La Cuestión de Izuku

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Las personas como Kacchan eran extrañas. Podían hacerte sentir como la mierda un día y al siguiente esperarte en el mismo lugar como si tuviera algún maldito sentido.

Al igual que la última vez, no ocurrió nada importante. Pasados unos minutos el rubio simplemente se levantó y se fue a casa.

No entendía que pasaba, pero continuaban con eso cada tarde. Cada uno podía quedarse sentado en su asiento sin explicación alguna al final de las clases, sabiendo que ambos estarían allí, aunque no tuvieran una promesa.

Solía recostarse y observar su perfil, preguntándose en qué pensaba cuando miraba a algún lugar de una forma tan seria. Su mirada siempre lucía tan dura que era difícil imaginar algo, pero incluso alguien como él debía tener esos pensamientos que tenían los chicos de su edad. Cosas como el futuro, los padres, sueños, inseguridades y tal vez incluso pensaba en él. Era difícil decirlo cuando la mayor parte del día tenía el ceño fruncido.

No sabía que significaba para el rubio sentarse allí cada día sin falta a pasar el tiempo juntos. Pero para él era como recargar energías. Y quizás solo fuera su lazo, que los hacia necesitar la compañía mutua de vez en cuando, pero sabía que lo que estaban haciendo iba más allá de eso.

Era confuso que Kacchan lo esperara a diario, se abstuviera de su mal carácter para pasar tiempo con él y lo ignorara el resto del tiempo. Era inquietante, pero realmente ¿era tan necesario preguntarle que pasaba? Sabía lo duro que se estaba esforzando para ponerse al día, mantener sus calificaciones y demostrar que también merecía estar allí y no creía que necesitara más estrés que ese. Luego de lo que pasó la última vez que estuvieron juntos, debía estar agradecido de que su presencia no lo asqueara.

Era evidente que Kacchan estaba tendiendo un par de problemas. Sus dificultades para seguir el ritmo de las clases cada vez eran más notorias y los alfas de otros grados en verdad parecían estar fastidiándolo. Y al final del día, luego de ese agradable rato que compartían a solas, se sentía como si el rubio estuviera tratando de reponer fuerzas.

Kacchan era alguien hermético que se guardaba para sí lo que le hacía daño. No había forma de que fuera y le pidiera ayuda si algo estaba yendo mal. Era muy consciente de la posibilidad de que todo eso fuera tan solo una forma de encerrarse en sus conflictos por orgullo, pero no sentía que meterse por la fuerza en sus asuntos fuera a mejorar algo.

Odiaba la forma en la que eso afectaba su desempeño. Todo el día se sentía preocupado, molesto y frustrado. Parecía que Kacchan estaba dispuesto a volver a la normalidad con todos, excepto él.

Sus compañeros lo trataban con el mismo cuidado de siempre, los profesores eran cautelosos, pero respetaban sus esfuerzos por ser el mismo de antes y los demás estudiantes se comportaban la mayor parte del tiempo.

No era como si todo estuviera marchando sobre ruedas, pero su relación era lo único que parecía de verdad estarse desplomando.

Había habido un par de peleas que fueron muy lejos durante los entrenamientos, algunos conflictos en los pasillos y quejas, sobre todo quejas. Muchos no creían que la presencia de un omega tan conflictivo fuera algo admisible en UA y muchos otros solo buscaban la forma de meterse con el rubio porque su actitud los sacaba de quicio.

Kacchan podía plantarse delante de un alfa, con la misma confianza y altanería que lo hacía delante de un beta y eso era algo que algunos no podían soportar, pero para alivio suyo aun nadie había salido herido.

Comprendía que eso lo molestara y afectara sus relaciones, pero había una gran diferencia entre el viejo Kacchan que pasaba de todos y el nuevo Kacchan que solo pasaba de él.

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