CAP 1- El herido

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PUNTO DE VISTA DE

Caminé con la frente alta y una sonrisa segura por los inmensos pasillos de la Universidad de Nueva York

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Caminé con la frente alta y una sonrisa segura por los inmensos pasillos de la Universidad de Nueva York.
Era el primer día de clases y no podía sentirme más agobiada, pero nadie necesitaba saber eso.
De tan solo ver los inmensos laboratorios sentía ganas de llorar. Definitivamente la medicina no era lo mío, pero mis padres no compartían la misma opinión. Siendo mi madre médico, no me había dejado opción. Por supuesto, yo era solo su sombra. 

 Aquel pensamiento me frustraba, pero no había nada que hacer ni que decir, como si llevar el apellido Hills conllevará una vida específica y perfectamente planeada.

Mi primera clase era física y no pude sentirme más asqueada, pero solo entré al laboratorio y me senté en mi asiento sonriéndole a los demás estudiantes como si estuviese en el mejor lugar del mundo.

(...)

Al final del día ya me había hecho amiga de media facultad y me habían invitado a cenar, a almorzar, y a un par de fiestas. Llamar la atención era mi especialidad.

Cuando me dirigí a la salida después del fin de las clases, vi en un mural un anuncio del club de arte universitario y no pude evitar detenerme a leer.

Totalmente convencida, me dirigí a la sala indicada en el afiche con el fin de inscribirme.
Pintaba y dibujaba desde que era niña. Era una especie de escapatoria, una libertad necesaria, casi indispensable, que me permitía plasmar en el papel todo lo que no lograba decir.

Cuando entré al salón de arte, la directora del club y otros interesados estaban allí. Me añadí al grupo con mi sonrisa cordial y me inscribí inmediatamente. Sí quería que la gente me notara, debía participar lo más posible en las actividades. No podía permitir quedarme detrás.

Salí del salon con una sonrisa dominante y segura, no era de las que titubeaba o dudaba de sus decisiones. Seguridad era mi segundo nombre y me aseguraría de que todos lo entendieran.

Cuando salí del edificio, no deseé irme a casa directamente. Sabía que mi madre me pediría cada detalle de mi día y me recordaría sin cesar que debía ser la mejor de la falcultad, y aunque ya lo sabía, no se me apetecía que me lo repitieran.

Decidí entonces subir a mi auto y dirigirme al centro comercial a hacer algunas compras y a tomar un café. Sin azúcar, por suspuesto.

Fui a un par de tiendas para elegir algunos vestidos y uno que otro par de zapatos. De verdad se debería considerar las compras como una terapia. No había nada más relajante.

Cuando terminé mis compras y mi café, me dirigí a mi auto llevando todas la bolsas, pero las dejé caer todas al piso cuando una atroz imagen apareció frente a mis ojos.

Recostado de mi auto, con manchas de sangre en el cuerpo, había un chico medio muerto. Me quedé paralizada ante aquella escena sin poder reaccionar.

¿Cómo había llegado allí? ¿Qué le había pasado?

Me acerqué lentamente con mucha precaución y vi que estaba despierto.

-¿Estás bien?- pregunté haciendo que su penetrante mirada azul se clavara en mí.

Me sentí estupida por haber preguntado algo tan tonto, y al ver que no me respondía, decidí preguntar algo más.

-¿Necesitas que llame a una ambulancia?-

-No- me respondió el herido de manera imediata.-Solo necesito que sigas tu camino muñequita-

Me dieron ganas de golpearlo ante su comentario tan rudo, pero me dije que ya estaba lo suficientemente herido.

Me alejé de él y recogí mis bolsas de compras.

-Créeme que me encantaría irme, pero estás recostado de mi auto- le repliqué sin ninguna simpatía.

¿Quién diablos se creía? Yo solo lo había intentado ayudar. Por eso es que no se podía ser bueno con la gente.

-Me iré contigo entonces- dijo intentando poniéndose de pie lentamente hasta al fin lograrlo.

Pude entonces ver que era un chico joven, probablemente de mi edad, bastante alto y sin duda demasiado apuesto.
Pero la belleza no era algo que me impresionara demasiado.

-Estás loco-le respondí.

-Serán solo unas calles, vivo cerca- me intentó convencer.

Suspiré a modo de aceptación diciendome que no podía dejarlo tirado allí. Tampoco lucia como un delincuente ni como alguien peligroso. Parecía más un modelo sacado de una revista.

Lo ayudé a subir al asiento de atrás de mi Mercedes y me senté en el asiento del piloto, pero no sin antes tomar en mano de manera discreta mi gaz pimienta en caso de que intentara algo, pero me parecia estar demasiado adolorido como para poder siquiera moverse.

-Creo que en serio deberías ir a un hospital.- le dije mientras me indicaba el camino a su casa.

No le pregunté que diablos le había ocurrido aunque sentía horribles ganas de saber. Siempre había que mantenerse a distancia.

¿Y si acababa de matar a alguien y me estaba convirtiendo en su complice?

¿Y si hacía parte de alguna banda narcotraficante?

Sacudí mi cabeza intentando quitar esos pensamientos de mi mente y sabiendo perfectamente que si mi madre se enteraba, me mataría. Llegamos rápidamente a la zona más rica de Nueva York donde yo también vivía. El camino que me indicaba parecía ser idéntico al camino a mi casa y rápidamente entendí que el herido que descansaba detrás de mi auto vivía en mi misma calle.

Dejé mi auto frente a la inmensa casa que marcaba el apellido Owen y vi como los guardias de seguridad se acercaban a mí.
Abrí la puerta del auto y al ver al chico cuyo nombre desconocía allí tirado, se encargaron de bajarlo, pero ninguno de los guardias parecía sorprendido, me pregunté entonces si estar lleno de sangre era el estado habitual del desconocido.

Una mujer con rostro preocupado salió inmediatamente de la mansión, elegante y delgada, vestida impecablemente. Se acercó a los guardias y les indicó que lo llevaran al interior de la casa con rapidez para después centrar su atención en mí.

-No sabe lo mucho que le agradesco señorita...- me dijo a modo de disculpas.

-No tiene nada que agradecer señora, vivo en esta misma calle y...-

-Es usted la hija de los Hills- me dijo con una sonrisa, como si pudiese ahora reconocerme.

-Así es, soy Amanda Hills-

-Es un placer conocerte, Amanda, me he reunido con tus padres esta misma mañana y me han hablado de ti.- me dejó saber.

Y es que no me sorprendía para nada, no había nadie en esta inmensa ciudad que mi padres no conocieran.

Después de intercambiar palabras de pura cordialidad con la señora que era al parecer madre del extraño, me subí a mi auto, aún con la mirada azul del herido en la mente.


PRIMER CAP!!!!

¿Conocer a un chico tirado en el piso de un parqueo junto a tu auto? Definitivamente romántico.

(Es chiste chicos, no se enojen, por ahí viene mucho amor) XD

¿Qué les ha parecido este cap?

¿Qué piensan que le pasó al herido? Empiezan los secretos.

Los quiero un mundo y un millón de gracias por apoyarme en este libro también.

No olviden votar-comentar y seguirme<3

Nos leemos Diamantes

DD.

No me olvides #OLVIDADOS#3 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora