Consecuencias

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Capítulo 39: Consequences.

—¿No vas a responder?

La voz de Draco sonó sombría al hacer un gesto con la cabeza hacia su teléfono móvil, que permanecía en el suelo junto a los pies de Hermione. La preocupada voz de Ginny todavía podía escucharse desde abajo cada vez que hablaba. Tras no recibir respuesta, Draco decidió acercarse lo suficiente como para agacharse y tomarlo él mismo. Al incorporarse de nuevo pudo notar un ligero estremecimiento por parte de Hermione, quien lo miraba con ojos llorosos y una expresión de dolor en el rostro. Cogió su mano y puso el teléfono en ella, luego le devolvió el bolso que había ido a buscar e hizo el amago de desaparecer por el lado opuesto del pasillo. Hermione atinó a agarrar su chaqueta para evitar que se alejara.

—¡Hey, espera! —le rogó—. ¿Es que no vas a darme una explicación?

Draco se giró casi obligado. Era más que evidente que se estaba odiando a sí mismo por ser el motivo de su llanto. Apretó los labios tan fuerte que Hermione no pudo evitar clavar los ojos allí.

—No —dijo al fin, consiguiendo que lo mirara a los ojos de nuevo—. Todo lo que diga ahora solo empeorará las cosas.

Soltándose de su agarre, Draco volvió a girarse y empezó a irse.

—¿Qué? ¡No! —suplicó ella, corriendo para interponerse en su camino—. Espera, espera por favor. —Hermione se secó las lágrimas, tomó aire y volvió a enfrentarlo de nuevo—. Solo necesito saber que todo tiene una explicación. Dime que todo tiene una explicación.

Draco endureció su mirada.

—No, Hermione, tú no quieres una explicación. Lo que necesitas escuchar ahora es que todo lo que dijo ese idiota de Vincent es mentira, y yo no puedo decir eso. No puedo mentirte, ¿entiendes? Y tú tampoco quieres escucharlo.

—¡Quiero saber la verdad!

—¡No, no quieres!

—¿Por qué no?

Draco tomó su rostro entre las manos y se puso a su altura para verla mejor. Hubo una chispa de desesperación en sus ojos cuando dijo:

—Porque eso lo cambiaría todo, Hermione. ¿Estás lista para eso? Porque sinceramente, yo no.

—¿Por qué? ¿Qué cambiaría? —preguntó, a pesar de ser muy consciente de cuál sería la respuesta.

—¡Cambiaría la forma en la que me ves! —gritó, cansado de que no se diera por vencida. Luego, cuando vio cómo las lágrimas volvían a empañar su rostro, empleó un tono de voz mucho más suave—. ¿Es que no lo ves? No soy quien crees que soy.

—¡Sé quién eres! ¡O al menos eso creía! —replicó con frustración—. ¡Sé quién es el Draco al que juré amor eterno esta mañana, pero no conozco a ese Draco agresivo que acaba de romperle el labio a una persona!

—Quizás es porque Vincent tiene razón y siempre estropeo todo lo que me importa.

Hermione se quedó clavada en el suelo mientras lo veía esquivarla y marcharse a pasos agigantados. El peso de la realidad la sacudió con fuerza cuando, tras doblar una esquina, desapareció de su vista. ¿Cómo habían llegado a esa situación? ¿En qué momento su cuento de hadas se había torcido tanto que el príncipe azul había terminado convirtiéndose en el villano?

Quiso derrumbarse allí mismo, quiso gritar, llorar y patalear sin importarle ni la gente ni el lugar. Quiso maldecir, quitarse los tacones y tirarlos contra la pared hasta romperlos, y quiso hacer todo aquello por la impotencia de no tener el poder de dar marcha atrás al tiempo y encontrar a Draco mucho antes que Astoria, ser ella quien estuviera a su lado en sus momento más sombríos y convertirse en su pasado, su presente y su futuro.

Y volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora