Gracias

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Snk pertenece a Hajime Isayama.

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La intuición era algo innato en él. Que por lo general siempre solía dar en el clavo. Estaba completamente seguro de que si tenía un presentimiento, daría en elclavo sin dilación. Y cada vez que se encontraba con Erwin Smith, esa sensación le recorría continuamente. Astuto, sagaz, inteligente. Sin duda una persona que había demostrado que podía conseguir todo aquello que desease y podía confrontar a cualquiera que se opusiera a ello.

Dos días atrás había podido visualizar en vivo cómo conseguía convencer a una serie de bufones ignorantes que se subían a sus atriles y daban órdenes insulsas. Ninguno de ellos estaba de acuerdo en que el hombre más fuerte de la humanidad entrenase a unos  reclutas. Aseguraban que su pasado era demasiado imponente y que darle poder a un vulgar ladrón era una completa irresponsabilidad.

Había oído demasiadas veces aquellos reproches, ladrón, basura, maleante. Un estigma con el que había crecido. Y que ni doscientos artículos en aquel estúpido periódico podían borrar.

Había sido preso de su propio destino. Nacer en un hogar no deseable, sin nadie a quién pudiera considerar un referente y que había marcado toda su infancia cómo ligada a la supervivencia. Recordaba haber aprendido a sujetar un puñal antes que una pluma. En momentos cómo aquel hubiera deseado que hubiese aprendido al revés. Ni siquiera era capaz de defenderse a sí mismo sin recurrir a sus puños. Las personas eran difíciles. Las palabras eran difíciles.

Pero él, la persona que miraba atentamente su último reporte, hacía parecer que era fácil. En ocasiones parecía algo innato en él. Que simplemente las palabras fluían a través de sus labios con absoluta certeza. Como si las hubiera practicado durante cientos de horas frente a un espejo. Pero sabía que no era así. Simplemente había nacido con aquella habilidad.

No necesitó más de diez minutos para relatar una pequeña historia que había observado cientos de veces tras cada salida en una expedición. Miles de soldados que habían muerto. Todos ellos habían sido calificados de aptos tras su instrucción. Conocían el armamento, conocían al enemigo. Pero sin embargo, habían fracasado y habían entregado su vida solamente para manchar de sangre un uniforme más.

Con cada batalla, cada muerte. Aquella consideración crecía más y más. Notar que aquellos que lograban sobrevivir lo hacían por mera suerte. Azar y destino. ¿Iban a dejar el destino de la humanidad en manos de la mera suerte? Recordó de nuevo cómo su voz no temblaba mientras pronunciaba aquella frase. Cómo si de un actor se tratase y estuviese acostumbrado a conmover a su público. Sabía que él sólo había estado allí cómo una simple marioneta que sólo debía observar. Pero no podía evitar escuchar sus voces de admiración ante aquellos comentarios.

Erwin continuó su discurso sin que nadie interrumpiese más sus pensamientos. Desde que era un recluta, siempre había observado a sus compañeros morir. Pero, desde hacía dos años, había comenzado a dejar de creer en el azar. Si deseaba cambiar el inevitable destino de aquellos soldados, era necesario confiar en la única persona que no sobrevivía por azar. Sino por su extraordinaria certeza en el campo de batalla.

Los orígenes eran algo que no podían cambiar. Pero lo que hicieran con ellos solamente estaba supeditado por sus propias decisiones. Cada fallo solamente les mostraba cual paso debían evitar la siguiente vez. Cada decisión errónea sólo premeditaba que la siguiente fuese acertada. No podían arrepentirse de aquello que había pasado. Pero si podían confiar en que la decisión que tomarían sería la adecuada. Y permitir que el hombre más fuerte de la humanidad liderase a soldados entrenados por él mismo, sólo conseguiría acrecentar ese hecho.

Decisiones y arrepentimientosМесто, где живут истории. Откройте их для себя