🌻 Capítulo 28

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Noto las mejillas resecas y escozor en los ojos debido al tiempo que he me he pasado llorando desde que esta mañana Víctor se ha ido a trabajar y me he dado cuenta de que se ha llevado las llaves de mi casa y me ha dejado encerrada otra vez; seguro que lo ha hecho por mi intento de ayer de irme lejos de él. No sé cuántas horas han pasado desde que me he sentado en el suelo, con el cuerpo y la cabeza apoyada contra la puerta, a la espera de que mi novio regrese, pero estoy segura de que no ha sido pocas.

Mi teléfono móvil vuelve a sonar por décima vez en el día de hoy; la llamada pertenece a José. Él, Catalina y Bruno han estado insistiendo en llamarme y mensajearme durante estos días, sin embargo, no me he atrevido a descolgar o a responderles. Cierro los ojos y respiro con calma hasta que el dispositivo deja de emitir la canción predeterminada que viene por defecto en el teléfono. Cuando esto sucede, hay algo que me sobresalta en el acto, haciéndome separar los párpados de nuevo; unos suaves golpecitos en la puerta de casa.

—¡Wendy, soy Adri! —avisa la niña—. Acabo de llegar del cole y quería saber por qué razón no viniste ayer a mi fiesta como prometiste. Me negué a soplar las velas sin ti. Te eché mucho de menos...

Un jadeo se escapa de mis adentros, por lo que me tapo la boca con una de mis manos para callarlo. Escuchar su inocente voz tan entristecida me parte el alma, pero Víctor no quiso dejarme salir desde que me pilló haciendo las maletas. Me gustaría poder tener la valentía suficiente de enfrentarme a él y acabar con todo esto de una vez, de contarle toda la verdad a mi gente y disculparme con mi pequeña vecina por mi mal gesto, pero no soy capaz. Soy una cobarde, siempre lo he sido y creo que siempre lo seré.

—Sé que estás ahí dentro... —solloza y eso hace que mi corazón se rompa en miles de pedazos—. Te he guardado un trozo de tarta. Puedes venir a comértelo y así puedo soplar las velas contigo, me haría mucha ilusión. ¿Estás enfadada conmigo?

Esta última pregunta la formula al borde del llanto, lo que me arranca un par de lágrimas. Me gustaría salir ahí afuera y darle el abrazo más fuerte que jamás he dado; me siento tan mal que no me atrevo a pronunciar ni una sola palabra.

—Vamos, cariño. Entra en casa. —La voz de Silvia se hace presente en el lugar y, después de unos segundos, dice lo siguiente—: oye, Wen. Estoy aquí para apoyarte en cada decisión que tomes, voy a estar a tu lado hasta que estés preparada para dar el paso, para enfrentarte a tus temores. Te quiero mucho.

Dicho esto, oigo como sus pasos se alejan del lugar y como la puerta contigua se cierra, dándome a entender que ya se ha marchado de a su piso. Me limpio la agüilla salada que hay derramada por mis pómulos con las mangas de mi pijama y respiro hondo para intentar tranquilizarme y pensar con claridad. Debo enfrentarme a mis miedos como Silvia me ha dicho, no obstante, siempre que he probado a hacerlo, he acabado mal. ¿Debería de seguir intentándolo? Ya ni siquiera tengo las fuerzas suficientes para seguir peleando, mucho menos aguantando.

Dirijo la mirada hacia el fondo del pasillo, viendo como la luz que emana de mi dormitorio ilumina el cuarto cerrado que hay justo enfrente; es como si los rayos de sol me lo estuviesen señalando. Frunzo el ceño y me incorporo, separándome poco a poco de la puerta. Tal vez sea hora de buscar las fuerzas que necesito en otro lado.

Me pongo en pie con lentitud y camino hacia mi habitación. Una vez aquí, me siento en el borde del colchón, dejo el móvil sobre la mesilla y saco la carta y la llave que me dejó mi madre antes de quitarse la vida del cajón. Deshago el nudo del papel enrollado y me quedo observando cómo mis manos lo desdoblan entre temblores. En el momento en el que me siento lista para dar ese paso que tanto me ha costado, comienzo a leer las líneas que tantas veces he leídos sin atreverme a continuar. Cojo una bocanada de aire, la expulso lentamente y me pongo a ello, prestándole toda la atención del mundo, así como respeto.

Luna de mielWhere stories live. Discover now