La Cuestión de Katsuki

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El rubio no era estúpido. Sabía desde que vio esa mirada brillante y nerviosa esperando afuera de la sala de maestros, que Deku estaba metiendo sus narices en asuntos que no eran suyos y lo iba a confrontar tarde o temprano.

Era como un perro cuando se lo proponía y eso lo fastidiaba. No importaba cuanto lo golpeara, maltratara o hiciera a un lado. Deku siempre estaría allí para resistir cuantos golpes fueran necesarios por un poco de cooperación y eso era bastante siniestro.

Odiaba esa mirada, esos ojos chispeantes y expresivos que podían endurecerse hasta vencer el miedo, que podían reflejar trasparentemente el valor y lucían imperturbables cuando se paró delante él para pedir una oportunidad de hablar.

No iba a dársela. Cuando ese idiota se tomaba la libertad de empezar algo desbordando sus buenas y puras intensiones, las cosas siempre terminaban mal; mal para él. Ya habían acabado en la cama, en acuerdos ridículos, en visitas diarias y estupidez tras estupidez por culpa de esas intenciones. Deku era un jodido rompe bolas cuando se trataba de boberías pacifistas y no pensaba perder más tiempo con sus heroicos intentos de unirlos. Por lo que su respuesta fue un terminante "no".

Vio sus hombros tensarse y sus cejas contraerse pensando sus próximas palabras. Ese perdedor era un libro abierto todo el tiempo y sabía que eso no significaba nada bueno. Siempre que el pecoso ponía esa cara se arrepentía de haberse quedado y haber abierto la boca. Siempre que lo miraba así, terminaban hablando de alguna mierda sentimental y eso no lo ponía de los nervios.

Deku eran tan desagradable y tan asertivo cuando quería, que se sentía acorralado a veces. No quería hablar, no quería resolver nada, no le importaba un carajo lo que pensaba, solo quería irse a casa y alejarse de él.  Pero el chico estaba bloqueándole el camino hacia la puerta. Sus ojos estaban puestos en el de manera que casi podía palpar la determinación y eso hacía que un pequeño cosquilleo desagradable creciera en sus adentros.

Estando allí solos, con pasillos vacíos y nadie en metros a la redonda que pudiera oír lo que pasaba dentro, el peligro se hacía inminente. Había tensión en cada centímetro entre ellos simplemente esperando a ser derrumbada y eso lo hacía dudar. Sabía que debía hacerlo a un lado e irse; era la decisión más sensata, pero él nunca tomaba la decisión más sensata.

— Sé que estás molesto conmigo, pero no puedo solo hacerme a un lado e ignorar tus problemas. ¡Lo intento! De verdad... quiero darte espacio, pero me preocupo todo el tiempo. Me importas mucho.

Lo escuchó decir con esa voz profunda que tenía a veces y un intento de réplica vino a su mente, pero se abstuvo de soltarlo. En su lugar lanzó un bufido que acabó con la tensión. No tenía nada que discutir con él, pero allí estaba esa sensación obstruyéndole la garganta cuando se acercó a la puerta. No sabía que era, pero había estado allí por días, cada vez que algo salía mal y ¡oh! Vaya que las cosas habían estado saliendo mal.

— Kacchan...

Esa vocecita dolorida lo picó más y golpeó el marco de la puerta en un arranque de frustración. De verdad odiaba las cosas que Deku lo hacía sentir y hacer. Siempre que se sentía mal hasta el punto del asco, Deku tenía algo que ver.

—¡Te dije que te alejaras! —Terminó cediendo— ¿Cuántas malditas veces tengo que repetirte que me molesta tenerte cerca?

—¡Soy tu compañero, no puedo alejarme de ti! —soltó con un poco más de fuerza y cierta molestia— ¡No puedes hacerme a un lado cada vez que algo mal! ¡Tienes que hablar conmigo y escucharme cuando trato de disculparme!

En ese punto, el pecoso ya estaba belicosamente cerca y no le dio más vueltas al asunto. Había una sola forma en la que ellos podían comunicarse y no era hablar. Le dio un puñetazo y esperó que el hiciera lo mismo.

OMEGAWhere stories live. Discover now