19. Atrevimiento

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Se sentía observada. No era para menos. Alba caminaba sonriente bajo un disfraz por las calles de Madrid en pleno mayo. ¿A quién se le ocurría? A ella no, a Pablo. El chico había abierto un bar que era una completa ruina. Invitaba a tanta gente que en la caja salía más dinero del que entraba. Para ganar suficiente como para afrontar los gastos del mes, había organizado una fiesta de disfraces. Sí. En pleno mayo. Aunque parecía, por las respuestas y reacciones de las redes, que tendría éxito.

Alba había quedado con Joan, María, Marta y Natalia en la parada del metro, pero la navarra la hizo ir a su casa porque tenía algo que enseñarle. Ese era el motivo por el que la rubia no dejaba de sonreír, ajena a las miradas de los más curiosos. Estaba convencida de que Natalia le había preparado algo especial, algo que terminara en una pregunta que llevaba días deseando contestar. Y es que su relación estaba clara desde hacía mucho tiempo, pero ninguna de las dos se atrevía a decirlo, a hablarlo. Ni siquiera lo mencionaban. Natalia estaba acojonada. Nunca había estado con nadie, y no sabía cómo proponerle aquello, ni si funcionaría. Dado el desastroso currículum amoroso de Alba, la chica no quería arriesgarse a acabar formando parte de la lista negra. Por otro lado, la rubia temía su reacción. ¿Y si me dice que aún no está preparada? ¿Y si se siente presionada a decirme que sí?

—¡Hola, amor! —exclamó cuando Natalia apareció por la puerta. La chica abrió los ojos mientras un pucherito formaba un par de tiernas arrugas en su barbilla—. ¿Qué pasa?

—¿De qué estás disfrazada? —preguntó al ver aquel vestido azul marino abierto por el medio y una capa del mismo color anudada en el cuello.

—De Daenerys Targaryen, la primera de su nombre, la que no arde. Reina de Meereen, reina de los Ándalos, los Rhoynar y de los primeros hombres. Señora de los siete reinos y protectora del reino. Khaleesi del gran mar de hierba, rompedora de cadenas y madre de dragones.

—Ahora en español.

—Juego de tronos, cariño—resumió, dándole un pequeño beso en la mejilla a modo de saludo. Natalia se quedó esperando uno más apasionado, pero no llegó. Cerró la puerta resignada.

—No sé que le veis a esa serie... —bufó.

—Ya te obligaré a verla un día—contestó con una risa. Seguía ilusionada, entusiasmada. Me va a pedir salir. Entraron a la habitación de Natalia, y Alba miró curiosa y sin perder el gesto emocionado todos los rincones del cuarto. ¿Qué habrás liado...? —¿Qué querías enseñarme? —se mordió el labio.

—Ah, sí—sonrió, dejando que sus ojos se iluminasen. Abrió uno de los cajones de su escritorio y le tendió una libreta. Era la que contenía el poema que le escribió el día en que se conocieron, la de la tapa con el dibujo que vestía su muñeca. Alba decidió confirmar sus sospechas, abriéndola con enorme entusiasmo e incontenida ilusión. Vio una lista enorme escrita a bolígrafo negro—. Son las posibles carreras y grados que podrías estudiar según lo que creo que te gusta, o se te da bien. ¡Mira! —señaló—. Podrías aprender a restaurar, animar en 3D, dirección de arte en pelis... —Alba dejó de escucharla mirando inerte la hoja. Pues no, no me va a pedir salir.

Guau... —soltó, viendo que Natalia esperaba algún tipo de reacción.

—Albi... —suspiró, quitándole la libreta—. Perdón. Solo quería ayudarte... pero entiendo que no quieras que me meta en eso. Yo... yo no...

—Me ha encantado, amor—sonrió amarga, abrazándola para que no pudiera ver la mezcla de sentimientos que reflejaba su cara—. La veré en casa, a ver si puedo hacer algo el año que viene—dijo, arrancando el folio y doblándolo para guardárselo en la riñonera. Sí. Khaleesi con riñonera. Al separarse del abrazo, Natalia se quedó plantada frente a ella con seriedad. Había puesto mucho esfuerzo en elaborar la lista. En ponerse en el pellejo de Alba, en recordar sus habilidades, sus preferencias. Solo se conocían de dos meses y poco.

Malasaña - (1001 Cuentos de Albalia)Kde žijí příběhy. Začni objevovat