Capítulo 2: Castigo

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-La, la, la~ -taradeo de camino al instituto una mañana más, con una gran felicidad en mi rostro.

Como es obvio, el día anterior le dije sí a su declaración de amor, y desde ese momento conseguí mi primera novia. A partir de ahora veo la vida de otra forma muy distinta, impaciente por compartir cosas con ella.

Pero no todo es suerte y hoy no daré clase junto a su lado porque tiene fiebre. Ese fue el motivo por el que no había asistido ayer, y cargando con esa fiebre, se acercó hasta mi casa solo con la intención de verme.

Debía gustarle de verdad si estaba dispuesta a tanto. Sabiendo eso, la acompañé hasta su casa y le deseé que se recuperara pronto.

-En cuanto terminen todas las clases, pasaré del club y me iré directo a su casa con la excusa de que le tengo que decir la tarea.

Sin embargo, algo tenía que salir mal y todo por culpa de un pequeño detalle.

Cuando llegó la hora de la clase con mi profesora favorita, notese el sarcasmo, ella pidió la tarea; es ahí donde se origina el problema.

Y todo por culpa de la dichosa profesora, siempre igual de gruñosa y cruel.

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Sí, así era siempre con todos

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Sí, así era siempre con todos.

-Señorito... ¿Dónde está su tarea? -me pregunta con una mirada fija y penetrante.

-La... ¿Tarea? Ah, sí, eso. Pues la verdad...

Con todo el tema de que estaba feliz por tener novia olvidé por completo hacerla. Era mi perdición.

-Su cara lo dice todo... Supongo que va a tener que quedarse toda la tarde en mi clase a terminar la tarea de ayer y hoy.

-(¡No, maldita sea! ¿Es una broma?) ¡Pero profe...!

-¿Alguna queja? -me dejó petrificado con su simietra cara.

-No, ninguna. (Me pasa por tonto...) -me lamenté profundamente.

Y allí estaba al terminar la mañana, sentado en un pupitre en la misma clase que la dichosa profesora y otro alumno castigado.

-Voy un momento al baño. Como os movais de aquí, el castigo será mucho peor. No bromeo -nos amenazó ella y cerró la puerta.

-(Tranquila, no hace falta que lo digas...) -pensé.

De repente, el otro alumno se levantó, cogió un cubo y se marchó de la clase. Rápidamente volvió con el dicho cubo lleno de agua y lo colocó encima de la puerta.

Era obvia la intención. Él se sentó deprisa en su sitio esperando con una risa de maldad a que todo pasase.

Entonces siento los pasos de ella acercarse más y más hacia la clase. Lo peor iba a ocurrir, y si no hacía yo nada la culpa caería también sobre mí.

Fue entonces que con un acto reflejo, justo cuando ella abría la puerta, corrí y la aparté de la trayectoria del cubo, haciendo que me cayera a mí encima. Ahora me encontraba totalmente empapado de agua.

En ese instante, ella se quedó mirándome perpleja, y volviendo a la realidad, miró hacia el verdadero culpable para acto seguido echarlo del instituto y diciendo que lo iba a expulsar como sea.

-Y en cuanto a ti... ¿Te has hecho daño? -me preguntó.

-No, solo me he mojado. Sin problema.

-Muy bien. Márchate tú también a casa, deberías cambiarte. Si no te resfriarás.

-Esto, sí -le respondí confuso, ya que nunca la había visto comportarse así de preocupada por alguien.

Recogidas todas mis cosas, me dispuse a marchar de una vez.

-¡Hasta mañana, profesora!

-¡Lo mismo digo! ¡Ten cuidado al volver a casa! -me aconsejó.

-¡Lo tendré! (Qué extraño... Ahora la veo muy diferente. Era como si ya no me hablase con desprecio) -me cuestioné muy seriamente-. (Bueno, será verdad que las personas pueden cambiar si se les ayudan)

Olvidándome del tema, me fui corriendo directamente a la casa de mi zorrita amarilla.

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