La verdad detrás del dolor ll

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Le lancé un último vistazo a Mario que no había dejado de moverse en todo el tiempo. Seguía susurrando cosas que ya eran imperceptibles a mis oídos. Sabía por la poca experiencia que manejaba con el tema, que él estaba semi inconciente. Su cuerpo estaba ahí, tirado en el piso frío de aquella habitación de colores, pero su mente estaba en otro lugar, no estaba aquí.

Por más de una vez me tenté a salir y buscar algo que pudiera matarlo, el pensamiento pasó de mí por más de una vez, pero no lo hice. Simplemente no podía con lo que acababa de descubrir, al contrario. Quería ayudarlo.

Revisé sus bolsillos de una manera apresurada, antes de que el despertara de ese sueño mental y encontré su móvil. Sentía asco al tocar su cuerpo, ya había confirmado que todo fue producto de una venganza, que mi padre cometió un error y el buscaba la forma de sentirse "bien" haciendo lo mismo conmigo; pero aun así no podía siquiera mirarlo a los ojos sin sentir que debía matarlo, que debía cortar sus partes una por una y dejarlo desangrar hasta que la muerte llegará por él, tan lenta como fuera posible. — Tomé el móvil con manos aún temblorosas y viendo que no hubiera nadie más por los pasillos, marqué el número que ya me sabía de memoria.

Sonó varias veces, pero nadie lo tomó, Smith no estaba pendiente al celular y de pronto me pregunté que estaría pensando sobre mí ¿Pensaría que lo ha abandonado? ¿Quizás que me fui con alguien más? La noche anterior luego de hacer el amor de la manera más dulce posible, me había pedido matrimonio. No le llegué a decir nada, no sabía que decir. Era consciente de que, ya estando juntos, un día nos teníamos que casar, pero no sabía que decir en esos momentos.

— Está bien si no quieres ahora, será después cuando te sientas más segura
—había besado mi frente después de hablarme en un tono decepcionado, luego fue al baño y en la espera para conversar, ya me había dormido. Sí quería casarme con él, no llegué a decirle nada.

Volví a marcar y esperé unos minutos al escuchar su voz, era la mejor sinfonía que mis oídos pudieran escuchar.

— ¿Hola? — habló con la voz ronca, se le escuchaba cansado — ¿Quién, han sabido algo? Hola, están ahí, por favor díganme si han sabido algo, se lo suplico.

— Hola, soy yo — susurré despacio, sintiendo como mis lágrimas brotaban de mis ojos sin poder detenerlas.

— Mi amor, ¿Emma eres tú, mi vida estás ahí? ¿Estás bien? ¿Dónde estás?
—preguntó sin esperar que yo le diera una respuesta.

— Sí, soy yo — medio grité al saberlo preocupado por mí. Miré al piso de ese amplio lugar aún desconocido para mí y aparté la mirada en el instante. — Ven a buscarme, por favor ven pronto —colgué la llamada y tomando valor pasé por encima de ese ser destruido al igual que yo y abrí la puerta despacio, sin hacer mucho ruido. Miré a los lados y todo estaba en silencio, dudaba mucho de que no hubiera nadie más cuidando la zona, así que me adelanté a salir de ahí despacio.

— Lo lamento — Alguien tomó mi mano desde atrás haciendo que yo brincara por el susto y me diera de bruces contra el duro piso. El aún temblaba y apretaba mi mano. —sentí asco. — La policía está en camino, no tienes que intentar nada, ya no te haré daño. Eres libre de ser feliz, te dejo vivir. Cosa que no pude hacer con mi pequeña, a ella no pude salvarla. Ya no hay nada que yo pueda hacer en este mundo — tembló.

Me sentía aún en estado de shock, eso sonaba como una despedida ¿En qué momento había llamado a la policía? O por qué me trajo hasta aquí para decirme todas esas cosas. ¿Ser feliz, acaso yo llegaría a alcanzar mi felicidad? Perdón por sonar egoísta, pero yo no sería feliz hasta que el muriera, hasta que sus huesos estuvieran a mil metros debajo de mis pies, hasta que no quedará más que el ligero rastro de su existencia. Solo así estaría feliz. Saqué mis brazos de su mano y los limpié en un acto de asco, repudiada. Podía entender perfectamente lo que él sentía, pero aún no podía perdonarlo, no quería hacerlo.

— Di contigo gracias a una mujer llamada Marlenis, ella me contactó para decirme dónde estabas exactamente. Me dijo que alguien te recibió cuándo saliste de casa aquella vez y tú historia quedó registrada en el hospital dónde fuiste atendida. Hace tiempo que he estado cerquita de ti. En el parque con la pequeña, cuando llegabas a la inmensa casa dónde vives y hasta en el mismo hospital. Solo quería pedirte perdón, dejar este mundo con la paz que hasta hoy en día nunca me ha alcanzado. Adiós.

Fruncí el ceño.

Una pequeña navaja fuera a parar directo a la vena que se encontraba en su cuello. Fue rápido, no me dio tiempo a reaccionar. Cuando quise despertar, su mano estaba ensangrentada.

Lo miré caer con profunda pena en mi interior, pero no quise tocarlo, no me producía placer o preocupación. Tan solo pena.

— Te perdono — fue lo último que susurré al sentir que yo también me desplomaba sobre el piso frío, a su lado. Estaba entrando a la inconsciencia y en esa calidad de segundos me preguntaba si él me había hecho algo. No me sentía herida por ninguna parte, ¿Entonces por qué sentía mi cuerpo pesado y ligeramente adormecido?

Escuché el sonido de la sirena al junto de la vibración del celular que aún cargaba. Hasta el momento no me había percatado que no había dejado de sonar. Quizás mi mente no soportaba un tramo más y sentía que era la hora de dejarse ir, quizás hoy no correría con la suerte de encontrar a un agradable Doctor salir de un restaurante lujoso, hoy quizás y solo quizás iba a descansar en paz. Al fin iba a dejar que mi mente al igual que mi cuerpo descansara. Dejaría este mundo cruel.

Mirando por última vez a ese ser que se dedicó a destruir mi vida por una causa determinada, cerré los ojos sonriéndole a la nada.






*

Nos acercamos al final.
Gracias a los que han llegado hasta aquí.


Belleza Frágil es otra de mis novelas que me gustaría pasaran a visitar.
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Dr. SmithWhere stories live. Discover now