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     Lunes; 14 de octubre del 2019

  El fin de semana se ha ido de volada. Comienzo a creer que el tiempo se está yendo muy rápido últimamente. Sin embargo, haciendo una retrospectiva de mi fin de semana no me puedo quejar, pues ha salido mejor de lo que esperaba.

  La cena del sábado transcurrió con normalidad. Los invitados comenzaron a notarnos ―a notarme―, después del beso. Los chicos nos felicitaron. La mirada del padre de Aisha nunca se suavizó. Su madre me amó y todo concluyó sin problema alguno. Esa noche compartí la habitación con mi novia ―aún se siente extraño decirle novia―, y no resultó incómodo. Sólo platicamos sobre la cena y nos quedamos dormidos, algo que agradecí bastante a Aisha porque no quería intentar algo más. Esta vez sí quiero hacer las cosas bien.

  No quiero que nos dejemos llevar por un momento de calentura y terminar teniendo relaciones. Ella es una dama y mi padre me ha enseñado a cuidarlas y a tratarlas correctamente. Así que, aunque nos hemos apresurado con esto de tener una relación, quiero que el resto sí sea diferente. La idea de tener citas, de compartir ratos sencillos, de estudiar juntos, de platicar o inclusive de dormir sin llegar a nada más, son las cosas que quiero hacer con ella y que realmente espero que podamos hacer. Porque debo admitirlo, hacer estas actividades con ella me llena de ilusión.

  Supongo que luego tendré tiempo para ello.

  El domingo fue un más divertido ya que estuvimos en la piscina de su casa.

  Los chicos se quedaron. Los padres de Aisha hicieron hamburguesas, su padre me dejó ayudarlo y ese día estuvo más tranquilo, su mirada ya no parecía una metralleta lista para disparar y eso realmente me tranquilizó. Estuvimos platicando mientras las hamburguesas se hacían y él me dio la oportunidad de conocerlo un poco, yo también le di la oportunidad de conocerme.

  Regresamos a la universidad ese día a las nueve de la noche y cada quien fue directo a su habitación. Cuando llegué a ella y me encontré con la soledad, recordé mi realidad. No podía tapar el sol con un dedo, debía arreglar la situación con mi compañero y si él no estaba dispuesto a ello, entonces solicitaría el cambio. Esa era la decisión que había tomado y la cual llevaría a cabo.

  Por ello estoy aquí.

  De pie en el umbral de la puerta del comedor, buscando con la mirada al chico de la habitación doscientos treinta. Aisha está al tanto de mi decisión, y aunque no está de acuerdo, decidió respetarme, al igual que los chicos. Ellos me miran desde la mesa que siempre ocupan y me hacen señas de ir con ellos pero yo he dicho que no.

  He tomado una decisión y no me rendiré tan fácilmente.

  Sigo buscándolo entre los estudiantes hasta que, finalmente, logro visualizarlo.

  Él camina con una bandeja entre sus manos hasta la mesa que siempre suele ocupar. Ahora que lo pienso, quizás todos aquí saben que esa es su mesa, porque nadie, absolutamente nadie se ha sentado en ella a pesar de que se encontraba a solas.

  Suspiro.

  Este es el momento y no hay vuelta atrás.

  Camino hacía el área en donde se encuentran las bandejas, tomo una apenas llego y camino hacia la barra para retirar el almuerzo. Esta vez agradezco sin prestar mucha atención a lo que me han servido. Estoy concentrado en una sola cosa, hablar con él y aclarar todo.

  Camino con calma, aferrándome literalmente a la bandeja, sosteniéndola con fuerza y firmeza para que nada caiga y evitar hacer el ridículo. Paso por la mesa donde los chicos están y siento sus miradas sobre mí, no voy a mentir, me hacen sentir más nervioso de lo que estoy. Creo que lo que me tiene en este estado es no saber cuál será su reacción, eso sin duda me intriga.

El chico de la habitación 230حيث تعيش القصص. اكتشف الآن