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—Michael, ¿qué pasa?—Gerard se acercó junto a la chica de las coletas. Se había preocupado un poco cuando vió a Jamia salir tan apresuradamente.

—No sabemos qué le ocurre a Frank—Respondió el de lentes.

—Sí lo sabemos—Contradijo la castaña, bajo la mirada interrogatoria de Gerard y la mujer.—Seguramente se puso triste cuando vió a tu hermano y su amiguita.

Jamia hablaba con Michael sobre ellos como si no estuvieran al frente.

—Se llama Lindsey—Aclaró el pelinegro.—No quise molestar a Frank, solamente quería verl...

—No me hables—Puso su mano en dirección a Gerard, para evitar ver su rostro. Teniendo un comportamiento digno de una niña de cinco años, pero no le interesaba.—Voy a ir a buscarlo.

La castaña se alejó rápidamente del grupo para buscar a su amigo, mientras le enviaba mensajes a Peter para que la ayudara. Pero el moreno estaba siendo interrogado por una profesora sobre sus dos compañeros que se acababan de ir, tuvo que mentir la razón, diciendo que estaban enfermos del estómago y habían ido al baño.

—Ayudémosla a buscarlo, ¿dónde podría estar?—Preguntó Lindsey a Mikey. Ella ya había escuchado toda la historia por Gerard.

—No lo sé, siempre se esconde en lugares diferentes—Lyn-Z asintió y los apresuró para que comenzaran a caminar.

Cuatro personas se esforzaban por encontrarlo, pero ninguna tenía la suerte de hacerlo. Entraban a cada salón y se fijaban detrás de cada cosa. Jamia amaba que su colegio fuera tan grande, pero en ese momento lo odiaba y para su mala suerte no podía correr correctamente por la túnica gigante.

—¿Jamia?—Preguntó Pete ingresando al salón de informática, al fin se había escapado de la insoportable entrega de diplomas.

—Ayúdame—Pidió la castaña, cuando el moreno se acerco pudo ver que su amiga tenía uno de sus pies enredado en un montón de cables.

No lo dudó ni un segundo y buscó una tijera para cortarlos. Agradecía terminar el colegio ese mismo día, sino eso le llevaría una buena sanción. Mientras estaban ocupados con ese problema, Lindsey abría la puerta del salón de teatro.

¡Quedate quieto!—Escuchó, había sentido unos murmullos en ese lugar y por esa razón entraba cuidadosamente.—¿¡Para qué mierda me buscas si tenes miedo!?.

Lindsey ya se estaba asustando por lo que sea que estuviera pasando ahí dentro, así que entró casi de un golpe, haciendo un ruido demasiado alto con la puerta, que escucharon todos los demás a lo lejos.

Un chico alto y de barba tenía a Frank por uno de sus brazos, mientras, el claramente menor, lloraba; tenía sangre cayendo de su nariz y labio inferior. Abrió sus ojos enormemente al ver esa chica allí, David, su dealer estaba realmente enojado con él. Le debía mucho dinero, pero Frank insistió tanto por un poco de droga que terminó por golpearlo e intentar inyectarle heroína y luego tener sexo con él, porque Frank se había negado.

La pelinegra vió la situación atónita, David soltó inmediatamente al castaño, pensando que ella era una profesora y se le acercó con una sonrisa extraña, aún tenía la jeringa sucia en una de sus manos, y le interesaba bastante esa preciosa chica.

Frank solamente lloraba en el suelo, le dolía el cuerpo y muy profundo en su alma, era para él una humillación ser "rescatado" por la novia de Gerard.

—¿Qué me vas a hacer?—Murmuro Lindsey, fingiendo una cara de miedo. El menor tapaba sus ojos asustado.—¡No te me acerques!.

David hizo todo lo contrario y se avalanzó sobre la mujer con los ojos completamente dilatados, parecía estar totalmente fuera de sí.

Lindsey cambió su expresión a una completamente diferente y David no tuvo tiempo para esquivar el puñetazo que iba directo a su mandíbula. La pelinegra lo golpeó tan fuerte que lo tiró al suelo, y después le dió una patada en la parte donde nadie quiere ser golpeado.

—¡Maldita zorra!—Masculló molesto, pero ni siquiera podía moverse.

—Esta zorra te partió la cara, imbécil—Exclamó Lindsey, siendo observada con un poco de miedo por Frank. Ya no parecía una chica dulce y frágil, sino alguien que podría dislocarte la mandíbula cuando quisiera.—¿Frank?.

El mencionado solo hizo un sonido con sus labios para hacerle entender que la oía, aunque no tuvo demasiado tiempo para continuar hablando porque los demás llegaron uno a uno por la puerta.

—¡Oh por Dios!—Dijeron los tres más jóvenes al ver el rostro lastimado de su amigo. Luego se acercaron para abrazarlo, y Jamia soltó algunas lágrimas, sentía que algo había cambiado desde ese momento.

Gerard retorció sus dedos por la impaciencia, tenía muchísimas ganas de acercarse a él y darle un abrazo, para hacerle saber lo mucho que lamentaba todo lo que había ocurrido, pero sentía que el brillo en la mirada que mágicamente apareció en los ojos del castaño no eran por él, sino por el cariño de sus amigos.

Y aunque si era un poco cierto, le alegraba demasiado estar en los brazos de sus amigos, ver que Gerard estaba ahí, con una expresión de perrito mojado lo emocionaba. Quizá ya había notado el gran error que cometió
El reencuentro fue maravilloso pero David seguía allí tirado en el suelo, así que fingieron como si no lo estuviera y se alejaron de allí, en dirección a su antiguo salón de clases.

Jamia se encargó de limpiar el rostro de su mejor amigo en los lavabos, aprovechando el momento para regañarlo y Frank lloró, fue lo único que hizo. Soltó tantas lágrimas que casi inunda toda la escuela, pero cuando se tranquilizó y sus ojos ya veían claramente. Se paró frente a Jamia y tomó sus manos.

—Te prometo que voy a cambiar—Fue el momento de ella para llorar.

Había elegido hacerlo por él mismo, ya no quería ser objeto de lástima, no quería temblar por la abstinencia, ni tampoco continuar arruinar su vida. Quería verse en el espejo y gustarse, que su madre confiara en él; todo lo que un simple juego le había arrebatado.

Little. [Frerard]Where stories live. Discover now