Toqueteos

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Aprende a afrontar tus miedos.

Dedicado a: @miriamrodrguez427 para ti.



—¿Cómo sigues? —pregunté entrando a la habitación de Sofía. Lo cierto es que no se veía nada bien, sus ojitos estaban algo llorosos, tenía grandes manchas oscuras debajo de ellos y su cuerpo, su pequeño cuerpecito yacía postrado en aquella cama de sábanas blancas que y azules. Permanecía con la vista en el tv viendo la película de. Los padrinos mágicos.

— Es..estoy b....bien —respondió con su voz pastosa y dificultosa.

Me encontraba en ese preciso instante donde si en este momento me preguntaran como estaba mi respuesta sería; pésima. En todos los sentidos. No sabía qué hacer para ayudarla, aunque sabía muy bien lo que era estar postrado en una cama sin poder moverse para ningún lado. Digo, no es como si alguna vez había estado enferma, es decir, no había tenido una enfermedad. Pero si había estado semanas sin poder moverme gracias a una paliza que un gran primo me regaló de cumpleaños, mi grandioso pariente Mario. De tan solo pensarlo me daban escalofríos.

— Me alegro de que estés bien fue lo que respondí antes de salir. No podía estar más tiempo ahí, mirando como el tiempo se llevaba su sonrisa.

No era justo.

No, no creía en la justicia. Apostaría que lo más grande que había hecho esa pequeña había sido un berrinche a su madre por una tontería, o coger algo sin permiso de su padre. Robar un poco de azúcar de la nevera o chismear con alguna compañera, la vida no estaba siendo nada justa con ella.

— Ella estará bien —me estremecí al sentir una mano en mi hombro acompañada de una voz escalofriante en mis oídos. Una voz que ya la conocía o la había escuchado antes, pero no recordaba de dónde. Con el cuerpo entumecido de lo que parecía ser miedo, me giré encontrándome a, Marcel. Ese hombre de mirada penetrante que te generaba desconfianza con tan solo mirarlo. Tenía plan de no confiar en nadie, después de lo que había pasado ni siquiera en la familia podía estar segura, pero esa mirada, esa mirada era acusadora y escalofriante. Me daba pánico.

— Si, lo sé, ella es fuerte y sé que saldrá de esta —correspondí su saludo por mera cortesía mirándolo con desconfianza. El tipo me ponía a temblar con tan solo una mirada, y no de la forma en la que se imaginan, temblaba de miedo.

Observé como pasó su lengua por sus labios resecos despacio, queriendo mostrarme algo que comprendí enseguida. "deseo"

Debo salir de aquí —susurró mi subconsciente en mis oídos.

Sin poder creerlo vi la mano de Dios obrar en mi vida, lo supe en cuanto vislumbre a Moisés desde lejos y sin perder tiempo lo llamé con la mirada para que viniera a rescatarme. Y amaba tanto la conexión que tenía con los chicos que sonreí enseguida él se acercó a nosotros saludando al joven Marcel y llevándome con el sin esperar respuestas.

— Gracias por salvarme, no imaginas lo desesperada que estaba por irme de ahí. No me da confianza ese tipo.

— Sé cuánto no soportas estar con otro hombre que no seamos nosotros, así que no tienes porqué agradecer, además por ti haría lo que fuera pequeña. — removió su cabello como a una nena. — Eso sí, tienes que aprender a defenderte de tipos como esos, no siempre encontrarás a alguien que te eche una mano. —se despidió dejando un beso en mi frente.

Asentí entendiendo que debía hacer algo por mí misma por una vez en la vida.

Llamé al chófer para que me llevara a casa, ya no quería estar más en ese lugar, quería descansar y pensar con tranquilidad. Con la secretaria le dije a Smith que me iría a casa, aunque él no sabía que había llegado, pero para que estuviera pendiente y no se preocupara.

— ¿Está segura de que no quieres nada de comer? —volvió a preguntar la señora por tercera vez en el día, ya no encontraba como decirle que no sin hacerla sentir mal.

— Si Martha, ya le dije que compré algo en el camino. —repetí por última vez, no entendía su obsesión con que comiera algo, pues si ya había comido no iba a forzarme. Aunque la entendía, se me notaba bastante delgada y fea.

Pasé todo el día y parte de la tarde en mi habitación leyendo un libro, fue tanto lo que leí que no me di cuenta en el momento en que Rafa llegó a la casa. Bajando a tomar un poco de agua me lo encontré en el comedor comiendo algo que, de seguro, Martha le había preparado.

Me encontraba aquí, en la cocina con el hombre de la casa, con quien me había salvado y dado morada. Estaba ahí sentado en el comedor comiendo despreocupado, con la camisa desabrochada y la mirada perdida en algún punto del lugar mientras yo lo miraba parada en la puerta esperando que el hiciera cualquier movimiento.

Se veía cansado y estresado, sabía que tenía mucho trabajo y había veces que debía dormir fuera, pero estaba lindo. Suspiré acostando mi cuerpo contra la puerta mirando aquel hombre divino, que lo tenía todo y más de lo que podía imaginar, pero sin una chica en su vida.
— Sácate esa idea de la cabeza me dije a mi misma, ni en un millón de siglos alguien como él estaría con alguien impura como yo.

Grité ligera cuando escuché su voz delante de mí, equilibrando mi cuerpo para no irme de bruces contra el piso de la cocina.

— ¿Cansada de admirarme? —me encaró levantando una ceja picaron. Mis mejillas como normalmente pasaba cuando me sentía en una situación así, tomaron un ligero color rojizo. Sin duda se había dado cuenta de que lo estaba espiando. Tenía la certeza de que lo sabía mucho antes de llegar a mí.

— No te estaba mirando, solo he venido por un vaso de agua y no quería interrumpir tu comida, que por la cara que tenías debe haber estado deliciosa. —culminé mi excusa esperando que me creyera.

— ¡Oh sí! estaba muy deliciosa —sonrió picando uno de sus ojos — Pero no tanto como tus labios, sin duda.

¡Oh, Dios! De pronto hacía mucho calor.

— Me iré a dormir, ya es muy tarde.

— Claro que no, no te iras de aquí hasta que yo haya terminado contigo.

Se acercó despacio con la intención de besarme, pero no lo hizo, se quedó ahí cerquita. Su respiración compacta con la mía.

— Se que quieres así que hazlo —me animó.

Nerviosa de hacer una tontería me lancé y tomé la iniciativa. Pegué mis labios con los de él en un beso urgido, feroz y hambriento. El beso no había sido como los demás, no era apasionado, era feroz.

No estaba nerviosa. Sentía algo raro en mi vientre, la sensación crecía y bajaba hasta mis piernas. Quería algo más, de pronto necesitaba que besara todo mi cuerpo, hasta la punta de mis pies.

— No creo poder contenerme —murmuró cargando mis piernas que y enrollándolas en su cintura. Sin cuidado me sentó en la mesa y besó mis labios feroces, bajando por mi cuello y llegando hasta mis pechos. Bajó los tirantes de mi blusa y besó mis senos por encima del bra, sin bajarlo.

Quitó el diminuto short de tela que usaba para estar en casa y pasó sus dedos por mi vagina que no dejaba de palpitar. Todo se sentía extrañamente bien, no había miedo, solo un profundo deseo de sentirlo dentro de mí, lo reclamaba con vehemencia.

— Estás muy mojada nena —dejó un rastro de Saliba entre medio de mis piernas. Él va y ven de nuestra respiración era tan fuerte que apenas logramos escuchar los pasos de la doña que siempre dañaba los momentos.

Corrimos escaleras arriba riendo como niños que jugaban a las escondidas.



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Gracias por leer. ❤️

Recordando que pueden pasar a leer las demás historias, están en mi perfil. Génesis J. Herrera en Instagram y Facebook.













Dr. SmithWhere stories live. Discover now