Inicios

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Cuando despertó, era consciente de que Deku y él de alguna forma habían pactado algo. Algo difuso que podía significar muchas cosas, pero no precisamente que quería verlo allí a penas pasado el mediodía al día siguiente.

El chico evidentemente se lo había pensado mucho. Había unas pesadas marcas debajo de sus ojos y sus palmas estaban tan apretadas sobre los tirantes de su mochila que casi pudo oír el crujido de sus dedos cuando la soltó.

Con el ceño fruncido y un creciente sentimiento de insatisfacción lo observó desde el marco de su puerta, clavando la mirada en ese rostro atontado y buscando alguna razón para no golpearle la cara y enviarlo de vuelta a casa y desafortunadamente la encontró.

Con un gruñido quitó el brazo de la puerta y lo dejó entrar. Se sentó sobre su cama con los brazos cruzados y una expresión molesta, por no poder debatir ninguna razón coherente para echar a ese alfa que ahora llevaba su marca en el cuello. Lo jodía tener que ceder, pero allí estaba esa maldita sensación de tranquilidad que le daban sus feromonas empujándolo minuto a minuto a relajarse y solo disfrutar de su lectura.

El pecoso había logrado su cometido. Sin decir una palabra sobre lo que había pasado entre ellos para no incomodarlo, soltó una montaña de cómics sobre su cama y él simplemente no pudo abstenerse de tomar ese brillante título que sonaba tan atractivo. El jodido nerd sabía bien como tentarlo, pero eso no significaba que fuera a bajar su guardia o estuviera disfrutando tenerlo allí. No, las cortas interacciones que hubo entre ellos esa tarde eran nada más que tolerancia hacia su persona por el trato que tenían. Se encargó de dejarlo muy claro en palabras, y para ponerlo de los nervios, el pecoso estuvo completamente bien, feliz y satisfecho con eso.

Esa sonrisa tonta lo sacaba de quicio. No tenía puta idea de cómo iba a convivir con eso por lo que sea que tuvieran que hacerlo para que su omega interno dejara de lloriquear y joderlo. Parecía jodidamente imposible, pero se sorprendió de manera no muy agradable unos cuarenta minutos después cuando cayó en cuenta de que llevaba todo ese tiempo sin prestarle atención.

Deku era alguien de hábitos simples que lograba entretenerse prácticamente con cualquier cosa. Era silencioso, sabía guardar distancia, se portaba atento cuando lo requería y parecía feliz con cualquier pequeña y seca muestra de atención que le prestara. Más a menudo de lo que le gustaba admitir, se olvidaba de que estaba allí y se relajaba.

El alfa no intervenía en su vida, no le pedía nada, no se entrometía, ni trataba de conseguir nada de él. Una situación que podría ser completamente perfecta para él, que apenas estaba conforme con el hecho de tener que compartir algo, pero parecía que todo el tiempo simplemente alguna cosa estaba mal.

Cada vez que el pecoso volvía para verlo, en perfecta sincronización con la necesidad que su omega interno emitía, parecía como si algo no fuera del todo correcto. Y no entendía que era. Deku y el convivían lo necesario, no hablaban de nada importante, no interactuaban más de lo estrictamente necesario, no se involucraban en la vida del otro, no se veían a sí mismo como una pareja ni nada similar. Solo eran dos sujetos en el mismo bote, haciendo lo que debían para sobrevivir. Y aunque estaba seguro de que el perdedor del pecoso tenía un jodido calendario marcado cuidadosamente con los días de visita y se preocupaba por cosas innecesarias, él no lo involucraba en eso. Jamás tenía idea de en qué estaba pensado y eso estaba bien.

No quería volverse más cercano que eso. Su alianza funcionaba de la manera que era. La ansiedad que había sentido durante las últimas semanas casi había desaparecido, su salud mejoraba, sus feromonas se habían calmado y estaba emocionalmente tan bien como podía estar alguien que lidiaba con las secuelas de un abuso. Se podía decir que las cosas marchaban mejor y aun así seguía insatisfecho.

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