🌻 Capítulo 23

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La alarma de mi dispositivo móvil comienza a sonar a mi lado, haciendo que me despierte entre gruñidos y pocas ganas de levantarme. Respiro hondo y abro los ojos. Rápidamente, me incorporo y echo un vistazo a mi alrededor; me encuentro en mi dormitorio, en mi cama y Dani no está por ninguna parte. No tardo en palparme el cuerpo, notando la tela de su camiseta; al menos ya sé que no lo he soñado.

—¿Daniel? —Alzo la voz y espero algún tipo de respuesta.

Ningún sonido que me indique que él ande por aquí cerca. Me levanto de la cama y, después de apagar la alarma, me dirijo hacia el salón para ver si se encuentra allí dormido, pero tampoco está. Esto me hace pensar que, a lo mejor, cuando me quedé dormida, me dejó en mi cuarto y se marchó a su casa. Suspiro y, en el instante en el que mis ojos se topan con el anillo de compromiso en mi dedo anular, una punzada se aloja en mi estómago. ¿Es normal que me sienta tan mal por esto?

Opto por no darle más vueltas al asunto para no deprimirme más de lo que ya estoy y darme una ducha para despejarme del todo antes de irme a trabajar. Cuando me desnudo completamente en el cuarto de baño y dejo que la bañera se llene de agua caliente, dejo el anillo en la encimera del lavabo y me meto. Me toma unos minutos enjabonarme, pero, como ya viene siendo costumbre desde hace tiempo, antes de salir, me sumerjo en el agua con la espuma del jabón y me mantengo ahí hasta que mis pulmones comienzan a escocer por la falta de oxígeno.

Me aferro a los bordes de la bañera y aprieto los párpados con fuerza. Al poco tiempo, saco la cabeza del agua y cojo una bocanada enorme de aire. Las lágrimas resbalan por mis mejillas junto con el agua impregnada en cada poro de mi piel. Sollozo y lloro todo lo que quiero hasta que siento que me he deshecho de todo lo que me mata por dentro.

Una vez que termino, me seco, me visto y satisfago todas mis necesidades de higiene, cojo mis cosas junto con la camiseta del pijama de Dani y me encamino hacia la entrada de mi casa. Tomo el picaporte y, antes de hacer lo propio, le echo un rápido vistazo a la cocina. Tal vez debería de desayunar algo, pero no me apetece y voy con el tiempo justo, así que niego con la cabeza y procedo a abrir la puerta.

En ese preciso instante, me topo con mi vecino, con el brazo levantado y el puño cerrado; está en posición de llamar, en cambio, he abierto antes de que él pudiera hacer nada. Daniel traga saliva y se me queda mirando fijamente a los ojos, petrificado.

—Buenos días. —Le sonrío.

Él pestañea un par de veces y, con una lentitud aplastante, alza su otro brazo para mostrarme algo que ya tenía escrito con antelación en su pequeña libreta.

"¿Cómo estás?"

—Mejor —respondo en un susurro—. Gracias por estar conmigo anoche.

Dani me muestra una pequeña sonrisa y, tras sacar su bolígrafo, se pone a escribir en una hoja nueva. Cuando termina, me lo enseña.

"Escuché como te gritaba. Tenía miedo."

—Sí, yo también —digo más para mí misma que para él—. Oye, siento haberte dejado plantado ayer. No quería hacerlo, tenía muchas ganas de ir. Bueno, las sigo teniendo.

El muchacho menea la cabeza para hacerme saber que no pasa nada y, a continuación, vuelve a escribir. Luego de unos segundos, me lo muestra.

"La tenemos pendiente."

—Sí, espero que la próxima vez podamos ir.

Cuando terminamos la conversación, ninguno de los dos nos movemos siquiera un centímetro. Ambos mantenemos la mirada del uno fija en el otro, yo sin decir nada y él sin escribir algo. Me parece raro que estemos así, sin inmutarnos, y que ni siquiera me resulte una situación incómoda. Al contrario, estoy tan a gusto que me podría pasar las horas muertas contemplando sus iris grisáceos, observando cómo su pestañeo tarda cada vez más en llegar y como sus pupilas se ensanchan unos milímetros casi imperceptibles. En el momento en el que mis manos comienzan a sudar, el ritmo de su pestañeo y el de mi corazón se ven interrumpidos por su carraspeo de garganta. Se ha percatado de que el silencio nos estaba metiendo en un trance del que iba a costar salir si nadie lo rompía.

Luna de mielWhere stories live. Discover now