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 No puedo dejar de mirar a todas partes cada vez que nos detenemos en una tienda, o dejar de pasarme la mano por el cabello y tratar de arreglar un poco mi atuendo cuando veo mi reflejo en algún espejo o en una vitrina de las tiendas. Angélica a mi lado solo se ríe y yo me siento abochornado, ni siquiera sé porque lo hago pero hay algo en mí que simplemente me hace hacerlo.

 Vuelvo a sacar el teléfono de mi bolsillo y echo una mirada a la hora, ya son las siete de la noche, tan solo han pasado cinco minutos desde la última vez que vi la hora. Me pregunto si Gri estaba ocupado estudiando o si está muy alejado del centro comercial para demorar tanto en llegar; aunque él no dijo exactamente a qué hora vendría, simplemente dijo que aquí estaría y eso puede llevarle minutos u horas. Me hubiera gustado que dijera a qué hora llegaría, así evitaba esto de parecer un paranoico mirando a todas partes como si me estuviera ocultando de alguien.

 ―¡Jayden! ―me exalto ante ese grito y me giro a ver a Angélica que niega y gira los ojos antes de cruzarse de brazos y reprocharme con la mirada―. Te mostré la conversación para que te quedarás tranquilo y estés al tanto de que él va a venir, pero creo que solo empeoré las cosas ―comenta molesta, suspirando con fuerza.

 Me muerdo el labio culpable y bajo la mirada un poco avergonzado.

―Lo siento, solo... ¿no crees que está tardando mucho?

―Jayden, seguro estaba ocupado. Tan solo han pasado unos minutos, no unas horas ―me reprocha.

―Lo sé, lo sé, olvidemos esto y sigamos.

 Ella me fulmina por un instante con esa mirada azabache que posee pero luego asiente, indicándome que entremos a una nueva tienda de ropa. La sigo en silencio, casi que con un puchero en los labios y la mirada en el suelo; me quejo de que mis padres e Isaac me traten como un niño y a veces me comporto como uno.

 Decido olvidarme del asunto de mi compañero y comienzo a ver la ropa sin mucho interés hasta llegar al ala con la ropa de caballeros. Visualizo los pantalones y las bermudas, ninguna logra llamarme la atención así que sigo caminando hasta dar con las camisetas, la mayoría tienen estampados de superhéroes o de graffitis que no entiendo lo que dicen, otras simplemente son unicolor con la marca de la cual provienen y aunque hay colores bonitos y que llaman mi atención, no me siento muy animado a comprar alguna, por lo que sigo hasta las camisas.

 Voy mirando unas que otras sin sentirme realmente atraído por alguna hasta que mis ojos se encuentran con ella y mi corazón se siente flechado. Camino con algo de rapidez y la tomo entre mis manos cuando me detengo frente a esta, la suavidad de la tela hace que mi piel se erice de solo imaginar la comodidad que sentiré al llevarla puesta. El estampado es simple, un azul oscuro con pequeños lunares blancos, las mangas son cortas, perfecta para usarla en cualquier momento del día. Decido que tengo que probarme esta hermosura y busco con la mirada a Angélica, logrando encontrarla entre algunos vestidos. Alzo la mano para llamar su atención y cuando finalmente logra reparar en mí, le indico mediante señas que iré a los probadores. Ella simplemente asiente, espero que realmente haya comprendido.

 Camino hasta los vestidores sin dejar de ver la camisa entre mis manos. Admito que mi debilidad son las camisas, porque siento que me dan ese toque entre elegante e informal y que puedo utilizar en cualquier momento, especialmente cuando me coloco mis tirantes y una que otras veces mis moños de colores.

 Ingreso a uno de los vestidores cuando confirmo que está vacío y cierro la puertita detrás de mí. Veo los pequeños ganchos que hay colgando en una de las paredes y coloco allí el gancho que trae la camisa una vez que se lo retiro, traigo una camiseta puesta así que no veo la necesidad de quitármela para medirme la camisa.

El chico de la habitación 230Where stories live. Discover now