Epílogo: Y finalmente, volar

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NA: ¡Hola! Ahora mismo estoy un poco sentimental, así que espero no aburrir a nadie con lo que tengo que decir. Intentaré ser breve.

Esta historia ha sido muy especial para mí desde que empecé a escribirla en 2016. No es la mejor historia, está muy lejos de serlo, pero ha sido mi vía de escape en momentos complicados y todavía no puedo creer que ya se haya acabado. Tengo un pellizco en el corazón al saber que esta etapa mía como (intento de) escritora llega a su fin. Me ha encantado escribirla, pero sobre todo me ha hecho muy feliz recibir tantos mensajes bonitos de personas sintiéndose identificadas de una u otra forma, haciéndome saber que esta historia ha sido su salvavidas en momentos duros.

A ti, gracias por llegar hasta aquí. Tú también has sido parte de esto.

Y ya está, porque si no me voy a poner a llorar y no quiero :')

¡Espero que te guste este cierre de la historia!

. . . . .

Epilogue: And finally, fly.

Todavía tenía en el paladar el regusto avainillado del bizcocho que había horneado el día anterior y que había servido a su familia y amigos. Todavía podía oler el agua de colonia en las ropas de su bebé, y sentir su suave piel en los labios cuando la llenó de besos y abrazos el día de su cumpleaños.

Su primer cumpleaños, y ella aún podía verla tan pequeñita y frágil entre sus brazos. Cuando la miraba ahora y veía sus bracitos y piernas regordetas, sus sonrisas y gorjeos... solo podía pensar en todo lo que su niña había tenido que luchar para salir adelante.

Pero todo eso había quedado en el pasado, en un tiempo que fue más duro y complicado. Ahora era una niña grande, sana y feliz, y estaba rodeada de mucha gente que la quería a rabiar.

Alicia Luna se había convertido en la alegría de sus abuelos y bisabuelo, la locura de sus tíos y el orgullo de sus padres. Con sus grandes ojos azules podía derretir a cualquiera con la mirada, y su suave cabello largo y rubio siempre era disputado por todos para peinarlo y colocarle lacitos. Incluso su tío Alex había aprendido a hacer trenzas solo por ella.

Su hija ya tenía doce meses y su fiesta de cumpleaños había tenido todo lo que un niño pequeño puede desear; globos, decoración que brilla y un pastel para comer directamente con las manos. Habían asistido algunos amiguitos de la guardería y todos sus seres queridos a excepción de Julie y Alex, que no habían podido escapar de sus respectivos trabajos esta vez. Aun así estuvieron presente por videollamada, Alex desde Liverpool y Julie desde París. Él había sido ascendido en su trabajo y ella estaba recorriendo Europa con cerca de una treintena de fechas establecidas para firmas de su libro, que se había vuelto todo un fenómeno literario entre jóvenes y adultos.

Una mano entró en su campo de visión y chasqueó los dedos cerca de su cara. Hermione volvió a la realidad con un respingo.

—¿Qué? —fue lo único que le salió decir.

—¿Qué? Que te he pedido tres veces el informe contable del mes pasado, pero estás como en Babia.

Hermione sacudió la cabeza para centrarse.

—Perdona Danny, me has pillado pensando en mis cosas —dijo, y acto seguido movió el ratón sobre el escritorio para quitar la suspensión de la pantalla.

—¿Y qué te tiene tan distraída?

Ella suspiró.

—Ayer fue el cumpleaños de Lizzy —respondió, y luego sonrió para sus adentros. Draco odiaba ese diminutivo, pero a ella le encantaba. Él solía llamarla "muñequita", "princesa" o "Lilu", una extraña combinación de sus dos nombres—. Me preguntaba en qué momento se ha hecho tan mayor. Ya sabes, la nostalgia maternal.

Y volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora