Amanda Hills.
Hermosa. Inteligente. Adinerada.
Simplemente perfecta. O al menos eso pensaban todos.
Después de finalmente aceptar que Aris Baner no era el chico para ella, Amanda se esfuerza por mantener las apariencias y seguir con su perfecta v...
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Llegamos al puerto en media hora y nos bajamos de los autos. Era mi primera misión como líder y me sentía malditamente nervioso, sobretodo teniendo a Zarah, Amanda y Aris presentes. Nada podía pasarles. Tomé mi arma en mano y me concentré lo más posible. El plan era el de siempre: revisar los contenedores con la mercancía y dar las órdenes para enviarlas a las diferentes bases, fragmentarla y venderla. ¿El problema? la otra banda.
Desde hace meses, una banda, menor a la nuestra pero aún así significante, se había esforzado por robarnos la mercancía. No era la primera vez que habíamos tenido encuentros armados, Ziel misma había sido herida unos meses atrás. No podía permitirlo.
Nos adentramos al puerto abandonado, o casi, en un silencio total. Hacia bastante frío y el viento azotaba con fuerza. Miré la hora : eran las 12:36. La luna se escondía detrás de las espesas nubes.
Respiré profundamente diciéndome que no era momento de fallar, y di la señal. Los equipos se posicionaron, y al principio me relajé al no detectar a nadie, pero mi paz duró poco y se escucharon unos disparos.
Malditos desgraciados.
Me escondí detrás de uno de los contenedores intentando detectar en la oscuridad a quienes nos disparaban. La adrenalina corría por mis venas, pero mi pulso estaba tranquilo: no podían haber heridos.
Ziel logró llegar a mi lado.
-A las 3- me dijo mirando de reojo a nuestro atacante.
-Uno- susurré.
-Dos- susurró ella.
-Tres- dijimos los dos, y salimos de nuestro escondite disparando a toda carga. En menos de 2 minutos, ya no quedaba uno vivo. Todo era un mar de sangre y cuerpos en el piso.
Suspiré profundamente.
-Lo has hecho bien- me dijo Liam viniendo a nuestro lado y asegurándose de que su prometida estaba bien. Desde hace un par de días había notado que se preocupaba aún más que de costumbre por ella y no sabía porque.
Uno de los equipos fue a asegurarse de que no quedase nadie más mientras mi equipo se aseguraba de la mercancía. Todo estaba allí. Habíamos ganado, o eso creía.
Inmediatamente pensé en Amanda y justo en ese instante, Charlotte apareció con una expresión preocupada.
-No logro comunicarme con Kalum-
Al escuchar eso, todos nos detuvimos paralizados. Por toda la tecnología que llevaba, Kalum era la persona más fácil de contactar.
Tomé mi teléfono y llamé inmediatamente a Amanda.
No había respuesta.
Sin decir nada más, salí del puerto y me dirigí hacia donde se suponía que Amanda y Kalum esperaban, pero no había ni sombra de ellos.
Cuando me acerqué un poco más, vi en el suelo el resplandor plateado: un collar.
El collar de Amanda.
PUNTO DE VISTA DE
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Desperté con un horrible dolor de cabeza, pero en una cama extremadamente cómoda. La habitación era lujosa y decorada con muy buen gusto. Me puse de pie lentamente y me di cuenta de que no llevaba la misma ropa: sobre mi piel blanca se deslizaba una bata color rojo vino de seda delgada.
Una mujer unos años mayor que yo estaba sentada en un sofá no muy lejos. Miraba al reloj de la pared como si fuese lo más interesante del mundo.
-Ya despertaste- me dijo con voz melodiosa. Se puso de pie y se paró junto a mi cama. Era una chica de la edad de Ziel, de hermoso cabello rubio y grandes ojos azules.
-¿Dónde estoy?- pregunté inmediatamente. Lo último que recordaba era estar con Kalum en la camioneta esperando cerca del puerto.
-Eso no importa- me respondió con suavidad.
-Dejame ir entonces-
-No tienes de qué preocuparte.- me respondió tranquila.-No es a ti a quien quiero, Amanda- me dijo dando un par de pasos por la habitación.
-¿Dónde está Kalum?-pregunté alarmada.
-Él está bien-
-¿Quién eres tu?-
-Eres muy curiosa- me respondió con su perfecta sonrisa. Por alguna razón no me inspiraba tanto miedo.
Sacó del bolsillo de su chaqueta un teléfono y me lo tendió.
-Llama a Liam- me ordenó.
Tomé el teléfono delicadamente y en un acto rápido, ella sacó una daga y la puso cerca de mi garganta inmovilizándome. Retiro lo dicho, estaba aterrada.
-Le dirás exactamente lo que te diga- me amenazó.
Asentí y tragué saliva.
Le di al botón verde y el timbre sonó dos veces.
-¿Hola?- respondió Liam.
-Es Amanda-
-¿Dónde estás? ¿Qué pasó? Amanda ¿que...?-
Miré a la mujer.
-Dile que tienes miedo y que estás despesperada.- me ordenó. Y justo eso dije. No entendía porque me hacia hacer esto, pero el frío del metal bajo mi garganta no me dejaba siquiera pensar correctamente.
Luego de eso, me arrancó el teléfono y colgó.
-¿Porqué haces esto?- le pregunté antes de que se fuera.
-No es contra ti, cariño- me dijo sin darse la vuelta, aún con la mano en el pomo de la puerta.
