Narcolepsia

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Snk pertenece a Hajime Isayama.

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Cuando aceptó formar parte de aquel extraño oficio solamente impuso tres normas: que se respetaran sus decisiones. Que no se rebatiera ninguna orden. Y que no le censuraran en ninguna de las anteriormente mencionadas. Pero los gritos que reverberaban entre el incipiente moho de las paredes contradecían absolutamente todas. Su mirada fusilaba a su atacante, que parecía dispuesto a imponer su autoridad dentro de aquellas paredes. Una autoridad sólo dada meramente por su sangre real. Una sangre que no se merecía. Y que no llegaba a los pies de su predecesor, Uri.

Kenny se recostó en su silla ignorando los constantes gritos de Rod. Su voz bramaba con insolencia, continuamente, recalcando una y otra vez la misma escena. Desobedecer órdenes. ¿Acaso había alguna orden real salvo mantener su preciado trasero a salvo de aquellos que intentaban importunar su fingida paz? Tal vez cualquier ingenuo creería que aquel período de intensa relajación tras perder un tercio de su territorio significaba estar a salvo. Pero el sabía que no.

Sus ojos viraron a la botella que había en el otro extremo de la mesa, medio vacía y reclamando su atención. Si tenía que oír aquel discurso una vez más, prefería hacerlo con una dura copa de aguardiente bajando por su garganta.

- Rod......... Comienzas a aburrirme –susurró, sus dedos sosteniendo la copa con desdén – Si tanto deseas pudrirte junto al resto de sus ciudadanos, el subsuelo está lleno de cientos de ellos en descomposición.

- No bromees, Kenny. Esta situación es demasiado tensa. No puedes descuartizar a un escuadrón de soldados por puro capricho.

- Esos siete imbéciles ignoraron una única orden. Si no son capaces de pegar un tiro a cuatro mocosos husmeando en los alrededores de la base, no los necesito como vigías.

- El procedimiento que te dimos dictamina que-

- ¡Me importa una mierda el maldito procedimiento! - se alzó airado de la mesa, encontrándose con su superior que retrocedió en sus pasos – Bajo estas paredes mi palabra es ley. Si uno de esos imbéciles se atreve a contradecirme, la respuesta es una limpia y rápida ejecucción.

- Limpia........ - el viejo hombre mostraba un aspecto cansado, buscó un asiento e intentó serenarse mientras sus manos aún temblaban – Has descuartizado a siete de tus propios soldados y los has soltado en uno de los bosques alejados del muro Maria.

- Es una zona bastante llena de carroñeros. Dudo mucho que aún quede algún resto de carne.

- Requiero que la próxima vez que un soldado desobedezca el protocolo, tú te atiendas a él y no lo ejecutes a tu criterio.

- Si eres tan blando Rod, no conseguirás que sigan tus malditas normas.

Y de nuevo aquella osadía indomable. A pesar que mostraba una extrema sumisión hacia su propio hermano, ni siquiera su hija ni él habían conseguido guiarlo hacia la auténtica senda que protegería a todos los eldianos. Conocía bien los vestigios del clan Ackerman. Pero había algún dato, que no parecía dejarse entrever.

Sus largas y afiladas garras asieron la botella de nuevo para vaciarla en su boca, arrojándola de nuevo contra la madera de la mesa. Demostrando su presencia allí. ¿Quién era el amo de quién? Kenny Ackerman no sería jamás alguien a quién poner un bozal. Pero aún cabía una posibilidad que haría que hincase su rodilla una vez más.

Aquellas paredes de piedra eran humedecidas en aquella estancia gutural. Pero excesivamente finas, dónde el más mínimo sonido era transmitido a través del reverberante sonido de las estancias. Y se prolongaba a través de cada pequeño centímetro. Cómo una suave balada. Que comenzaba a sonar disonante. Y agresiva. Alguien gritaba en otra habitación, al final de las escaleras. En la zona de mazmorras. Subordinado y amo se miraron extrañados mientras aquellos fieros alaridos comenzaban a ser acompañados de golpes.

Decisiones y arrepentimientosWhere stories live. Discover now