Y mi única acompañante se volvió la fría noche, en ella puedo pensar y ver lo que el cegador sol no me deja, llegué a pensar que la noche realmente era una persona que me acompañaba cada día y me hacía ser libre, adoraba caminar por las frías calles o las solitarias costas, pensar en las estrellas y ver reflejadas en ellas mis más sinceros deseos, divagar sobre la muerte o aquellos seres que se esconden en el pensamiento. La luna también me acompañaba aunque a veces era muy tímida y no me dejaba observar su hipnótica belleza. Las sombras, los gatos y el sonido de mis pisadas era la calma que necesitaba, me hundía en mis pensamientos y recreaba cada sueño o cada anécdota que me hacia sentirme más libre, hasta aquel día que como si nada la noche no apareció, solo había día y con el solo me deprimía pués no me dejaba escapar de la realidad. Querida noche si algún día llegases a leer esto, que sepas que espero tu regreso como el más sincero atardecer pues quiero perderme en ti y no regresar a esta ceguera.
