IX. La Lista

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Luego de leer el libro, que apenas contenía tres páginas, Emma quiso entender. ¿Qué significaba todo aquello?

Regina no podía ser su verdadero amor. ¿O si?

La sheriff pensó nuevamente en su estadía por el inframundo, había hecho hasta lo imposible para recuperar a Hook. Incluso, antes de viajar al inframundo, lo había convertido en El Oscuro para que él pudiera seguir con vida, Emma parecía no querer soltarlo. ¿Eso era amor? ¿O era el terror de estar en soledad, una soledad que la atormentó desde su nacimiento? Un pequeño clic hizo su mente.

¿Y si era eso? ¿Y si por eso se había aferrado al pirata con uñas y dientes? ¿Tan egoísta podía llegar a ser?

—Sí, Emma. Eres una maldita egoísta. —Se dijo a sí misma.

La rubia deambuló por su casa para luego tomar su celular. Quería hablar con su hijo pero, por otro lado, sentía miedo de lo que el chico pudiera decirle. La actitud que Emma había tenido en las últimas horas había estado pésima. ¡Había dejado a su hijo solo! 

Si bien Henry ya no era un niño, tenía trece años, tampoco debería haberse quedado solo en la mansión Mills junto a su madre que estaba bajo una maldición. Emma se maldijo por su actitud, pero debía remediarlo.

Descartó la idea del llamado y optó por ir directamente a su encuentro con su hijo y Regina.

Emma se subió a su auto amarillo y arrancó en dirección a la mansión Mills.

.

Swan suspiró antes de tocar la puerta con suavidad, tenía miedo.

—¡Emma! ¿Viniste a almorzar? —Snow fue la encargada de abrir la puerta, la mujer tenía una sonrisa de oreja a oreja.

—Mm, vine a ver a Henry en realidad. —Snow asintió—. Seguramente no quiere saber nada de mí ¿No? —Emma asumió, Snow negó.

—¿Por qué dices eso?

—Porque anoche huí como una cobarde, tal vez.

—Tienes razón en eso, —La voz de Henry se escuchó detrás de su abuela—. Huiste como cobarde, pero no estoy enojado. Lo entiendo, ma'.

—Henry... 

—Iré a cortar las verduras. —Snow dijo y se alejó de allí.

—Pasa, Emma. —El chico tomó la palabra, su madre aún seguía en la entrada.

La rubia pasó a la mansión Mills y una sensación de pertenencia la invadió. Aquella sensación le provocó confusión y emoción en partes iguales.

—¿Cómo está Regina? —La mujer preguntó y luego se mordió el labio, "Pregunta estúpida" se dijo mentalmente.

—Dormida. —Respondió Henry con simpleza—. ¿Tú cómo estás? 

—Bien, chico. Estoy bien. —Emma le sonrió y luego lo tomó de los hombros—. Lamento irme ayer, me agobié muchísimo.

—Lo entiendo, Emma. De verdad. —Henry le dedicó una sonrisa tranquilizadora—. Entiendo que habrá sido abrumante descubrir de un momento a otro quien es tu verdadero amor.

—Henry... —La voz de Emma se tornó acusante—. No empieces con lo mismo ¿Vale?

—¿Acaso me equivoco? —El menor arqueó sus cejas, una expresión propia de Regina que hizo a la rubia delirar de amor. Emma negó frente a tal pensamiento y terminó por decir:

—Sí, chico. Lo siento ¿Si?

—¿Por qué te cuesta tanto admitir tus sentimientos Emma? —Henry se apartó de la mujer y subió corriendo las escaleras. Emma bufó.

El Sueño de Henry - SwanQueenWhere stories live. Discover now