El Camino Más Largo

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El azote de la puerta lo golpeó como un balde de agua fría. Su estómago dio un vuelco mientras buscaba desesperadamente con la mirada a su compañero y calló al vacío cuando se encontró con una puerta cerrada, una habitación a oscuras y su figura desnuda, sola en medio de la cama.

- ¡Deku! -gritó por impulso tratando de incorporarse, pero falló-

Sus rodillas se doblaron haciéndolo caer torpemente. El nudo que se formó en su garganta ante la falta de respuesta no lo dejó soltar nada más que una risa apagada que se doblegó a medida que la opresión que aplastaba su pecho se hacía más pesada.

Una sensación amarga lo recorrió invasivamente, haciendo fluir sin rumbo un torrente de sentimientos devastadores que lo hostigaron hasta hacerlo incapaz de entender la razón de ese llanto acongojado que empezaba a escapar de sus ojos.

Su cuerpo, que hasta un momento estaba ardiendo, se estremeció de frio. Su figura solitaria se encogió lentamente acurrucando su desnudez y su llanto contra el colchón, donde a base de puñetazos y gruñidos ahogados luchó contra la desesperación, hasta que el rechinido de la puerta lo advirtió de otra presencia y un par de manos tibias le tocaron la espalda sigilosamente, lo acariciaron y lo atrajeron hacia el único lugar en el mundo que podía consolarlo un poco en ese momento.

Enterró el rostro en el pecho de su madre sin pensarlo soltando un sollozo silencioso y sucio. Un llanto adolorido que la sacudió e hizo lamentar mientras lo apretaba con recelo en sus brazos.

Ese desconsolado omega que temblaba atragantándose con su orgullo para dejar salir las lágrimas, acababa de ser rechazado por su alfa. Su vínculo tambaleaba arrancando de su pecho cimientos que apenas se habían sembrado, lo atormentaba amenazándolo con dejarlo caer a un vacío que no sabía que tenía y ella tenía la culpa. Era al menos lo que la atormentaba. Ella le había permitido a Izuku ir más allá de lo que acordaron, había cedido a las recomendaciones de su esposo y de la madre del pecoso de permitirles estrechar su lazo, pese a que sabía que era arriesgado.

Un centenar de cosas malas podrían haber salido mal. Y de entre todas, la única que no se planteó mientras daba vueltas ansiosamente en el pasillo, ocurrió. Izuku no había tratado de sobrepasar la línea con su pequeño más allá de lo que con dificultad había estado dispuesta a aceptar, no, Izuku le había roto el corazón.

Lo cierto era que Deku se había llevado un pedazo del rubio y no había forma de recuperarlo.

Sin entender del todo el dolor que le agitaba el pecho Katsuki lloró acongojadamente su partida. Aceptó el doloroso vínculo que los unía y se lo hecho al cuello como una soga, dispuesto a tirar de ella hasta romperla o romperse el cuello. Porque podía ser un omega, pero no necesitaba un alfa, fue la premisa bajo la que se tragó la culpa y el sentimiento de pérdida que le dejó el pecoso, para sobreponerse a los largos días que siguieron y finalmente levantarse de la cama el día que lo citaron en UA, apenas una semana después.

La forma en la que Katsuki se sobreponía a los problemas era tan ruda y volátil como su carácter, podía tornarse nociva y acabar tanto con él como con quién osara interponerse, y sin duda, esta vez una de las víctimas, como tantas otras veces, había sido Deku, pero la mayor parte de todo recaía sobre sí mismo. Estaba dispuesto a enfrentar las cosas de allí en adelante completamente solo.

Su celo acabó sin pena ni gloria socavado bajo el dolor emocional y los pensamientos a cerca del pasado que lo mantenían despierto. Hubo noches difíciles llenas de ideas contradictorias que a veces parecían conectar con los sentimientos amargos de Deku en la distancia. Después de todo, era el autor de esas heridas de infancia que aún sacudían a Izuku por las noches, el perpetrador que pisoteó el ingenuo corazón de aquel infante que le tendió la mano sin malicia, un abusador acostumbrado a tomar el papel del villano y salir victorioso, que jamás se tomó la molestia de pensar en las heridas de su víctima, hasta que estas vinieron a atormentarlo. Pero las rechazó una otra vez negándose a tomar la responsabilidad por ellas y es que pese al terrible dolor que estaba padeciendo, en el fondo creía que había hecho lo mejor al agrandar la herida entre ellos y ahuyentar al alfa. Lo creía con todas sus fuerzas y aun así fue especialmente difícil dormir la noche previa a la reunión. Estaba ansioso por su futuro, pero gran parte de los pensamientos que rumiaron en su cabeza esa noche fueron acerca del alfa.

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