Capitulo 17

1K 77 4
                                    

—¿Cómo quieres el café? ¿Solo o con leche? —le preguntó Katniss a Annie.
—Con leche —respondió Annie sin dejar de mirar a Pongo que estaba tumbado mordisqueando una galleta—. ¡Demonios!, qué perro más patético. Hasta mi gato es más grande. Butter se lo comería de un bocado.
— Prim —gritó Katniss—. Annie está insultando a Pongo otra vez.
Prim se dirigió hacia la cocina, indignada.
—No insultes a mi perro. Es muy sensible. —Se arrodilló y acercó su cara a la del perro—. Ahora teno que irme al colé, te veré más tarde. —La mascota dejó de comerse la galleta el tiempo suficiente para darle un lametazo a Prim en la boca
—Oye, ya hemos hablado de que no puedes hacer eso —la regañó Katniss  —. Los perros tienen hábitos poco saludables.
Prim se encogió de hombros y se levantó.
—No me importa. Le quiero.
—Ya, pero a mí sí que me importa. Ahora será mejor que te apresures o perderas el autobús.
Prim frunció los labios para darle un beso de despedida.
Katniss meneó la cabeza y acompañó a Prim a la puerta principal.
—Yo no beso a las niñas que besan perros que se lamen el culo. — Desde la entrada observó cómo Prim cruzaba la calle y después regresó a la cocina—. Está loca por ese perro —le comentó a Annie —. Lo tiene desde hace cinco días y ya está totalmente integrado en nuestras vidas.
—Tengo que decirte algo —farfulló Annie con rapidez.
Katniss sospechaba que a Annie le pasaba algo. Hacía días que la encontraba algo distante.
—¿Qué pasa?
—Le quiero.
Katniss sonrió mientras llenaba la cafetera con una jarra.
—Yo también te quiero.
—No. —Annie meneó la cabeza—. Me refiero a Finnick. Le quiero, quiero a Finnick, el portero.
—¿Al amigo de Peeta?
—Sí.
—Creía que lo odiabas.
—Lo hacía. Pero ya no.
—¿Qué ha pasado?
Annie parecía tan confusa como Katniss.
—¡No lo sé! Me llevó a casa el viernes pasado por la noche y ya no se fue.
—¿Ha estado viviendo contigo los últimos seis días? — Katniss se dirigió a la mesa de la cocina. Tenía que sentarse.
—Bueno, en realidad, más bien durante las últimas seis noches.
—¿Estás tomándome el pelo?
—No, pero entiendo lo que debes estar pensando. No sé cómo ocurrió. Estaba diciéndole que no podía entrar en mi casa, y antes de saber qué sucedía estábamos desnudos y peleándonos por quién tenía que estar encima. Ganó y me enamoré de él.
Katniss estaba anonadada.
—¿Estás segura?
—Sí. Él estaba arriba.
—¡Eso no! ¿Estás segura de que estás enamorada de él?
Annie asintió con la cabeza y, por primera vez en siete años de amistad,
Katniss vio que las lágrimas asomaban a los ojos castaños de su amiga. Annie era siempre tan fuerte que a Katniss le rompía el corazón verla llorar.
—Oh, cariño —suspiró y se acercó para arrodillarse junto a la silla de Annie—. Lo siento mucho. —La rodeó con sus brazos tratando de reconfortarla—. Los hombres son imbéciles perdidos.
—Lo sé —sollozó Annie—. Todo era maravilloso y va y tiene que hacer eso.
—¿Qué es lo que hizo?
Annie se echó hacia atrás y miró la cara de Katniss.
—Me pidió que me casara con él.
Katniss se cayó de culo, estupefacta.
—Le dije que era demasiado pronto, pero no me ha querido escuchar. Me dijo que me amaba y que sabía que yo le amaba a él. Le dije que casarse ahora no era la mejor opción, pero no me ha querido escuchar.
—Por supuesto que no te puedes casar con él ahora. La semana pasada ni siquiera te caía bien. ¿Cómo espera que tomes una decisión tan importante en tan poco tiempo? Seis días no son suficientes para saber si quieres pasar el resto de tu vida con él.
—Lo supe después del tercer día.
Katniss se sentía mareada.
—¿Estás jugando conmigo? ¿Quieres casarte con él?
—Oh, sí.
—Pero, ¿le has dicho que no?
—¡Le dije que sí! Intenté decirle que no, pero no me dejó —dijo, y estalló de nuevo en sollozos—. Debe sonar estúpido e impulsivo, mi única disculpa es que lo amo de verdad y no quiero perder la oportunidad de ser feliz.
—No pareces feliz.
—¡Lo soy! Nunca me he sentido así. Finnick hace que me sienta bien incluso cuando pensaba que era imposible que me sintiera mejor. Me hace reír y piensa que soy divertida. Me hace feliz, pero... —Se interrumpió para secarse de nuevo los ojos—. Quiero que tú también seas feliz.
—¿Yo?
—Los últimos meses has sido muy desgraciada, en especial desde lo que pasó en Oregón. Me siento fatal porque tú lo estás pasando tan mal y yo nunca he sido más feliz.
—Soy feliz —le aseguró a Annie, y se preguntó si sería verdad. Nunca se había parado a pensar cómo se sentía ante las cosas que le pasaban. Si lo pensaba fríamente, en esos momentos la única palabra que acudía a su mente era conmoción.
Pero ése no era el momento de examinar sus sentimientos.
—Oye —le dijo esbozando una sonrisa y abrazando a Annie —. Por ahora nos vamos en concentrar en tu felicidad. Al parecer tenemos que organizar una boda.
—Sé que todo esto parece demasiado impulsivo, pero amo a Finnick de verdad —dijo, su cara se iluminaba cuando pronunciaba el nombre de él.
—¿Ya habéis elegido un día?
—El diez de octubre.
—¡Pero sólo faltan tres semanas!
—Lo sé, pero la temporada de hockey comienza el cinco en Detroit, y Finnick no puede perderse el primer partido de la temporada. Después le toca ir a Nueva York y a San Luis antes de regresar aquí para jugar el día nueve contra Colorado. Hemos estado mirando todas las fechas y al parecer las tres semanas siguientes serán bastante tranquilas. Así que Finnick y yo nos casaremos el diez, nos iremos una semana a Maui de luna de miel, yo regresaré a tiempo para el catering de la fiesta de los Bennet, y Finnick se irá a Toronto para jugar.
—¿Tres semanas? ¿Cómo voy a poder organizar una buena boda en tan sólo tres semanas?
—No vas a hacerlo. Quiero que estés en la boda, no en la cocina. He decidido contratar a Lili Maclear para que se encargue de todo. Sólo quiero que me ayudes a escoger un vestido de novia, sabes que soy un desastre con ese tipo de cosas.
Katniss sonrió.
—Me encantará ayudarte.
—Tengo que pedirte otra cosa más. — Katniss le apretó las manos con más
fuerza—. Quiero que seas mi dama de honor. Pero Finnick le va a pedir a Peeta que sea su padrino por lo que tendrás que estar con él.
—No te preocupes por nosotros. Me encantará ser tu dama de honor.
—Hay un problema más y es el peor de todos.
—¿Qué puede haber peor que planear una boda en tres semanas y tener que
estar con Peeta?
— Coriolanus Snow.
Katniss se quedó paralizada.
—Le dije a Finnick que no podíamos invitarlo, pero no sabe cómo evitarlo.
Piensa que si invitamos a sus compañeros del equipo, no podremos ignorar al dueño. No sabemos qué hacer.
—Invitaran a Snow. — Dijo Katniss con serenidad.
—No puedo hacerte eso.
—Soy adulta y Snow no me asusta —le dijo al tiempo que se preguntaba si realmente era cierto—. Invítale a él y a cualquier persona que desees. No te preocupes por mí.
—Le dije a Finnick que lo mejor sería irnos a Las Vegas y que nos casara uno de esos imitadores de Elvis. Eso solucionaría todos los problemas.
De ninguna manera, Katniss no podía permitir que su mejor amiga acabara casándose en Las Vegas por culpa de los errores de su pasado.
—Ni se te ocurra pensarlo —le advirtió—. Sabes que opino que te case Elvis es de lo más vulgar.
Annie se rió.
—Vale, nada de Elvis.
—Bien. Será una boda preciosa —predijo, y se levantó para ir a buscar su agenda.
Juntas se pusieron manos a la obra. Llamaron a los proveedores que Annie quería contratar.
A la semana siguiente, llamaron a la floristería y buscaron el vestido de novia.
Entre Cresta's, el programa de televisión, Prim y la rapidez con la que se aproximaba la boda, Katniss no tuvo tiempo para sí misma. El único momento del día en que podía sentarse y relajarse un poco eran las noches del lunes y del miércoles, cuando Peeta se llevaba a Prim y a Pongo a las clases de entrenamiento de mascotas. Pero, incluso entonces, no se podía relajar. No cuando Peeta aparecía por su casa, alto, atractivo y oliendo como una tardía brisa de verano. Lo veía y ese estúpido corazón suyo comenzaba a palpitar y, cuando él se marchaba, le dolía el pecho. Se había vuelto a enamorar de él. Sólo que esta vez se sentía más infeliz que la anterior. Sin embargo, pese a que le había roto el corazón, lo más probable era que siempre amara a Peeta, que se apropiaría de su amor y el de su hija y la dejaría sin nada.
Katniss sintió que la dejaban atrás. Su vida era plena, pero a pesar de eso, los que más amaba tomaban caminos que ella no podía seguir.
En unos días, Prim pasaría su primer fin de semana con Peeta y conocería a
Haymitch y a la madre de Peeta. Su hija tendría la familia que Katniss no le podía ofrecer. Una familia de la que ella no formaba parte y a la que nunca pertenecería. Peeta podía ofrecer a Prim todo lo que deseara o necesitara y Katniss se sentía apartada y abandonada.

Simplemente IrresistibleWhere stories live. Discover now