Compañero

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Fue un día bastante trágico para UA. No solo porque sus profesores fallaron cumpliendo su deber, sintiéndose sobrepasados por el caos adolescente y la falta de protocolos, sino porque allí, sin que nadie hiciera nada, un estudiante fue abusado y marcado.

La situación era confusa para todos, la manera en la que sucedieron las cosas aun tenía huecos que ni Aizawa ni el símbolo de la paz habían logrado llenar mientras interrogaban a Midoriya y Todoroki, quienes al parecer tampoco estaban muy seguros de que había ocurrido al final. Nada era claro, pero la apremiante situación era que Bakugou y Midoriya ahora estaban enlazados y tenían a un presunto violador retenido en la sala de maestros.

Eso ya era lo suficientemente caótico por sí solo, pero se complicó aun más cuando el alfa pecoso se encontró con los padres del omega al que marcó y como el aprendiz de héroe tenaz e impulsivo que era no pudo mantener la boca cerrada. Lo que hizo fue plantarse allí delante y responsabilizarse adjudicándose las consecuencias y declarando querer ser el compañero de Katsuki.

Para aquellos, para quienes era normal abalanzarse sobre cualquier omega en celo y pasar de él luego, los actos de Izuku no tenían sentido. Y es que si bien, una marca era un asunto un tanto más complicado que un desliz de adolescentes, no había razón para quedarse al lado de un omega marcado. No al menos desde el punto de vista legal en casos como ese y sabiendo eso, querer a ese violento y arrogante omega a su lado parecía una locura.

Los ojos de la madre de Katuski, tan escarlata como los del rubio, se llenaron de lágrimas cuando lo escuchó y las lágrimas no cesaron hasta que pudo atinarle un golpe y entonces lo que sustituyó el llanto mientras el ritmo y la fuerza de sus puños aumentaba fue la ira. Estaba furiosa, su mundo se tambaleaba y todo lo que quería era moles a golpes a todos los alfas que estuvieron cerca de su pequeño, pero con la mano de su esposo sobre su hombro dio un paso hacia atrás y luego de evaluar el rostro del hombre, quien finalmente había salido de su transe y se retiraba el cigarrillo casi consumido de los labios, se dio la vuelta y caminó rabiosa hacia la habitación donde estaba su hijo sin dar una respuesta.

El azote de la puerta hizo a la madre de Izuku encogerse en su asiento, tan impotente ante esas escenas que una tras otra le hacían sentir que todo ese tiempo había estado equivocada, que no podía seguir de pie. Y es que, esa mujer había estado criando a un bondadoso y heroico beta, fue lo que creyó fervientemente hasta que aquella llamada la hizo sentir náuseas y la mente revuelta.

Su pequeño héroe, que permanecía inclinado de manera imperturbable mientras un hilo de sangre bajaba por su rostro, era un alfa. Uno orgulloso y valiente que de la manera más formal que pudo se disculpó ante el padre de Katsuki y no retiró su intención de asumir su rol como su compañero, pese a los golpes y los gritos. No sabía cómo sentirse respecto a eso. Había orgullo en su pecho, pero también dolor y miedo. Las fuertes y seguras palabras de su hijo la asustaban. Lo que Izuku declaraba con tanta seguridad era demasiado grande para un chico tan joven y de corazón tan frágil. Resultaba angustiante; era difícil tener la convicción que él tenía y creer, pero de verdad quería hacerlo, porque esa mirada encendida y flamante que había en su rostro era la misma que tenía cada vez que estaba decidido a lograr algo. Sabía que no había forma de frenarlo, así que se quedó a su lado y lo acompañó bajo la mirada desaprobatoria de los presentes y el murmullo ocasional que llegaba a sus oídos.

Aisawa también se había quedado cerca luego de la golpiza que la madre de Katsuki le propició a Deku. Fue espectáculo que algunos cuantos allegados al peliverde habían tratado de evitar, pero el hombre mantuvo a todos a raya en aquel pequeño pasillo de enfermería donde varios esperaban su turno para ser atendidos y los padres de Bakugou se toparon con el perpetrador de su hijo de manera inevitable, porque sabía que aquel desastroso encuentro debía darse tarde o temprano y era mejor dejarlo suceder cuando aún las posturas no estaban claras, aunque un pasillo repleto de estudiantes, quizás no fue el mejor lugar.

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