3. Te necesito

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Para calmar sus nervios bebió esa noche.

   Pero no se emborrachó ni perdió su dignidad hasta... horas después. 

   La chica que lo acompañaba; una rubia de hermosos ojos azules, lo miraba con diversión, mientras Jaemin le contaba toda la historia sobre su ex. Desde su primer aniversario juntos, hasta el último regalo de cumpleaños que le dio.

   —Fue un globo así de graaaaande —con exageración Jaemin abrió los brazos y sorbió por la nariz, tratando de sonreír y aguantar el llanto—. Era un hijo de perra muy romántico.

   — ¿Y por qué terminaron? —después de escuchar la historia completa (sin haberla pedido), ella tenía curiosidad. Parecían la típica pareja melosa que no puede vivir el uno sin el otro. Imaginar que habían terminado la hacía dudar terriblemente del amor—. Parecía que se querían mucho.

   Jaemin guardó silencio. Miró la mesa de madera como si fuera la cosa más interesante del mundo y trató de huir de los recuerdos que constantemente lo atormentaban.

   —Él me dejó —dijo finalmente con un hilo de voz. Dándole un trago a su tarro de cerveza, tratando de dispersar sus pensamientos—. El amor se acaba.

   —Pero... —la duda aún persistía en ella. El chico que tenía enfrente era lindo, de ojos juguetones y sonrisa aniñada. Las fotos que le había enseñado de su ex también eran lindas. No se los podía imaginar terminando—, ¿Qué fue lo que pasó exactamen...?

   Por desgracia la chica no pudo terminar la oración, pues Jaemin se puso de pie, lanzando un puñado de billetes a la mesa con indiferencia. Asustado de entender que todavía le dolía contar una historia que se suponía ya había superado.

   —Yo pago, gracias por escucharme.

   En ese momento se encontraba más cuerdo de lo que pensaba.

  ¿Para qué buscarse una sexy chica con la cual divertirse si se la iba a pasar cuestionando su vida amorosa? Jaemin no necesitaba de esa mierda. Lo único que quería era sentirse bien, como si en realidad no tuviera el corazón hecho pedazos.

   Caminó hacia la pista de baile, sintiéndose melancólico. No importaba cuántos cuerpos chocaran contra el suyo o cuantos hombres le sonrieran de manera sugestiva. Jaemin se sentía vacío y triste.

   A Jeno no le gustaba bailar. Jaemin creía que era un amargado, pero aun así lo aguantaba porque era su amargado favorito.

   Era, era, era. Se obligaba a repetir con insistencia. Porque ahora ya no lo es más.

    De camino a la pista de baile, movió la cabeza hacia ambos lados, estirando los brazos. Las personas a su alrededor comenzaron a apartarse. Jaemin no era un mal bailarín y lo sabía. Siempre le había gustado bailar, aun cuando su ex novio fuera reacio con el tema.

   Una vez en el centro de la pista cerró los ojos y se dejó llevar. Todo parecía tan irreal; las voces, la música, el humo que lo rodeaba. Era como estar en una nebulosa. Sin embargo, como en todo efecto calmante, el miedo y el desespero hicieron acto de aparición. Sentirse bien era una buena idea, pero su mente lo traicionaba, enviándole recuerdos que no quería ver.

   Bajo sus párpados se coloreó la forma en como Jeno tenía para reírse de todo lo que decía; entrecerrando los ojos hasta formar dos medias lunas a la par en que su boca se abría enormemente, mostrando su preciosa sonrisa.

   Jaemin sacudió la cabeza varias veces, tratando de que los recuerdos lo dejaran tranquilo.,  ¿Cómo puedo sacarte de mi mente? Gemía bajo la música, deseando tomar su mano y metérsela dentro de la cabeza para arrancarse todos los recuerdos.

   ¡Te odio!, ¡Te odio!, ¡Te odio!

   Sin avisar unas arcadas desconocidas lo hicieron detenerse. Abrió los ojos de golpe y reuniendo todas sus fuerzas, corrió hacia los sanitarios.  El camino no fue fácil, pero pudo recorrerlo. Al llegar a los sanitarios empujó a los chicos de la fila y se apresuró a sacar a uno que estaba a punto de entrar a un cubículo. Cerró la puerta y vació todo su estómago sobre el retrete.

   Con cada arcada un sentimiento nuevo de vacío y rencor lo hacían llorar. Las lágrimas calientes y gruesas bajaban por sus mejillas lentamente como si fueran el castigo que merecía por cometer tantos errores. Jaemin sabía que estaba siendo irracional e inmaduro con lo que estaba a punto de hacer, pero no pudo evitar gritar y sacar el teléfono de su pantalón, para luego presionar la tecla número uno. El único en su marcación rápida.

   Sólo un timbre pasó antes de que la voz de Jeno se escuchara y lo hiciera volver a estremecerse.

   — ¿Jae?

   Él sonaba tan preocupado que Jaemin tragó saliva, esperando que la voz no le temblara.

   —Te necesito... —cerró los ojos con fuerza y un nuevo torrente de lágrimas bajó por sus mejillas—, ¡Te necesito tanto que lo odio!

   Tenía más que decir. Todo un discurso lleno de reclamos que lo harían enfurecer, pero antes de que pudiera continuar padeció de un severo retortijón.

   Horrorizado de que Jeno lo escuchara, le colgó. Vomitando sobre el retrete hasta que sus oídos retumbaron y su visión se volvió borrosa.

   A ese paso, ni de loco iba a poder superar a su ex.

Move On |NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora