqué y sentí un pequeño ardor. Era en plan marcas de vampiro, pero con uñas clavadas en vez de colmillos.

Comencé a recordar todo. Ella… estaba tan cerca, que parecía como si fuese a besarme… Noté un leve sonrojo de mi parte, al recordar eso. ¿Qué? Me sonrojé al pensar en que me iba a… ¡No! Sascha, por Dios, eres una chica, y ella también, es técnicamente inmoral.

Tampoco soy homofóbica, pero es que… No. Solo diré —o pensaré— que no.

Abrí el grifo y me lave la cara, el agua fría sienta bien en estos casos. Restregué mis ojos y me miré en el espejo. Vi a una chica detrás de mí y desapareció al instante. Me giré violentamente hacia atrás y no había nadie. Desapareció en un parpadeo. Con el corazón en la garganta, casi vomitándolo, salí del baño. Me niego a ver nuevamente en ese espejo.

Para despejar mi mente, salí de la habitación y me dirigí a la cocina. Moría de hambre.

—Mamá, ¿qué hay de comer? Tengo hambre.

—La cena no está lista. Come Budín de Pasas, eso te quitará el hambre por ahora.

—Bien. —saqué el budín de la despensa y corté un pedazo. Lo coloqué en un plato, guardé el paquete y me dirigí a la habitación.

Me senté como indio en mi cama y abrí mi Notebook. Dejé el budín al lado, mientras comía un trocito que saqué. Revisé mi Facebook, tenía una solicitud de amistad. “Judie Rowling quiere ser tu amigo”, me atraganté con el budín, comencé a toser exageradamente, con una mano empuñada en el pecho.

Mi mamá apareció al instante en la habitación y ya me estaba dando “palmaditas” en la espalda, mientras colocaba mis dos piernas colgando por el borde de la cama. Ya cuando me recuperé, la miré medio sonriendo con lágrimas en los ojos.

—Gracias. —me limpié las lágrimas. ¿A quién no le sale lágrimas si se atraganta?

—Casi te me mueres, niña. ¿Qué pasó que te atragantaste?

—No nada, es que tragué sin masticar… —me miró moviendo su cabeza de un lado a otro con los ojos cerrados y frunciendo la boca.

—Ahora sabes que tienes que masticar bien, no puede ser que tengas 16 años y no sepas comer.

—Ay, mamá, si sé comer. Déjame. —hice un puchero.

—Hm, ya. Voy a seguir preparando la cena, ¿está bien? —asentí con la cabeza y se fue.

Me incorporé en la cama como indio nuevamente. Volví a ver la pantalla de mi Notebook. ¿Cómo supo mi Facebook? Es una jodida psicópata. Le di en “Preguntar más tarde” y cerré el aparato.

Comí otro trozo de budín y lo que restaba lo dejé en la repisa de al lado de mi cama. Me recosté y coloqué mis dos manos juntas debajo de mi cabeza. Cerré los ojos lentamente, ya cuando iba a entrar en el mundo de los sueños, escuché el grito de mi mamá.

—¡A cenar, Sascha!

Joder…

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Me levanté perezosamente de la cama. Restregué mis ojos con las mangas de mi pijama y me dirigí al baño. Pasé del espejo y proseguí a quitarme la ropa.

Que rico es sentir el agua tibia recorrer cada parte de tu cuerpo desnudo. Ya cuando terminé, rodeé mi cuerpo con una toalla y lo mismo en el cabello.

Me coloqué mi ropa; una camisa de tirantes, arriba una sudadera blanca de Forever21, unos jeans negros y unas Converse blancas.

Ahora, tengo que peinarme, y no sé cómo hacerlo sin mirarme en el espejo. ¡A ciegas se ha dicho!

Ámame antes de matarte (Lesbian) [Concurso]Where stories live. Discover now