31. Septiembre

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—No, ni hablar. Es mucho dinero.

—Pero queremos ayudarte. Tómatelo como una beca... Te aseguro que no sería la primera vez que le costeamos los estudios a alguien—insistió Mikel.

—Os agradezco el gesto, pero no puedo aceptarlo—cabeceó sonrojada.

No sabía si era por herencia o aprendizaje, pero Alba era incapaz de aceptar dinero ajeno. Prefería ganarse su propio pan. Buscarse la vida. Trabajar para costear sus propios gastos. Ya le daba cosa que Natalia le hubiera regalado el viaje a Lisboa y ahora los padres el avión a Ibiza... Era demasiado. No era por sentirse una "aprovechada", es que ella era así.

—Puedes devolvérselo después... —intentó convencerla su novia, que ya conocía a Alba lo suficiente como para saber lo muy reacia que era a recibir regalos de ese tipo.

—Valoro mucho que queráis hacer esto, pero yo no soy así. Lo siento, de verdad—suspiró agobiada.

—Eh, tranquila—susurró Nat, buscando su mano bajo la mesa—. No pasa nada. Si no quieres, ya está.

—Exacto, cariño. Solo era una propuesta—sonrió cómplice Rosario.

—No quiero parecer una desagradecida.

—¡Por favor, no! —bromeó con exagerada sorpresa el padre—. Te entendemos perfectamente. Pero la oferta la tendrás siempre sobre la mesa, Albi. Si nos necesitas, de verdad de todo corazón, puedes contar con nuestra ayuda. Para lo que sea. ¿De acuerdo?

—Sin pudor ninguno—añadió Rosario—. Y quita esa cara de preocupación, mujer. Que está todo bien.

—Vale, jo, muchas gracias—sonrió tímidamente, apretando la mano que la agarraba bajo la mesa—. Por todo, en serio. Por el viaje, por esto...

—Es un placer, Albi—dio una palmada Mikel—. Bueno, ¿tenéis algo pensado para el último día?

—Ay, no me lo recuerdes—bufó Natalia.

—Jo, a mí también me da mucha pena que Albi se vaya—hizo un puchero su padre.

—Más me da a mí—rio la rubia, contagiando de carcajadas al resto.

Y con otro tema de conversación, el delicado momento del préstamo de dinero se fue quedando atrás. Alba y Natalia disfrutaron de su última cena de vacaciones, la cual acabó con una sobremesa en el jardín comiendo helado de turrón y charlando sobre el septiembre no tan lejano. Y para acabar el día se dieron una buena ducha juntas antes de meterse en la cama.

—No quiero irme—susurró, haciéndose una bolita en el regazo de su chica, que besó su cabeza y la apretó contra ella en la última noche de vacaciones.

—Ni yo que te vayas, Albi...

—¿Por qué no me secuestras?

—¿Yo...?

—Es verdad. No cuela—rio.

—¿Y si me voy contigo?

—¿Y qué vas a hacer en Madrid con este calor? No seas tonta, anda.

—Por mucha piscina y mucha playa que tenga aquí... estoy un poco sola—reconoció—. Igual invito a alguna amiga...

—Buena idea—sonrió—. Pero con ellas no te duches, ¿eh?

—Idiota.

—Te voy a echar mucho de menos, Nat—suspiró, acariciándole el cuello.

—¿Me das un besi?

—Mil.

—Te quiero tanto—susurró en su boca antes de fundirse en un largo y cariñoso beso con sabor a despedida.

Malasaña - (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora