Aclaraciones

2.3K 141 10
                                    

Martha salió y Smith entró agradeciéndole con la mirada por el gran gesto que ella había hecho. Retenerme hasta que el llegara. Eso había sido un golpe bajo de su parte. Aunque debía suponerlo, esa señora era una vieja chismosa. De las buenas, pero le gustaba el chisme. Era obvio que iba a preguntar por qué tenía la intención de irme, pero no lo hizo sencillamente porque ella lo sabía todo y retenerme era su misión.

¿Cómo había sido tan tonta como para no darme cuenta desde un principio?

Lo miré en silencio sin decir nada esperando que el hablara primero, pero no hizo ningún gesto de querer decirme algo, entonces no entendía que esperaba de mí. Aparté mis ojos de los suyos en cuanto conectaron en una milésima segundo, no era momento de esas miradas.

— Emma — pronunció y respiró profundo haciendo silencio. Subió y bajo la mirada respirando lento, pausado y mojó sus labios con la punta de su lengua sin llegar a pronunciar nada. Me estaba cansado, me resultaba desesperante el tener que esperar a que el pronunciara algo, si al final no decía nada.

— Si no vas a decir nada, lo mejor es que me vaya — murmuré despacio, dando zancadas cortas esperando que me tomara del brazo; eso hizo.

Me mantuve en silencio guardando las palabras que quería pronunciar en un grito desesperado para que la vieja chismosa escuchara desde la cocina, dónde muy seguramente intentaba espiar lo que pasaba. Guardé silencio haciendo memoria de las palabras que mamá siempre pronunciaba. El silencio es tu mejor alma.

No prometas cuando estés feliz.

No insultes cuando estés enojado.

— No quiero que te vayas — pronunció de repente sin ser capaz de mirarme a los ojos. — Sofia te necesita, Ana no podría sola con la pequeña sin ti, para Brandol y Moisés eres una hermana y para mí, yo... Solo; no te vayas por favor.

Lo miré.

No era capaz de decir lo que yo significaba en su vida, que muy probablemente era nada, tal vez no era más que una caridad para él, alguien a quién había ayudado en su peor momento.

— Yo solo quiero saber una — respiré lento tomando el valor que no tenía ¿Por qué le dijiste a Marlenis lo que yo había hecho? Es decir, puedes hablar de tu vida con quien quieras y cuando quieras, pero no está bien hacerlo cuando eso implica hablar de otra persona; cómo yo, por ejemplo.

Frunció el ceño.

Siempre usaba ese gesto para expresar que no tenía idea de lo que hablaba. Su frente se arrugaba ligeramente dándole un toque tierno.

Salí de mis pensamientos, no podía pensar de esa forma de él, estábamos peleando.

Sus ojos buscaban los míos en un gesto desesperado.

— Emma mírame —pidió en un susurro tomando mi mano para mantener la seguridad de sus palabras. — Te juro por lo que más quiero, te lo juro Emma que no he hablado nada de lo que pasó ese día con nadie, ¡Dios! Necesito que me creas, no lo he hablado con nadie. Mírame por favor ¿Me crees, puedes confiar en mí?

Asentí despacio mirando la verdad en sus ojos, dudibatiba. Había algo que no terminaba de quedarme claro. Si era algo que solo sabíamos él y yo, ¿cómo ella pudo saberlo, por arte de magia quizás?

Hija, los ojos son la ventana al alma, y el alma no miente — recordé la voz de mí madre cuando le daba consejos.

No, no era el momento.

— ¡¿Como podrás explicar el hecho de que ella supiera lo que ha pasado entre nosotros dos?! —me alteré sin pensarlo, no podía mantener la calma por más que lo intentara.

— Emma — se acercó.

— ¿Qué sientes por mí? — pregunté de regreso tomando el valor que no tenía en esos momentos. Necesitaba salir de dudas. — No hubo respuesta — ¿Tuviste algo con ella? — cambié la pregunta sintiendo como su mano dejaba la mía que hasta el momento seguía sujetando.

— Eso era todo lo que necesitaba. Nos vemos, gracias por todo —me despedí dejando un beso casto en las comisuras de sus labios. — Cuídate mucho.

Caminé hacía la habitación que ocupé durante toda mi estadía y tomé la única maleta con mis pertenencias, lo que había podido comprar con el poco dinero que ganaba. Prometía devolverlo todo.

Bajé las escaleras limpiando las lágrimas en silencio, iría a pasar la noche en un motel y en la mañana buscaría un trabajo en algún lugar en la ciudad, trataría de ser precavida para que mi primo no me encontrara. Esperaba no tentar a la suerte.

— Emma por favor, no quiero perderte como la perdí a ella. Por favor —lo escuché un escalón más abajo de donde estaba yo, llorando. Nunca lo había visto gritar de esa manera.

¿A ella, había perdido a alguien importante o acaso hablabas de Marlenis?

— Es que no puedo quedarme. Sé que no soy nadie en tu vida, pero me frustras. Me besas y me ignoras, te beso y te apartas, vuelves a besarme y me vuelves a ignorar. Es incómodo cuando alguien no sabe lo que quiere, no puedo ser la pista que buscas para encontrarte, entiende. No soy un mapa.

— ¡Lo siento, lo siento tanto! No eres un mapa, lo sé. He estado perdido y necesito encontrarme, pero por favor, no te vayas. Prometo no besarte si no quieres, pero quédate. No quiero quedarme solo otra vez, no quiero estar en la oscuridad. te necesito más de lo que imaginas
— imploró de rodillas, haciendo que yo me sintiera peor. ¿Sólo? Enserio alguien como el que lo tenía todo había pasado por un mal momento. — Te pareces tanto a ella —seguía murmurando sin mirarla a la cara, agarrado a sus pies aún hincado. — La maté.

Lloré por él, lloré por mí y por todo lo que les pasaba a las personas que no habían hecho nada para pasar por situaciones difíciles. Entendía a lo que se refería. Brandol le había contado que todos los finales de agosto, el entraba en una clase de trance y no se debía molestar, porque se ponía furioso. Horas y horas de rogar para que él le contara lo que lo dejaba de esa manera, el al fin le había dicho lo que ocurrió con aquella persona.

Era su prometida quien se debatía entre la vida y la muerte por salvarlo en aquella carretera. Los dos estudiaban medicina.

Brandol le había contado que él se quedaba noches enteras a su cuidado, y ese día veintiocho de agosto, cuando ella entró en paro y él era el único que estaba ahí, no supo que hacer. En cuánto el médico llegó indicando que debía resucitar con lo que tenía en mano, los nervios pudieron con él, ese día ella había muerto.

Tomé asiento en aquel escalón soltando las maletas que tenía en las manos. No era obligación que el sintiera lo mismo que ella por él, quizás solo le recordaba a aquella persona con la que compartió sus mejores días, pero no podía dejarlo cargar con aquellos demonios cuando él había ayudado a lidiar con los suyos.

— Shuuu — Acomodó su cabeza en sus piernas y tocó despacio su cabeza despeinando su cabello para calmar su acelerado corazón — Aquí estoy, lidiaremos juntos con tus demonios, así como me ayudaste a lidiar con los míos.

Acababa de tomar una decisión y esperaba no arrepentirse después.

Mañana iba a ser el último día de Marlenis en ese hospital.

*

Para ustedes. Gracias por leer. <3

Dr. SmithWhere stories live. Discover now