El final

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Capítulo 35: The end.

A Hermione le sorprendió no encontrar a nadie sobre ella al momento de abrir los ojos. Había estado completamente segura de que algo o alguien le estaba martilleando la cabeza en ese momento, aunque esa horrible sensación se quedó una vez despierta. Después de eso, tardó unos segundos en lograr enfocar el techo del cuarto. ¿Desde cuándo se movía la habitación? ¿O era ella la que estaba dando vueltas?

Gimió por lo bajo, cerrando los ojos con fuerza y llevándose las manos a la cabeza. Sentía como si estuvieran taladrándole el cráneo, como si fuera cuestión de tiempo que aquel dolor terminara haciéndole pedazos el cerebro.

—¿Estás bien?

Reconocía esa voz. La conocía bastante bien. Sabía que le encantaba escucharla y que cuando se lo permitía, lo hacía de buena gana durante horas... pero no esa mañana. Aquella vez solo quería que se callara. O al menos que no le hablara tan fuerte.

—Shhhh —logró responder. Se tomó un momento para asimilar el dolor de cabeza y volver a abrir los ojos lentamente. Draco ni siquiera estaba cerca. La observaba con un deje de preocupación desde el otro lado de la puerta. Hermione tardó en reparar en que ya estaba vestido—. ¿Qué hora es?

Él miró el reloj mientras ella se incorporaba poco a poco, con una asombrosa pesadez en su cuerpo.

—Las once y media.

—¿Las qué...? —Hermione se preguntó si alguna vez había dormido tanto en toda su vida—. ¿Qué haces aquí? ¿No tienes que trabajar?

—Cancelé las primeras citas de la mañana —le dijo él de manera despreocupada.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No quería dejarte sola antes de que despertaras y poder comprobar que estás bien. —Se encogió de hombros—. Por cierto, tu móvil ha estado sonando.

¿Por qué aquella voz que tanto amaba parecía romper sus tímpanos aquella mañana?

—Seguramente sea mi madre, pero a estas alturas no es una sorpresa para nadie que nunca responda a las llamadas —intentó bromear, pero su voz sonaba demasiado pastosa—. La llamaré ahora.

—Sí, deberías, pero no menciones lo de que ayer... ya sabes, lo de que dejé que te emborracharas —le pidió, aunque había un claro tinte burlón en su voz—. No querría tener a la suegra descontenta, no después de lo que me ha costado ganarme su confianza.

—¿Qué? ¿Por qué le diría...? —Hermione se dio cuenta en aquel momento de que ella estaba hablando en susurros, y aun así su cabeza latía con fuerza con cada palabra—. ¿Qué me pasa? Me siento horriblemente mal.

Draco se acercó a la cama, sentándose a su lado con cuidado.

—¿No te acuerdas de lo que pasó ayer? —le preguntó.

Ella hizo una mueca de dolor, volviendo a cerrar los ojos un momento.

—¿Ayer?

—Hermie, te bebiste casi una botella de vino tú sola.

—¿Yo?

Apenas lograba ordenar las ideas en su cabeza.

—Sí, tú. —Draco le apartó un mechón despeinado de la cara—. Tienes resaca.

—Eso no es posible. —Hermione quiso levantarse de la cama, pero el simple gesto de apartar las mantas le hizo sentir un mareo extremo bastante inusual en ella.

—Sí que lo es. —Ahora Draco parecía divertido. Ella lo miró, apreciando cómo había desaparecido todo rastro de preocupación de su rostro, como si comprobar que su único mal era la resaca le quitara importancia al asunto. Como si ella no siguiera sintiéndose peor que nunca—. Anoche te dije que estabas ebria y tampoco me creíste. ¿Puedes sentir los efectos ahora?

Y volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora