El Primer Celo

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Su cabeza daba vueltas, su respiración pesaba y había tanto calor que estaba muy cerca de enloquecer, llevaba lo que parecían horas tendido en el piso observando el techo siguiendo con sus dedos el ritmo pesado de una tonada de guitarra y tratando de encontrar algo de calma, pero nada había mejorado y apenas empezaba a amanecer.

Acaba de masturbarse. Había sido quizás la quinta vez, había perdido la cuenta y con dificultad podría contar más allá de eso. Le costaba tanto mantener la atención en algo que no estaba muy seguro de cómo había llegado al piso ni que era ese líquido que goteaba desde su mesa de noche salpicándolo. Pero si de algo estaba seguro era que no iba a levantarse a averiguarlo. Su cuerpo pesaba tanto que la gravedad parecía estarlo aplastando, sus extremidades dolían infiernos y algunas partes de sus nudillos ardían ensangrentadas o tal vez rotas. Todo lo que había hecho desde que volvió a casa esa madrugada, era masturbarse, enloquecer, romper cosas, tratar de distraerse desesperadamente haciendo lo que sea, gritar, maldecir y masturbarse otra vez.

Su cuerpo era una especie de prisión del infierno completamente caliente y sofocante que tenía su mente hecha trizas y estaba acabando lentamente con su cordura. No podía soportarlo más y apenas habían pasado unas horas desde que empezó su celo.

Solo había tomado una dosis de supresores desde que volvió a casa, pero parecían eternidades hasta la siguiente toma. Su primera pastilla la había tenido a eso de las 3 am y se suponía que debía haber suprimido sus síntomas alrededor de la primera hora, pero eran casi las 5 y su celo solo seguía empeorando.

No podía esperar hasta la siguiente dosis. Estaba volviéndose loco. Se levantó de golpe haciendo uso de toda su fuerza de voluntad y abrió violentamente el cajón revolviendo entre las cosas para buscar la caja de pastillas.

Tomó una de golpe y se quedó de pie allí tambaleándose por unos segundos mientras empezaba a distinguir el sonido una sosa película de superhéroes que había dejado reproduciendo en su portátil, luego de esperar lo más que pudo tratando de contenerse se llevó a la boca la siguiente y apenas un par de minutos después se tragó la tercera.

Intentó esperar hasta sentir el medicamento, buscando distraerse jugando a lo que sea, cambiando su playlist, registrando los cajones, echándole un vistazo a sus libros, removiendo las cosas que había tiradas por el piso, viendo su teléfono, rompiendo algo, pero nada lo hacía disminuir la ansiedad. Todo era demasiado banal, demasiado estúpido para ayudarlo a ignorar los malditos calambres de su abdomen bajo, que estaban haciéndolo doblarse y considerar masturbarse por qué, ¿sexta vez, décima?

Pateó el puñado de libros que había dejado en el piso dejándose caer con un gruñido rabioso al suelo. No quería volver a tocarse a sí mismo. Era frustrante y luego de cada maldito orgasmo se sentía como la mierda. Le tomaba minutos dejar de ver luces y sentirse como un gusano pegajoso pegado al suelo. Sabía que estaba mucho más allá de la cantidad de veces que era sano eyacular en una noche, pero no había forma de hacerle entender a su insatisfecho cuerpo en celo que no había ningún alfa cerca y no iba a obtener lo que quería.

La mierda que había en su cabeza no tenía maldita forma. Le asqueaban la clase de deseos que lo consumían, lo desesperado e insaciable que se sentía su cuerpo, lo irracional que se tornaba cada vez que llevaba la mano a su ingle y lo cerca del borde de la racionalidad que se tambaleaba cada vez que estaba moviendo sus dedos dentro de sí mismo.

Se odiaba, lo asqueba ver lo que era. No soportaba pasar un minuto más consigo mismo, solo quería terminar con todo de la manera que fuera. Ese sentimiento lo alentó de manera casi suicida a tomar el resto de las pastillas esperando conseguir algo y lo hizo.

Al cabo de unos minutos sus feromonas empezaron a calmarse, pero también llegaron las náuseas, los vómitos, los temblores y el sudor frío.

No recordaba mucho después de eso. Y tal vez era mejor así. Le parecía haber escuchado llorar a su madre, a su padre discutir con alguien y a algún extraño desahuciarlo.

OMEGAWhere stories live. Discover now