El árbol

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Después de aquel error que marcó mi vida para esta fría y estúpida eternidad decidí subir a el árbol que tantas personas y tantos libros me habían descrito, decían que allí arriba encontrarías la solución a aquello que no te deja dormir, entonces, me dispuse a buscarlo y escalarlo. Llegué a los confines de este mundo decadente, pasé por los ríos de oro y atravesé largas cordilleras de pensamientos hasta que, entre dos montañas, un inmenso árbol que crecía desde las entrañas de la tierra emergía hasta las nubes, desde aquí abajo no podía ver su copa pero sabía que aquel era mi destino, he de decir que solo pensar en la altura y el tiempo que pasaria subiéndolo me aterró, pero más me aterra el hecho de seguir viviendo en estos hechos, me acerqué a las raíces que sobresalían y empecé a subir. No llevaba ni la mitad y ya empecé a notar como la realidad que deje abajo se iba desmoronando, fui capaz de ver todo aquello que pasó, pasaría y pasará, todo lo que en distintas decisiones habría pasado, vi a nuestros hijos a sus hijos y los hijos de sus hijos, vi como moriría o habría muerto en muchas ocasiones de mi vida, vi como sería aquella vida que quise tener y que tuve en muchas de mis otras realidades, por un momento me pregunté si quizás todo esto sería un desvarío o alomejor un sueño muy ácido, pero no, por suerte o por desgracia era cierto. Al llegar a la mitad era capaz de ver a todas aquellas personas que fueron, son y serán importantes en mi vida, era capaz de tocarles y transmitirles mi calor, conversar un poco sobre el rumbo que debía tomar, era una sensación extraña pues había gente desconocida que sus palabras me eran muy familiares y reconfortantes, se me hace imposible no nombrarla en estos recuerdos, poco a poco fui divisando la copa y cada vez estaba más cerca y no por esto sería más fácil llegar a la cima, en este tramo era capaz de escuchar sus gritos y sus llantos, el de miles de personas que murieron por mi culpa, por no saber cuidar aquel mundo que en mi mente se creó, ojala supiesen lo que me duele haberles fallado, ¡pero no! Ya falta menos y llegaré, entonces aceleré el paso y en un abrir y cerrar de ojos, con todo el dolor que cargaba llegué a la cima y entonces una fuente me esperaba, me acerque exhausto y me mojé la cara con sus cristalinas aguas, derrepente empecé a sentir como cada parte de mi cabeza se separaba y se volvía a unir, se separaba y volvía a unirse y así hasta que dejé de sentir, delante mia se inclinó a ver cómo estaba una vieja cara conocida, su voz alivió mi dolor y su mano me calentó las heridas que por todo mi cuerpo se habían producido, al levantarme y mirarle me dijo que fui muy valiente por subir hasta allí para encontrarle y así restaurar aquel mundo que tiempo atrás destruí, al acabar de decirlo su cuerpo cayó al suelo marchito como los pétalos de una rosa seca y de ese montón de pétalos un corazón helado palpitaba y entonces entendí que debía poseerlo y enlazarlo a mi.

𝕾𝖎𝖓 𝖋𝖎𝖓𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora