9. El que un día pudo ser

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Robarse un trozo enorme de pastel, con un cartón de leche que estaba en el refrigerador mientras todos bailaban alegremente en la pista, no le pareció la mejor solución a sus problemas. Pero como no quería beber y fomentarse a la larga un alcoholismo de mierda, tuvo que conformarse con la comida. 

   Nadie estaba prestándole atención. Todos parecían demasiado absortos en la felicidad de Jungwoo y de su esposo como para notar sus desgracias. Jaemin se sentía bien de que así fuera. Esa era su boda y ellos debían disfrutarla al máximo. Sin amargarse la existencia por un chico tonto que tenía el corazón roto .

   Buscando un lugar en donde comer pastel y llorar sus desgracias en paz, llegó al jardín, que siempre había sido su lugar favorito de toda la casa. El sentimiento no hizo más que incrementar cuando notó que estaba repleto de flores preciosas y luces de colores. Suponía que alguna clase de evento magnifico como el baile de los novios o el de los padres, se celebrarían ahí. Por lo que se permitió disfrutar de la soledad y tranquilidad que se respiraba.

   En medio del jardín, con el pasto perfectamente podado y la luna de acompañante, se dejó caer, doblando las piernas y sentándose para tomar con las manos la rebanada de pastel, aprovechando que nadie lo veía para comer como un completo animal.

   Las primeras veces que iba a casa de los Lee a comer, se sentía avergonzado por no saber tomar correctamente los cubiertos. Jungwoo siempre le decía que no se preocupara y que a la larga iba a aprender, pero Jaemin no estaba tan seguro. Sin embargo, Jeno como el encantador príncipe que era, se sentaba a su lado y lo ayudaba a seleccionar el cubierto adecuado para cada comida, sonriéndole y alentándolo con besos al terminar cada lección que poco a poco se volvieron pretextos para terminar besándose debajo de la mesa.

   Jaemin estiró su mano derecha y movió los dedos, preguntándose cómo es que se vería luciendo un anillo de bodas. Comprometido con la persona que amaba.

   El sentimiento de anhelo no duró mucho.

   Estaba por dar tomar el último bocado de su descomunal rebanada de pastel cuando su teléfono comenzó a sonar. Jaemin se lamió los dedos lo más rápido que pudo y se apresuró a buscar en sus bolsillos. No tenía ni idea de quien podría ser y menos a esas horas.

   — ¿Hola?

   — ¡Jae! —su mejor amiga lo saludó desde el otro lado de la línea—, ¿Estás ocupado? ¿Estoy interrumpiendo algo?

   —No, no —sólo mi depresión, pensó— ¿Cómo has estado? Hace mucho tiempo que no sabía nada de ti, eres mala Dahyun, muy mala.

   Ellos se habían conocido gracias a sus madres. Desde el primer momento hicieron clic y su amistad se fortaleció con los años. Hasta que tuvieron que separarse porque Jaemin se mudó y ella consiguió un empleo local. 

   —Lo siento mucho, Jae, sabes que el trabajo no me da el tiempo libre que quisiera —Jaemin lo sabía, su mejor amiga trabajaba en una editorial y recientemente la habían nombrado coordinadora de redacción—. Pero recién acabo de terminar con el de hoy y quise llamarte para preguntar cómo estabas.

   Jaemin aún no le había dicho nada sobre su situación. Estaba tan ensimismado que ni siquiera le había contado a Dahyun que Jeno y él habían terminado. Ese era el momento perfecto para desahogarse, aunque fuera por teléfono. 

   —Sabes que a ti no puedo mentirte —Jaemin bajósu mano libre y jugueteo con el pasto bajo su cuerpo—. Las cosas últimamente no han ido tan bien como yo quisiera.

   — ¿Pasó algo? ¿Te encuentras bien? —su voz cambio drásticamente por una preocupada. Ella realmente cuidaba de él.

   —Pues... —Jaemin tragó saliva, arrancando un puñado de pasto verde—, Jeno y yo terminamos.

Move On |NoMinWhere stories live. Discover now