He visto una luz, una luz que salía de lo más hondo de mi cuerpo, una explosión de color, sometida durante meses a la oscuridad de un invierno duro y desolador, incapaz de huir de ella, decidí unirme a su oscuridad para camuflarme entre los putridos cadáveres que el dolor me dió, pero, de un día para otro tu luz cegó mis miedos, como el sol en primavera, derretiste el miedo que en mi interior habitaba, quizá no fue la historia más bonita, pero fue la historia necesaria para culminar el ciclo, para romper el reloj que marcó las horas de cada día de desolación y si me preguntasen si la repetiría, sí, siempre lo haría, siempre volvería, por mucho dolor que pasase, con tal de ser hoy este ser nacido del dolor y el amor.
