Un joven aventurero se embarca en una aventura en busca de aliadas para enfrentarse al mayor peligro de toda la región. Mientras lo hace, librará intensas batallas, conocerá gente y fortalecerá su amistad con sus aliadas.
Reny agarró su camisa y se deshizo de ella sin pensarlo dos veces, dejando que la gravedad actuara y dejara que caer sus pechos al sacarse la camisa, dejando un pequeño rebote tras ello, lo que hizo que mis ojos se quedaran fijos en ellos, hipnotizados. Ahora lo único que alejaba a esos pechos de la pura libertad era su sujetador purpura.
-¿Qué? ¿Ya estás erecto?
Vuelvo en mí cuando me pregunta eso, y compruebo mi entrepierna-. Quizás un poco...
-Podrías quitarte la ropa tú también, para no ser la única que se esté desnudando. Al menos así sí se te pondrá más dura.
-Supongo, no lo sé...
Con la vergüenza encima, me quito mi camiseta, mostrando un cuerpo más que normal y sin ningún musculo desarrollado. Entonces, con su mirada penetrante que esperaba que me lo quitara todo de una vez, desabroché mi cinturón, bajé la cremallera de la bragueta, y con largo suspiro, bajo mis pantalones al mismo tiempo que mi ropa interior, sintiendo una leve brisa por mi miembro.
-Mira, sí que la tienes dura y larga.
-No tienes por qué comentarlo... (¿Qué demonios estoy haciendo...?)
-No te pongas así, que sí estás aquí, es porque querías mojar el churro con nosotras.
-Sí, quizás. Pero aún así soy virgen, no tengo nada de experiencia. Aunque ya me la haya lamido esa Kyubi.
De repente y sin decir nada, ella se acercó directamente a mí y se quedó mirándome un rato, hasta que, sin haberlo visto venir, ella me empuja al suelo. Antes de que pudiera recuperarme por completo del golpe que me di en la espalda, la tengo encima, con sus pechos arrastrándose por el mío.
-Reny, ¡¿a qué ha venido eso de empujarme al suelo?!
Me puso el dedo en la boca para que me callara-. Solo quiero terminar esto cuanto antes, así que simplemente cállate y déjame hacerlo todo por ti.
Finalmente se quitó su sujetador, dejando al descubierto sus rosados pezones que destacaban mucho más con su pelaje blanco, resultado bellos y sensuales al mismo tiempo.
Tras eso, se acuesta en mi pecho, apoyando sus pezones en mí, para empezar a arrastrarse cual serpiente hacia abajo con su peludo cuerpo amarillo y blanco, hasta llegar a tener delante de su boca mi miembro, que se izaba como una bandera.
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Creía que lo empezaría a masturbar o lamer, pero antes de todo eso, arrastró sus manos entre mi frondoso bosque, consiguiendo excitarme aún más.
