Capítulo 56. La Nación de Aslan

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A donde fuera que viera estaba rodeada de gracia y gloria, el azul del cielo y del mar la mezcla perfecta para descansar por el resto de la eternidad.

Llenaba un punto donde el mar terminaba y las olas de espuma golpeaba. Una isla de arena clara y tibia rodeada de una calma de dicha y paz que deba la bienvenida a un colosal muro de agua, como una ola gigante pintada de un azul turquesa tan profundo como los ojos divinos de quien pintó el cielo.

Alison la reina de Narnia sabía que había llegado al reino donde todos los títulos no existen, donde todas las riquezas y grandezas se esfumaban, el reino de bienaventuranza donde todos somos iguales, donde toda corona cae pues sólo un gran rey la lleva y la llevará para siempre.
Su barca de madera llegó al final, estancándose sobre la arena, y fue entonces cuando sus pies descalzo tocaron los primeros granos de arena, una armonía le escaló de los pies al corazón, aquella arena era la letanía de victoria de tras haber pisado tantas rocas filosas en su vida al fin llegaba al final del recorrido donde sus heridas se curaban y sus cicatrices cerraban. Alison miró el basto muro de agua y sal, recordando todos los muros que en vida había construido y destrozado. Miró al cielo, y aunque el sol no se observaba, estaba iluminando con rayos de salvación a todo el lugar, acompañando su luz de una cálida brisa que envolvía su cuerpo limpiando el polvo del daño y el mal que en vida la habían abrumado, Alison lo supo había llegado a la meta de la carrera, al final del recorrido, había alcanzado el fin al que todos desde que nacemos estamos destinados a llegar, que por mas diferente que sean los hombres todos están destinados al mismo final.

-Es hermoso, ¿cierto?-pronunció una majestuosa zona a sus espaldas, obligándola a girar sobre sus tobillos para verle.

-Lo es-le respondió Alison con una sonrisa al gran león de dorada melena.

Aslan, un ser de infinita luz, tan bello como el amanecer y glorioso como el anochecer, Alison podía incluso ver la aureola alrededor de su cabeza y melena

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Aslan, un ser de infinita luz, tan bello como el amanecer y glorioso como el anochecer, Alison podía incluso ver la aureola alrededor de su cabeza y melena. Verlo inundaba a espíritu de una paz que incluso estando en el mismo paraíso, no experimentabas.

-Es curioso pequeña, eres una de mis hijos cuyos ángeles están en la tierra y no aquí-dijo Aslan para formar un viento de recuerdos en Alison.

Edmund. Lo sabía, él era su ángel y aunque no estuviese con él, su imagen perfectamente memorizada se proyectaba en su imaginación. Era su ángel lo podía ver en sus ojos y sentir en el imaginar de sus brazos rodeando su piel, un toque celestial de protección y amor.

Su tumba ya estaría construida, y él mirando arrodillado a los huesos de loq un alguna vez formó a su ser, estando a seis metros bajo tierra en la vida y estado a seis vidas de distancia entre el cielo y la Tierra. El corazón de Alison se aferró a la idea que de aquella tumba de piedra y tierra podrían florecer las flores de la eterna promesa de un "Por siempre y para siempre", pues ella en el cielo le estaría esperando.

-Pero algún día ambos terminarán en el mismo lugar-dijo Aslan como si pudiese leer sus pensamientos.

-¿Es momento de entrar?-preguntó Alison tras asentir con la cabeza.

𝑵𝑨𝑹𝑵𝑰𝑨: 𝑳𝒂 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒅𝒂 𝑫𝒆 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒂𝒍✰︎ೃ °➫𝑪𝒐𝒎𝒑𝒍𝒆𝒕𝒂Where stories live. Discover now