Catarsis

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No sabía cuánto tiempo habían corrido. Los edificios de la ciudad habían desaparecido hace algunos kilómetros dándole paso a un paisaje rural, un cielo amarillento y hermoso que nunca había visto tan encendido y un clima caluroso que lo hacía sentir húmedo y pegajoso mientras sostenía la mano de Deku con fuerza y dejaba salir la risa a todo pulmón seguro de que podían correr un par de kilómetros más antes de tener que volver a casa.

Aun podía sentir el escozor en sus nudillos palpitando de forma dolorosa, su pecho agitado, su mente caótica, su estómago cosquilleando y el mundo de cabeza. Todo era un caos y estaba derrumbándose a pedazos mientras apretaba con entusiasmo la mano de su rival y sonreía despreocupadamente como si no hubiera un mañana del que preocuparse.

Sus piernas dolían, pero quería seguir corriendo tanto como pudiera, para alargar ese sentimiento cálido e inexplicable que de ninguna otra manera se hubiera permitido acoger. La sensación de lo incorrecto, de la victoria clandestina que celebraban como un par de mocosos, alejándose del mundo y siguiendo sus propias reglas con la emoción a flor de piel y sentimientos en el pecho que no podían entender. Una pequeña victoria insignificante que quizás valdría poco en unas horas, pero que por unos momentos le permitió contemplar una vida justa. Con Izuku a su lado y todo como debía ser, pero no era algo que fuera fácil de expresar una vez se agotaba la adrenalina.

Cuando el paso de su compañero también se hizo más lento y sus manos finalmente se soltaron, se quedó estático frente al desconocido cielo estrellado de quien sabe que suburbio rural, preguntándose qué seguía. Habían llegado tan lejos que por un momento se sintió libre de ser quien quisiera, pero no supo cómo ver a la cara al pecoso una vez la sensación se esfumó.

La victoria le había dado tanto poder que se sintió con la potestad de ir a cualquier lugar, burlar a la autoridad, darles una patada a las reglas y olvidarse de las consecuencias, entonces habían acabado allí. Simplemente despreocupados después de destruir propiedad privada, verle la cara al héroe número dos y saldar una pequeña deuda.

Respiró por unos minutos recobrando el aliento con el sonido de la respiración del peliverde acompañándolo a unos metros. Quizás solo era momento de volver a casa y olvidar que por unas horas habían sido más que mejores amigos, se habían tomado de las manos y tenido maravillosos sentimientos mutuos, era momento de volver a su estado natural antes de llegar más lejos, pero ¿cómo había llegado a ese punto? Quizás valdría la pena retroceder unas cuantas horas, a ese preciso momento en el que quiso arrancarse los ojos al leer la palabra compromiso.

Había querido explotar, desarmar el mundo, convertir a todos en cenizas y desaparecer mientras lo hacía, pero su rabia no tuvo la dicha de alcanzar el punto de quiebre porque Izuku había aparecido soltando una cantidad insana de palabras por minuto, de las que lo único que logró pescar fueron algunos enunciados de afecto que no creía posibles del cobarde que sabía de eso y no había mencionado una palabra.

Todoroki le había enviado una propuesta de compromiso a sus padres y claro, ellos la habían rechazado. Pero el hombre que estaba detrás de esa carta era insistente, le había explicado su madre. Le había dicho también que lo más probable era que el alfa al que le guardaba rencor no estuviera nada que ver con eso y que estaban trabajando en una orden de alejamiento. Todo eso sonaba bien, pero la razón central de todo ese lío era que Izuku sabía de la propuesta, había asistido a clases con él bastardo del nombre que figuraba en la carta y en todo ese tiempo no le había dicho una sola palabra. Y es que, si algo era de jodida vital importancia mencionarle al tipo al que le estabas jurando devoción, era que una maldita conspiración se estaba cocinando en sus narices sin que lo supiera.

Deku era un idiota, sus padres eran idiotas, la maldita psicóloga con la que lo hizo hablar su madre la semana pasada para escuchar que todo estaría bien, era jodidamente idiota. ¿Había alguien a su alrededor que no fuera un imbécil y entendiera que no estaba bien que el bastardo que le jodió la vida estuviera sentado en su casa viendo como su padre enviaba cartas para joderlo más? Tenía que ser una maldita broma.

OMEGADove le storie prendono vita. Scoprilo ora