Capítulo 3

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"Esta tristeza duele. Y lo que es aún más triste es que estoy acostumbrada a ese dolor."

Chiara

Kelly se va a quedar a dormir en mi casa, ha llamado a su madre hace un rato para informarle de su repentina decisión. No me quejo, sin embargo, no sé cuántas veces podré verla de nuevo. No lo admitirá en voz alta, pero sé que ella también está asustada, ella también siente como el tiempo se nos está escapando de las manos.

No la culpo por no querer admitirlo, no debe ser fácil para ella aceptar que estoy muriendo, durante mucho tiempo solo hemos sido nosotras.

Sé que está asustada de perderme, las despedidas no son lo suyo. No desde que su padre la abandonó, ese fue un muy duro golpe para ella y para su madre.

La pequeña Kelly de ocho años llegó un día llorando a mi casa con el anuncio de la dolorosa partida de su progenitor. El señor Anderson solo tomo sus cosas un día y se fue, dejando en la puerta a dos rotos corazones. Abandonando a su única hija y a una mujer que había sacrificado su vida para hacerle feliz.

Recuerdo las noches en las que lloraba hasta quedar dormida en mi cama, preguntándose cual había sido el motivo de su ida, se repetía que tal vez no había sido suficiente para él, se martirizaba con el pensamiento de no haber sido una mejor hija.

Su madre había sufrido la mayor desilusión amorosa en la historia. Él había sido el amor de su vida desde la secundaria y un día sin mirar atrás había abandonado todo lo que juro amar hasta el resto de su vida. Las opiniones de otras mujeres por la calle, juzgándola y afirmando que, si ella hubiese sido mejor esposa, él no se hubiese ido, causaron que la madre de la rubia decidiera ahogar su pena en el alcohol. Adicción de la que todavía no se había recuperado por completo.

Sin embargo, ella siempre ha estado ahí para mí, aun con sus propios demonios que vencer, ella viene a intentar ayudar a combatir los míos. No lo merezco si soy honesta, ella pone toda su fuerza en ayudarme a pelear una batalla que perdí hace tiempo.

La adorable risa de Kelly hace eco en la habitación, su programa favorito reproduciéndose en mi televisor, uno que no usaba desde hace un tiempo.

Me encantaría tener la fortaleza que ella tiene. Ha sufrido mucho, pero no se ha dejado derrumbar, siempre encuentra las cosas buenas que la vida te puede brindar. Es como un rayo de luz, siempre lleva una buena energía a donde va. Yo soy como una nube que llueve cuando la llama ya está apagada.

Un golpeteo en la puerta hace que Kelly deje de prestarle atención al televisor, se levanta de su cómoda y se dirige a la puerta para abrirla. Mi madre hace presencia en la habitación.

Una sonrisa se expande por su rostro al notar mi televisor encendido.

-La cena ya está lista- informa mi madre. Sus ojos verdes escudriñando la bandeja en la que todavía está mi almuerzo sin tocar.

Kelly intentó lograr que comiera hace unas horas, pero fue una tarea imposible. La falta de apetito ha sido una situación recurrente desde hace un tiempo, situación que ha sido objeto de sermones por parte de mis padres y Adriana en varias ocasiones. Ellos no lo entienden.

Comer es una batalla, no importa que tan hambrienta esté, Mi cuerpo lo expulsa como si fuera veneno. Bastante irónico si me lo preguntas, no hay nada más toxico que mi propio sistema que se encarga de matarme de a poco.

-Enseguida bajamos, Sra. Hargreaves- responde Kelly por las dos.

Una mirada de dolor cruza el rostro de mi madre, al notar que al igual que otras ocasiones me he pasado el día en ayunas.

Tu Nombre En Mis VenasKde žijí příběhy. Začni objevovat