🌻 Capítulo 34

3.4K 447 121
                                    

Último día de trabajo antes de las vacaciones de agosto y, ¿sabéis qué? Ajá, exacto, llego tardísimo.

Ayer José me llamó tarde para decirme que debía de estar una hora antes en la cafetería para preparar unas cosas con el resto por ser el último día y, sabiendo lo que me cuesta levantarme por las mañanas, Daniel se ofreció a llamarme por teléfono para que me despertara. Pues bien, me he levantado con quince llamadas perdidas suyas y un mensaje en el que decía: "dimito". Si es que soy un desastre del derecho y del revés.

Me mantengo corriendo de un lado a otro buscando las llaves de casa, las cuales acabo por encontrar dentro del cubo de la ropa sucia; las debí de echar ahí por error al llegar a casa. Una vez que las tengo conmigo y me cercioro de que ya estoy completamente lista, salgo del piso, cierro la puerta y me encamino hacia el ascensor. Este no tarda en llegar y hago el descenso a solas.

En este tipo de situaciones hecho mucho en falta a Dani, pero luego recuerdo lo que pasó entre nosotros anoche y se me pasa. Me fui a la cama con una sonrisa de oreja a oreja y esta mañana creía que nada había ocurrido hasta que he mirado el móvil. No puedo creer que le vuelva a tener en mi vida, estoy que no quepo en mí de la felicidad que siento.

Aunque también me siento un poco extraña y me costó mucho conciliar el sueño pensando en ello. No estoy preparada para iniciar una relación seria con alguien tan pronto y no sé cuándo lo estaré; me espanta la idea de hacerle daño y quiero evitarlo a toda costa. Le quiero, siento algo por él y, ahora sé que, él también por mí. No sé a dónde nos llevará esto, pero las dudas y el miedo ya están comenzando a atormentarme. ¿Y si se cansa de mí? ¿Y si quiere ir más rápido? ¿Y si no puedo darle lo que quiere? Daniel es increíble y merece algo mejor. Joder, no quiero cagarla y creo que ya lo estoy haciendo. Tal vez no debimos habernos besado...

Decido apartar esos pensamientos de mi mente por el momento y centrarme en llegar lo antes posible a la cafetería para librarme de broncas. Cuando alcanzo a la planta baja, me aproximo corriendo hacia la puerta del portal y salgo como alma que lleva el diablo. No obstante, apenas doy dos pasos y el claxon de un coche penetra en mis oídos, haciéndome parar y mirar a mi alrededor hasta que doy con el vehículo blanco del que antes era el vecino del noveno. Sin demora, camino hacia él y, nada más abrir la puerta del copiloto, le pregunto lo siguiente:

—¿Qué haces aquí?

—Intentar que no llegues tarde. —Se ríe—. Venga, sube.

Hago lo que me dice, después de agradecerle un par de veces, y cierro la puerta. Me abrocho el cinturón de seguridad y, en cuanto noto su mirada expectante sobre mí, le miro. El chico abre la boca para decir algo, pero parece arrepentirse, por lo que vuelve a juntar sus labios y poner la vista al frente mientras esconde una sonrisa que busca salir a relucir en su rostro. Arrugo la nariz un tanto confundida.

—Dime. ¿Qué pasa?

Daniel llena sus pulmones de aire y regresa sus iris grisáceos a los míos.

—¿Puedo darte un beso? —inquiere en apenas un susurro.

No respondo, me quedo totalmente estática, con la respiración temblorosa y el corazón latiendo muy rápido. Él comienza a acercar su rostro al mío hasta que nuestras narices se chocan, pero se detiene a esa poca distancia de mí, esperando a que yo le dé luz verde o roja. Trago saliva y me relamo los labios, queriendo besarle tanto como él parece que quiere hacerlo conmigo, sin embargo, acabo por alejarme y apoyar mi espalda en el respaldo. Me siento como una mierda, basura.

El chico retrocede sin emitir ninguna queja y, tras arrancar el coche, pone rumbo hacia Gran vía. Le observo de reojo, queriendo averiguar lo que le ronda por la cabeza ahora mismo, pero su expresión neutral no me facilita la tarea. No sé si se ha enfadado conmigo por el rechazo o qué, no obstante, cuando vuelve a abrir la boca, mis opciones se desvanecen.

Luna de mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora