Epilogo

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Me acerco hasta la habitación de nuestros hijos y veo a Vicent sentado sobre la mecedora de mimbre intentado dormir a Alexander. Trato de ser lo más silenciosa posible porque disfruto el ver a mi esposo con mis bebés.

- Buenos días  - susurro mientras me acerco a él y lo abrazo por la espalda. Alexander inmediatamente abre sus ojitos al escuchar mi voz.

- Buenos días mi niña - articula Vicent mientras se coloca de pie y me da un beso en los labios.

- ¿Cuanto llevas intentando dormirlo? - enarco una ceja.

- Unos quince minutos - esboza una media sonrisa y me entrega a nuestro bebé.

Alexander empieza a jugar con el listón de mi blusa rosada y sonrío al ver como la luz del sol le hace ver reflejos rubios en su cabello.

Ambos mellizos son idénticos a él.

- Sólo quería estar contigo - dice Vicent mientras se cruza de brazos-. No está a gusto con papá.

- Le cantaba cuando estaba más pequeño - suelto una risa-. Debe ser por eso.

- Sólo mira a Antoine, se ha quedado quieto en su cuna sin moverse, es muy tranquilo.

Nuestros hijos dieron un giro completo a nuestras vidas, Vicent no se apartó ni un solo instante de mí en cuanto supo que eran dos. Tuvimos que comprar las cosas del otro bebé en tiempo récord. Aunque el señor Esteban fue quien eligió en parte las cosas de ellos.

Ahora que nos encontramos de paso en la hacienda todo es más cálido, amamos este lugar y lo que la naturaleza nos ofrece cada vez que despertamos.

- Voy a salir un momento - dice Vicent mientras yo me quedo en la habitación de los bebés. Alexander por fin se ha quedado dormido y sólo sonrío al ver la fotografía de ambos con nosotros y el cultivo de café detrás nuestro. Fue una foto reciente de la primera vez que vinimos a la hacienda.

Dejo al bebé en la cuna mientras cierro la puerta con cuidado, generalmente Florencia es la que me ayuda a cuidar de ellos, porque los primeros meses era como una loca que verificada cada dos segundos que todo estuviera bien.

- ¿Vicent?  - empiezo a buscarlo por toda la casa y no lo veo.

Me acerco cada vez más hasta que sopresivamente sus manos me reciben.

- Te tengo - sonríe y me pega a la pared.

- ¿Qué haces? - suelto una risa.

- ¿Quieres ver lo que estaba haciendo ?

- Mmm.., muero de curiosidad - muerdo mi labio inferior.

- Ven, entonces - me jala de la mano hasta que avanzamos a la cocina.

Observo en el pequeño comedor rústico dos tazas de café recién hechas y le devuelvo una sonrisa.

- He aprendido a hacer café - sonríe como si fuera el mayor de sus logros.

- Dices ¿que lo has hecho tu?

Asiente.

Tomo una de las tazas en mis manos y me la llevo a los labios, después doy un sorbo y le devuelvo un gesto de aprobación al saber que ha quedado delicioso.

- ¿Y bien?

- Aprobaste - le guiño un ojo y él se lanza a besarme.

- Te amo, estoy enamorado de ti y de mis hijos.

- Yo estoy enamorada de tres hombres - Me carcageo.

- Infiel - se burla gracioso.

Me quedo observando al hombre que tengo en frente, aún me cuesta creer que sea mi esposo. Tiene la barba más larga a como acostumbra a dejarla, su cuerpo luce más atlético, lo he visto hacer su rutina de ejercicio por las mañanas muy temprano. Esas canas que me encantan sobresalen a ambos costados de sus patillas y sus labios que me encantan besar son gruesos y rosados.

Seducir a un extrañoWhere stories live. Discover now