🌻 Capítulo 37

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Una punzada de dolor se aloja en las profundidades de mi cabeza, haciendo que me despierte y gruña para mis adentros mientras me llevo una mano a la cara y me la restriego. Segundo después, abro los ojos, lo que provoca que la luz de la mañana que entra por las ventanas del salón, se me clave en las pupilas como si fuesen agujas; se me debió olvidar bajar las persianas ayer.

Poco a poco vuelvo a abrirlos, hasta que me acostumbro a la iluminación de la estancia y veo el desastre que hay montado ante mí. La mesita contiene los dos vasos de chupitos junto a la botella de alcohol y un par de hojas con dibujos espantosos. Al atreverme a echar un rápido vistazo al suelo, me percato de que este está a rebosar de papeles arrugados como si de un vertedero se tratase, lo que hace que me pregunte: ¿Qué diantres ha pasado aquí?

Respiro hondo y me remuevo un poco en el sofá, hasta tal punto de notar como algo debajo de mí se mueve también. La respiración se me corta y me quedo totalmente quieta por unos breves instantes. Ese pequeño inciso me hace sentir un suave vaivén que mueve mi cabeza de arriba abajo. ¿Qué cojones? ¿Mi sofá respira?

Trago saliva y me incorporo lentamente hasta que puedo ver un pecho desnudo bajo mis manos y donde he estado plácidamente durmiendo con anterioridad. Al subir unos centímetros más la mirada, me topo con el rostro de Daniel, tranquilo y dormido como si fuese un cachorrito. Me quedo completamente embobada admirándole, como si fuese algo de otro mundo; los mechones de su cabello rubio caen sobre sus párpados cerrados y sus labios entreabiertos me llevan hasta los recuerdos de anoche, poniéndome nerviosita perdida y con una vergüenza encima que mis mejillas sacan a relucir por medio de un calor impregnado, segurísimo, de un suave tinte rojo.

Me incorporo del todo hasta que quedo sentada sobre su pelvis y con una pierna a cada lado de su cuerpo. Como si su piel quemase, aparto las manos de su torso y continúo mirándole sin saber qué hacer, estoy tan avergonzada por los pensamientos que abordan mi mente sobre lo que ocurrió ayer, que no soy capaz siquiera de reaccionar. Me entran ganas de chillar con solo ver la pintura que dejó sobre mi tatuaje pegada a su abdomen. ¿En qué momento se me pasó por la cabeza quitarme la camiseta y decirle que me lo pintase? Pero... ay... no... AY, JODER.

La respiración se me agita y el pulso se me acelera de solo recordarlo, así que no dudo en bajarme de encima de él enseguida y con cuidado de no despertarle. Acabo de cuclillas en el suelo y con una mano sobre el borde del sofá mientras que me aseguro de no haberle molestado. Me fijo en los movimientos de su pecho y vientre debido al aire que entra y sale de sus pulmones y, en un desvío rápido de la mirada al notar mis pómulos arder, doy con un pequeño detalle del que no me había percatado anoche. En la zona de sus costillas, tiene un lunar del tamaño de una moneda de un céntimo que está siento perseguido por el tatuaje del contorno de un comecocos. No puedo evitar reírme en silencio al presenciar tan divertida imagen.

Aparto la mirada y, en cuanto doy con mi camiseta unos metros enfrente de mí, camino acuclillada hacia allí hasta cogerla entre mis manos y, luego, me la pongo. En ese instante, escucho a Daniel respirar hondo y moverse, lo que hace que mi corazón pegue un vuelco y dirija la mirada de inmediato hacia a él. Al hacer esto, me doy cuenta de que se ha girado hacia aquí, por lo que su cara y la mía están a tan solo unos pocos milímetros de distancia; sigue dormido. Mis ojos bajan hasta sus labios y trago saliva.

Tengo unas inmensas ganas de besarle. Tanto que, de forma inconsciente, me humedezco el labio inferior y lo sujeto bajo mis dientes por unos pocos segundos. Enseguida regreso a la realidad y meneo la cabeza de un lado a otro para deshacerme de esos pensamientos a la vez que pego la mirada en el suelo y me dispongo a respirar profundamente.

—Hazlo —dice su somnolienta voz de repente—. No te eches atrás ahora.

Alzo la vista con el corazón latiéndome a mil por hora; ¡me ha pillado! Dani me mira con solo un ojo abierto en una pequeña sonrisa en sus labios.

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora