x32x

1.1K 180 90
                                    

—¿Que va a hacerme?—Frank retorcía sus dedos de manera nerviosa, Gerard estaba a su lado, observando como sus ojos brillaban más de los usual. Había lágrimas en ellos.

—Solo van a hablar—Intentaba hacer que le creyera. Estaban en un centro de ayuda para personas adictas, y tenía cita en quince minutos. El pelinegro había logrado convencerlo, pero se había negado a decírselo a otra persona. Ni siquiera a Jamia, porque sabía que al verlo sufrir ella lo haría también.—Tranquilízate.

—¿Alguna vez fuiste a un psicólogo?—Frank quería indagar sobre ese tema, porque estaba a punto de entrar a uno y era la primera vez. Tenía demasiadas dudas. Gerard asintió, recordando cuando iba a terapia—¿Te sirvió?.

—A mí me gustaba hacer terapia, pero para cada persona es diferente.

—¿Y si no me gusta?.

—Buscamos otro psicólogo—Frank lo escuchó y miró hacia el frente, la puerta de color madera parecía que iba a ser abierta, la cerradura sonó y salió una jovencita extremadamente delgada, detrás de ella una mujer adulta que después de unos segundos mencionó el nombre "Frank Iero".

Gerard le dejó un beso en la mejilla y el menor se acercó a la mujer, quien lo hizo pasar a su consultorio con una sonrisa. El pelinegro decidió salir afuera del lugar, quería comprar un chocolate para el menor, para animarlo un poco cuando saliera.

Al llegar a la puerta de entrada, vió una adolescente de cabello rubio y tez blanca, parecía una muñeca de porcelana. Junto a ella había una maleta, y al parecer su familia se encontraba a su lado.

No le prestó demasiada atención, y se dirigió a la calle de en frente para comprar lo que buscaba. Cuando llegó a la tienda, y fue amablemente saludado por la dependienta, ambos se asustaron por un grito demasiado alto que provenía del establecimiento de salud.

—Siempre pasan esas cosas allí—Musitó la mujer al ver lo que pasaba. Gerard estaba bastante paralizado, la pequeña chica rubia se arrastraba por el suelo, gritando que no quería entrar e intentando golpear a cualquiera que se le acercara.—Seguramente tienen que internarla.

—Oh, pobrecita—Respondió, recibiendo su compra y pagando. Pero no estaba realmente consciente, sus pensamientos habían quedado en lo que acababa de ver, el cuerpo de la chica se movía frenéticamente, al parecer tenía un ataque de nervios.

Salió de la tienda y la jovencita ya no estaba, lo más probable era que la hayan forzado a entrar. Se sintió profunda y sinceramente triste por ella, aunque no la conociera, era simplemente devastador ver su sufrimiento, porque era totalmente claro.

Recordó a Frank, el dolor que seguramente debía sentir por consumir drogas, y lo mucho que necesitaba de ayuda. No podía ni imaginarse una situación como la que acababa de ver en él, agradeció que haya tenido el suficiente acompañamiento como para querer dejarlo por sí mismo.

Se sentió terriblemente pésimo por pensar en todas esas personas que no tenían la oportunidad de salir adelante, y se perdían en una vida tan difícil. Llena de malas situaciones.

Tomó asiento nuevamente en el lugar donde había estado, esperando ver el rostro de Frank; jóven y precioso, le dolía saber que sufría, pero haría todo para que pueda cuidarse a sí mismo.

—¿Gee?—El castaño se acercó al mayor chasqueando sus dedos frente a su cara.—¿Estabas pensando?—Gerard se puso de pie para abrazarlo, no se había dado cuenta de que la puerta fue abierta.

—¿Cómo te fue?—El menor tenía los ojos empañados, denotando que había estado llorando, pero también sonreía.

—Muy bien—Gerard sonrió y lo besó en los labios al escuchar eso.—Ella me trató muy bien, y me dió unos caramelos—Frank sacó de su bolsillo unas golosinas de color rosado.

—Oh, me hiciste recordar algo—Le entregó la barra de chocolate, el menor sonrió y le agradeció, abriéndola de inmediato.—¿Frank?.

—¿Si?—Respondió el castaño, alzando su cabeza. Casi llegaban al auto del mayor. Gerard se inclinó un poco y besó al contrario con delicadeza.

—Te amo—Aunque con cualquier otra persona decir esas palabras hubiera sido un poco apresurado, el miedo que sintió por pensar en el dolor de Frank fue un sentimiento muy fuerte, y sus ojitos brillosos junto a sus pequeñas manos tomándolo por el cabello lo volvían totalmente indefenso ante él. No sabía qué era el amor exactamente, pero estaba seguro de que se sentía de esa manera.

—Yo más.

Little. [Frerard]Onde histórias criam vida. Descubra agora