Capitulo 14

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Peeta se sentó para calzarse unas deportivas azules. La habitación parecía una zona de guerra. Las sábanas estaban revueltas encima del colchón y la colcha y las almohadas estaban tiradas en el suelo.
Salvaje. Era la única palabra que le acudía a la mente para describir la noche anterior. Sexo salvaje con una bella y fogosa mujer. La vida no podía ser mejor.
Sólo había un problema. Katniss no era cualquier bella y fogosa mujer. No era un ligue. Y ciertamente no era una de esas mujeres que querían acostarse con él porque era jugador de hockey. Era la madre de su hija. Las cosas estaban comenzando a complicarse.
Peeta se encaminó a las escaleras.
La noche anterior Katniss le había mostrado de nuevo otra parte de su pasado, le había mostrado a una niña confundida y herida, y le había agregado otra dimensión a la forma en que la veía de adulta. No creía que ella hubiera tenido intención de cambiar nada, ni siquiera su opinión de ella. Pensó en su voz cuando le había hablado sobre su madre. Había bromeado sobre que pensaba que era tonta por esperar el amor de su padre. Lo había dicho como si le diera vergüenza, como si esperara demasiado.
En silencio Peeta salió a la terraza. Trotaba tan ligeramente como le era posible al bajar las escaleras a la playa. No quería despertar a Katniss. Después de la noche anterior suponía que necesitaría dormir.
Y él necesitaba pensar. Necesitaba pensar sobre lo sucedido y sobre lo que iba a hacer a partir de ese momento. No podría evitar a Katniss, ni aunque quisiera. Ella le gustaba. La respetaba por todo lo que había logrado en la vida, en especial ahora, que la entendía un poco mejor. Y también comprendía mejor por qué siete años antes no le había dicho nada sobre Prim. Aún seguía molesto, pero ya no estaba enfadado.
Pero no estar enfadado y estar enamorado eran cosas distintas.
Había estado casado dos veces y nunca había amado a una mujer.
Las personas confundían sexo con amor. Peeta nunca lo hacía. Eran dos cosas totalmente diferentes. Amaba a su abuelo. Amaba a su madre. Era amor lo que sentía por su primer hijo, Toby, y ahora por Prim, un amor que rezumaba desde lo más profundo de su ser. Pero nunca había estado enamorado de una mujer con el tipo de amor que volvía loco a un hombre. Esperaba que Katniss pudiera mantener separados amor y sexo. Creía que podría, pero si no era así tratar con ella iba a ser muy difícil.

                               ****
Katniss leche sobre un tazón de Froot Loops y colocó los cereales sobre la mesa.
—¿Dónde está Peeta? —preguntó Prim mientras cogía la cuchara.
—No lo sé. — Katniss se sentó en una silla frente a su hija. Estaba muy cansada y tenía doloridos los músculos de los muslos. No le habían dolido tanto desde unas clases de aeróbic a las que había asistido el año pasado.
—Seguro que está corriendo otra vez. —Prim cogió una cucharada de Froot Loops y se la metió en la boca.
—Es probable —contestó Katniss, preguntándose por qué Peeta necesitaba hacer ejercicio después de la noche anterior. Habían hecho el amor en varias posiciones diferentes con un apoteósico final en el jacuzzi.
Cerró los ojos y pensó en los fuertes brazos y el esculpido pecho de Peeta. Se imaginó a sí misma frotándose contra su duro abdomen.
—Tal vez vuelva pronto —dijo Prim, masticando ruidosamente sus cereales.
—Por favor, mastica con la boca cerrada —le recordó a Prim automáticamente.
Mientras miraba la cara de su hija, se sintió como una desvergonzada. Tener esos tórridos pensamientos delante de una niña inocente era indecente.
Katniss fue a la cocina y cogió de la alacena una bolsa cafe. Peeta la había hecho sentirse viva de una manera que hacía mucho tiempo que no se sentía. La había mirado con ojos hambrientos, la había hecho sentirse deseada. El sexo con Peeta había sido maravilloso. Entre sus brazos se había convertido en una mujer segura de su propia sexualidad. Por primera vez desde la pubertad se encontraba a gusto con su cuerpo y jamás se había sentido segura con un amante hasta ese momento.
Pero no importaba lo maravilloso que hubiera sido, el sexo con Peeta había sido un error. Lo supo desde que la había besado en la puerta del dormitorio de invitados deseándole buenas noches. Había sentido un vuelco en el corazón. Peeta no la amaba y se había sorprendido de cuánto la había herido saberlo.
No lo culpaba. El dolor que sentía ahora era culpa de ella, y era ella quien tenía que ponerle remedio.
Había pensado que podría amarlo con el cuerpo, pero no con el corazón. Sin embargo, esa ilusión se había evaporado con la luz de la mañana. Siempre había amado a Peeta. ¿Cómo iba a poder verlo de forma regular y fingir que no sentía nada?
Sonó el teléfono, sobresaltando a Katniss. El contestador automático emitió un pip dos veces e hizo clic al conectarse.
—Hola, Peeta —dijo una voz masculina desde la máquina—. Soy Schwartz. Siento no haberme puesto en contacto contigo antes. He estado de vacaciones las últimas semanas. De todos modos, tal y como me pediste, tengo una copia de nacimiento de tu hija. Su madre la inscribió con padre desconocido.
Katniss sintió que se congelaba por dentro.
—Si la madre todavía está dispuesta a cooperar, no llevará mucho tiempo cambiarlo. Como comentamos la última vez, creo que lo mejor por el momento es mantener contenta a la madre hasta que decidamos qué hacer legalmente. Ah..., y creo que el hecho de que no supieras nada de tu hija hasta hace poco y que le hagas un ingreso sustancial te deja en una situación muy buena. Probablemente te den los mismos derechos que si estuvieras divorciado de la madre. Lo discutiremos en profundidad cuando vuelvas a la ciudad. Ya hablaremos, nos vemos —acabó el mensaje y Katniss parpadeó.
Miró a Prim y la observó aspirar un Froot Loop de la cuchara.
El temblor comenzó en el pecho de Katniss y se extendió por todo su cuerpo. Peeta había contratado los servicios de un abogado. Le había dicho que no lo haría, pero había mentido. Quería a Prim, y Katniss le había dado lo que él quería sin preocuparse de nada. Había dejado a un lado sus dudas y había consentido en que Peeta estuviera con su hija con total libertad. Había hecho caso omiso a sus miedos porque quería lo mejor para su hija.
—Apresúrate y termínate los cereales —le dijo.
Tenía que escapar, alejarse de esa casa y de él.
A los diez minutos Katniss se había cambiado de ropa y había metido todo dentro de las maletas. «Mantener contenta a la madre...». Katniss se sintió enferma al pensar en lo «contenta» que la había tenido la noche anterior. Acostarse con ella era ir mucho más allá de lo que dictaba el deber.
Cinco minutos más tarde había cargado el coche.
—Vamos, Prim —gritó, volviéndose hacia a la casa. Quería estar bien lejos cuando regresara Peeta. No quería enfrentarse a él. No confiaba en sí misma. Ella había sido amable. Había tratado de ser justa, pero no lo haría más.
Prim salió de la cocina vestida todavía con el pijama.
—¿Nos vamos a algún sitio?
—A casa.
—¿Por qué?
—Porque es hora de irnos.
—¿Peeta también viene?
—No.
—No quiero irme aún.
Katniss abrió la puerta principal.
—Me da lo mismo.
Prim frunció el ceño y salió de la casa.
—Aún no es sábado. —Hizo pucheros mientras bajaba de la acera—. Dijiste que nos quedaríamos hasta el sábado.
—Cambio de planes. Nos vamos antes. —La subió al asiento del pasajero y le abrochó el cinturón, luego se colocó detrás del volante. Arrancó el motor y metió la marcha atrás.
—Me olvidé una Skipper en la bañera.
Katniss pisó el freno. Si no iba por la Skipper, Prim se enfadaría y hablaría de eso todo el camino hasta Seattle.
—¿En qué bañera?
—En la del baño que hay al lado de la cocina.
Katniss abrió la puerta del coche y salió. Corrió por primera vez desde la infancia. Volvió corriendo a la casa y entró en el cuarto de baño. La Skipper estaba sentada en la bandeja del jabón, la tomó por las piernas. Se dio la vuelta y casi chocó con Peeta. Estaba en la puerta con las manos apoyadas en el marco de madera.
—¿Qué pasa Katniss?
A Katniss le dio un vuelco el corazón. Odió a Peeta. Y se odió a sí misma.
Por segunda vez en su vida había dejado que la utilizara. Por segunda vez, le había causado tal dolor que apenas podía respirar.
—Quítate de en medio.
—¿Dónde está Prim?
—En el coche. Nos vamos.
Él entornó los ojos.
—¿Por qué?
—Por ti. —Ella le colocó las manos en el pecho y lo apartó de un empujón.
Él se movió, pero ella no había llegado demasiado lejos antes de que él la agarrase por el brazo y le impidiera llegar a la puerta principal.
—¿Actúas así con todos los tíos con los que te acuestas o esa suerte sólo la tengo yo?
Katniss se volvió hacia él y lo golpeó con la muñeca. La cabeza de la Skipper se desprendió y voló hasta la sala de estar. Katniss hervía de furia.
Peeta levantó la vista de la muñeca sin cabeza a su cara.
—Pero ¿qué te pasa?.
—¡Aparta tu asquerosa mano de mí, cerdo hijo de puta!
Peeta apretó su presa y sus ojos taladraron los de ella.
—Anoche no pensabas que fuera asqueroso. Puedo ser un hijo de puta, pero no por lo que hicimos juntos. Puede que no haya sido la elección más sabia, pero fue la que tomamos. Ahora asúmelo como una adulta.
Katniss se soltó bruscamente de su agarre y dio un paso atrás. Deseó ser grande y fuerte para poder pegarle con fuerza. Deseó ser de pensamiento rápido para poder soltarle las palabras más hirientes, de esas que podrían cortar un corazón en rodajas.
—Te aseguraste que estuviera muy contenta anoche, ¿verdad?
Él parpadeó.
—Supongo que «contenta» es una palabra tan buena como cualquier otra. Aunque prefiero «saciada».
Ella lo señaló con la Skipper sin cabeza.
—Eres un bastardo. Me utilizaste.
—Genial. ¿Y cuándo fue eso? ¿Mientras me metías la lengua en la boca o cuando me metiste las manos en los pantalones? Tal y como yo lo veo, nos utilizamos mutuamente.
Katniss lo fulminó con la mirada. No hablaban de lo mismo, él todavía no había atado cabos.
—Me mentiste.
—¿Sobre qué?
En lugar de darle la oportunidad de mentir otra vez, Katniss fue a la cocina y rebobinó su contestador automático. Luego le dio al botón de play y observó la cara de Peeta mientras la voz de su abogado llenaba la silenciosa estancia. Sus rasgos no mostraron emoción alguna.
—Estás haciendo una montaña de un grano de arena. No es lo que piensas.
—¿No era ése tu abogado?
—Sí.
—Entonces cualquier otro contacto entre nosotros se hará a través de los
abogados. —Ella estaba mortalmente tranquila cuando le dijo—: Mientras tanto, apártate de Prim.
—Ni lo pienses. —Él se cernió sobre ella. Un hombre grande y poderoso usando la fuerza para intentar hacer valer su voluntad.
Katniss no se intimidó.
—No hay lugar para ti en nuestras vidas.
—Soy el padre de Prim, no un gilipollas imaginario llamado Tony. Le has mentido sobre mí toda su vida. Es hora de que sepa la verdad. No importa qué problemas tengamos nosotros, eso no cambia el hecho de que Prim es mi hija.
—No te necesita.
—Y una mierda.
—No te dejaré acercarte a ella.
—No podrás detenerme.
Sabía que era probable que estuviera en lo cierto. Pero también sabía que haría cualquier cosa para asegurarse de no perder a su hija.
—Mantente alejado —le advirtió una última vez, luego se volvió para salir cuando vio a Prim en la puerta de la cocina. Clavaba la mirada en Peeta como si jamás lo hubiera visto. Katniss no sabía cuánto tiempo llevaba allí, pero temía lo que podía haber oído. La tomó de la mano y la sacó a rastras de la casa.
—No hagas esto, Katniss —gritó Peeta—. Podemos resolverlo. —Pero ella no se volvió. Le había dado su corazón, su alma y su confianza. Pero no le daría lo más importante de su vida. Podía vivir sin su corazón, pero no podía vivir sin Prim.
                                  
                               ****
Annie entró en la casa.
Prim estaba sentada en el sofá con una magdalena de frambuesa  mientras miraba la televisión. Las magdalenas de frambuesa eran las favoritas de Prim y un claro intento por parte de Katniss de curar las heridas con azúcar. Pero después de lo que su amiga le había contado por teléfono la noche anterior Annie no estaba segura de que un dulce fuera suficiente.
—¿Dónde está tu mamá? —preguntó Annie.
—Fuera —contestó Prim sin apartar los ojos de la pantalla.
Encontró a Katniss podando las rosas.
Tenía el pelo recogido en una despeinada coleta y el esmalte color malva de las uñas de su mano derecha estaba picado como si se lo hubiera mordisqueado. La situación con Prim era peor de lo que Annie había pensado.
—¿Dormiste algo anoche?
Katniss negó con la cabeza y cogió otra rosa.
— Prim no habla conmigo. No me habló ayer en el coche mientras regresábamos y no me habla hoy.
—Lanzó otra rosa a la carretilla—. ¿Qué está haciendo?
—Viendo la tele. Cuando me llamaste anoche, no me dijiste que estuviera tan enfadada.
Katniss dejó caer las manos y miró a Annie por encima del hombro.
—No sé qué hacer. He tratado de hablar con ella, pero me ignora. Sé que nos ha debido oír discutir a Peeta y a mí. — Katniss se dejó caer en la silla al lado de Annie como si estuviera hundida en la miseria—. Sabe que le mentí sobre su padre.
—¿Qué vas a hacer ahora?
—Tengo que contratar un abogado. —Bostezó y apoyó la barbilla en las manos—. No sé de dónde voy a sacar el dinero para pagarlo.
—Puede que Peeta no pida la custodia. Si hablaras con él, él...
—No quiero hablar con él —interrumpió Katniss, pareciendo de repente llena de energía. Se enderezó en la silla —. Es un mentiroso y un tramposo y no tiene principios de ningún tipo. Se aprovechó de mi debilidad. No debería haber estado tantos años sin mantener relaciones sexuales. Está claro que exploté y me convertí en una ninfómana.
Annie sintió que se quedaba con la boca abierta.
—¡Explotaste!
—Oh, por completo.
—¿Con el jugador de hockey?
Katniss asintió con la cabeza.
Annie no supo qué decir. Katniss era una de las mujeres más reprimidas que conocía en lo que al sexo se refería.
—¿Cómo ocurrió?
—No lo sé. Simplemente pasó. Fue tan maravilloso y bueno con Prim que me olvidé de lo falso que puede llegar a ser. Le di todo lo que me pidió. Cada vez que quería ver a Prim, yo accedí. —La cólera resurgió junto con las lágrimas de Katniss—. No tenía que acostarse conmigo. No soy un caso de beneficencia.
Lo cierto era que Annie no creía que ningún hombre considerara a Katniss un caso de beneficencia ni siquiera en su peor día.
—¿Crees que en realidad hizo el amor contigo porque sintió lástima de ti?
Katniss se encogió de hombros.
—No creo que fuera un sacrificio para él, pero sé que quería mantenerme contenta hasta reunirse con su abogado y poder decidir qué hacer para obtener la custodia de Prim. —Se cubrió las mejillas con las manos—. Es tan humillante.
—¿Qué puedo hacer para ayudar? — Annie colocó la mano sobre el hombro de Katniss. Se enfrentaría al mundo por las personas que amaba. —¿Quieres que hable con Prim?
Katniss negó con la cabeza.
—Creo que Prim necesita tiempo para ordenar sus pensamientos.
—¿Quieres que hable con Peeta? Podría decirle cómo te sientes y tal vez...
—No. —Se limpió las mejillas con el dorso de las manos—. No quiero que sepa que me ha hecho daño otra vez.
—Podría contratar a alguien para romperle las dos rodillas.
Katniss hizo una pausa antes de decir:
—No. No nos llega el dinero para contratar un matón profesional. Pero gracias por la idea.
—Bueno... ¿para qué estamos los amigos?
—Ya superé una cosa así con Peeta. Por supuesto, entonces Prim no existía, pero lo superaré otra vez. — Katniss  frunció el ceño—. Y además está Gale. ¿Qué le voy a decir?
Annie cogió su café.
—Nada —contestó y después tomó un sorbo.
—¿Crees que debería mentirle?
—No. Simplemente no se lo digas.
—¿Qué le digo si me pregunta?
Puso el café sobre la mesa.
—Eso depende de cuanto te guste.
—Pues Gale me gusta bastante. Sé que no lo parece, pero así es.
—Entonces miente.
Katniss hundió los hombros y dijo suspirando:
—No puedo creer que me metiera en la cama con Peeta. Ni siquiera pensé en Gale.— Katniss negó con la cabeza. —Menudo lío he montado. ¿Qué voy a hacer?
—Lo superarás. Eres una de las mujeres más fuertes que conozco. — Annie palmeó el hombro de Katniss. Sabía que Katniss no siempre parecía una mujer valiente, pero siempre buscaba la mejor manera de alcanzar sus objetivos—. Oye, ¿te dije que Finnick, el portero, me llamó mientras estabas en Oregón?
—¿El amigo de Peeta? ¿Para qué?
—Quería salir conmigo.
Katniss clavó una mirada incrédula en Annie durante unos momentos.
—Pensaba que le habías dejado claros tus sentimientos el día que te lo encontraste delante del hospital.
—Lo hice, pero volvió a llamarme.
—¿En serio? Querrá que le golpees con un stick.
—Sí, hablamos de eso.
—Bueno, espero que lo hayas noqueado con delicadeza.
—Lo hice.
—¿Qué le dijiste?
—Diablos, que no.
Normalmente Katniss y Annie habrían discutido por el rudo rechazo de Annie. Pero esta vez Katniss encogió los hombros y le dijo:
—Bueno, supongo que no tendrás que preocuparte de que te vuelva a llamar.
—Volvió a hacerlo, pero creo que lo hizo sólo para molestarme. Le colgué el teléfono, y sólo me ha llamado una vez más desde entonces.
—Bueno, estoy segura de que lo mejor será mantenernos alejadas de todos los jugadores de hockey. Es lo más conveniente para las dos.

Simplemente IrresistibleWhere stories live. Discover now