4. Terminamos

5.5K 743 338
                                    

Jeno estuvo llamándole al celular durante toda la noche: sin descanso y tampoco, sospechaba Jaemin, sin piedad para su pobre corazón.

   Sabía que gran parte de la culpa era suya, ¿Para qué demonios había llamado a Jeno de todas las personas en el maldito mundo? Ni siquiera sobrio lo sabía. El alcohol definitivamente lo hacía cometer cosas muy estúpidas.

   Y a pesar de que había ignorado sus llamadas con éxito, no lo pudo hacer con la sensación de culpabilidad que le recorrió el pecho al ver a Jeno parado en la puerta de su casa con el pijama puesto y el cabello revuelto. Después de seis horas de llenarle el teléfono de mensajes de voz.

   —Jae... —Jeno jadeó, doblándose sobre sus rodillas para tomar aire mientras sus ojos oscuros como la noche lo miraban con cuidado, examinándolo de pies a cabeza, a lo mejor comprobando que no estuviera misteriosamente mutilado—. Y-ya estoy aquí.

   Simples palabras que no debieron hacerlo sentir bien, pero que de todas formas lo hicieron.

   Jaemin con mucho esfuerzo se había dado una ducha (principalmente para quitarse el aroma a vómito) y al igual que Jeno tenía puesto su pijama. Jaemin se mordió el labio inferior y miró a su ex, extrañando terriblemente su calor y la manera tan dulce que tenía de acariciar su cabello antes de dormir.

   Movió su cabeza hacia ambos lados. Debía evitar los recuerdos. Nada bueno le traían.

  —Yo... —Jaemin carraspeó y desvió la mirada, tratando de buscar las palabras correctas. ¿Qué demonios lo iba a salvar esa vez? Jeno se había tomado muy en serio su llamada y por eso estaba ahí, esperando salvarlo de una situación extrema que lo orillara a pedir su ayuda—. Estoy bien.

   No era verdad. Para nada que lo era, pero ¿Qué más le decía? Ellos no habían terminado mal. No volaron platos, ni sus fotografías por los aires. No se dijeron cosas hirientes ni tampoco se aplicaron la ley del hielo.

   Ellos sólo terminaron y ya.

   Por eso Jaemin no sabía qué hacer con aquella situación. Se suponía que quería olvidarlo, que quería conocer más gente, salir del hoyo. Pero al parecer su maldito corazón traicionero no quería que lo hiciera, pues no dejaba de añorar momentos que ya no volverían.

   A un hombre que ya no lo amaba.

   — ¿Qué? —Jeno parpadeó, evidentemente confundido. Arrugando la nariz (su enorme nariz) de manera tan tierna y conocida para Jaemin que interiormente gritó, ¡Cuánto te extraño, tucán de mierda!— ¿Estás bien? ¿De verdad? ¿No pasa nada?

   Que pareciera tan preocupado tampoco lo ayudaba a sentirse mejor. Lo único que quería ver era su indiferencia, no las ganas que tenía de salvarlo cuando lo necesitara.

   — ¿Por qué no pasas y te invito un café? —Jaemin suspiró, tratando de acomodar sus ideas mientras se hacía a un lado, invitándolo a pasar.

   Ni siquiera esperó su respuesta. Jaemin giró sobre sus talones y se dirigió hacia la cocina, con el corazón latiéndole con fuerza. Las sienes todavía le punzaban pero ya no estaba borracho, solo un poco ido. El baño de agua fría acompañado de un vaso de jugo de tomate lo habían estabilizado lo suficiente como para ser consiente del dolor que sentía en su corazón al sentir a Jeno de nuevo. En casa.

   O en lo que quedaba de ella.

   —Jae.

   Trató de no parecer aliviado cuando lo escuchó detrás de él. Le había hecho caso. Estaba adentro, no se había ido.

   — ¿Quieres un té o un café? —Jaemin trató de evadirlo mientras colocaba agua en la tetera, buscando la caja de té en la alacena.

   Sabía bien lo que a Jeno le gustaba, joder, ¿Cómo no lo iba a saber? Pero, aun así no quería demostrarle que todavía estaba interesado en él. Quería hacerlo sentir que había perdido relevancia en su vida. Quizás de esa forma hasta él mismo se lo creía.

   —Jae, ya sabes lo que quiero.

   A mí no. Pensó con tristeza.

   —No lo sé, ¿café o té?

   Jeno suspiró.

   —Té, por favor.

   — ¿Con cuantas de azúcar?

   Las manos comenzaron a temblarle cuando tomó la cuchara y la enterró dentro del tarro de azúcar. Jeno lo notó y antes de que hiciera un desastre con ella, puso una mano sobre la suya, guiándola hacia la taza.

   —Jae...

   Trató de ignorarlo, pero Jeno siempre había sido una persona difícil de ignorar. Su aroma estaba matándolo, llenándole los pulmones como si fuera aire. Sabía que le gustaba ducharse antes de dormir, que sus pijamas tenían que ser térmicos y que el té le gustaba con dos de azúcar y una de miel.

   —Supongo que lo quieres con una.

   E intentó separarse, retrocediendo torpemente y chocando contra la barra de la cocina en el proceso. Jeno aprovechó su momento de debilidad para posarse frente a él, con su mano todavía sobre la suya, mirándolo fijamente.

   — ¿Por qué no quieres decirme lo que te pasa? —preguntó dolido. Como si Jaemin le estuviera escondiendo un secreto en lugar de sus verdaderos sentimientos—. Me llamaste y yo sé... que no estabas bien. Has estado llorando, ¿verdad?

   ¿Con que cara podía mentirle? Seguramente lo había llamado sollozando y en ese momento sus ojos estaban hinchados. Quería dejar de humillarse frente a Jeno, pero al parecer no podía. Le quedaba claro que iba a ser imposible pasar de él para hacer su vida con normalidad.

   —Estaba borracho —reconoció finalmente, soltando un suspiro que lo avergonzaba—. Lamento haberte hecho venir por nada.

   Jeno entrecerró los ojos. Sabía lo mucho que le disgustaba que se propasara con la bebida. Pero justo en ese momento no tenía por qué reclamarle absolutamente nada. 

   — ¿Estás seguro?

   — ¡Sí! Maldita sea, ya te dije que sí.

   No quería pelear con él. Joder, ni siquiera lo habían hecho cuando terminaron, pero es que ¿ese hombre no hablaba su idioma? ¿Por qué no podía dejarlo tranquilo?

   Jaemin secretamente lo amaba y también lo odiaba por haberle hecho caso a su llamado de manera tan rápida. No dudaba que podía contar con Jeno en una emergencia. Pero, en ese momento claramente no la tenía y su cercanía, al igual que su aroma estaban a punto de hacerlo enloquecer.

   —De acuerdo —Jeno respondió, indeciso. No había necesidad de mantener sus manos entrelazadas, pero todavía lo estaban—. Sabes que en cualquier momento puedes llamarme, ¿verdad?

   Jaemin asintió, tratando de no parecer afectado.

   —Seguro.

   —Bien.

   Pero seguía avanzando hacia él, mientras sus ansiosos ojos le miraban los labios.

   —Bien —Jeno susurró, hipnotizado con el movimiento de su pequeña y rosada lengua humedeciendo su boca—. Creo que me voy.

   —Gracias por venir.

   Jeno asintió, Jaemin cerró los ojos y esperó con anticipación y anhelo un beso. Un beso que necesitaba con todo su corazón.

   —Cuídate, Jae.

   Pero ese beso nunca llegó.

   Sus labios se estamparon tiernamente sobre sus mejillas antes de separarse y darle una última mirada. Jeno caminó hacia la puerta y Jaemin se dijo a sí mismo que no debía de estar tan sorprendido por su indiferencia.

   Después de todo, ellos ya habían terminado.

Move On |NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora