Preludio

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En un día como ese, sería normal acabar rodando por el piso y dándose de golpes con su madre, que al igual que él no sabía hablar y prefería clavarle un puñetazo en la cara antes que decirle que estaba preocupada. Pero, hoy no tenía ánimo de pelear más.

Su cuerpo estaba más pesado que de costumbre. Un leve temblor sacudía sus piernas y le erizaba la piel haciéndolo sentir algo enfermo y deseoso de meterse bajo el mullido cobertor de su cama para calentarse. No tenía tiempo para discutir o dar explicaciones, simplemente quería recostarse, hundir la cara en su almohada y revolverse contra el colchón tratando de sacarse de adentro esa inquietud que lo estaba empezando a incomodar. Pero su madre no iba a dejarlo escapar sin más; lo interceptó apenas puso un pie en la entrada obligándolo a hacerle frente e intercambiar un par de palabras malsonantes con las que el muchacho pretendía escaparse de alboroto que la mujer iba a montar, pero fue inútil. Era en ocasiones como esa, cuando se sentía tan fuera de sí, que la diferencia entre alfa y omega se hacía más notoria. No podía ganar cuando las feromonas de la alfa lo golpeaban en el rostro sometiendo a su lado omega a escucharla.

― ¿En dónde demonios estuviste? —le reclamó afianzando el agarre con el que lo había forzarlo a mirarla —

― ¡No te metas en mis malditos asuntos!

― ¡Tú eres mi maldito asunto! ¿¡Sabes qué hora es!? ¡Debías estar aquí hace seis horas! ¡Seis putas horas! ¡Estuve llamándote todo el día! ¡Contesta el jodido teléfono!

― ¡No tengo que reportarte cada maldita cosa que hago!

― ¡Soy tu madre! ¡Es justo lo que tienes que hacer! —Con un tirón por la camisa acortó sus centímetros de diferencia para lanzarle una amenaza — ¡Si quieres volver a poner un pie afuera vas a ...

La expresión de la mujer cambió de pronto, haciendo una pausa, de tal manera que incluso el muchacho se sorprendió. Había algo peculiar en él que le llamó la atención

― ¿Qué es ese olor? —preguntó con un tono entre curioso y molesto mientras se acercaba para aspirarlo—

El rubio protestó ruidosamente y se retorció cuanto pudo cuando mujer lo tomó por el brazo y lo atrajo hacia ella obligándolo a soportar un intrusivo olfateo.

El aroma de otro alfa había alcanzado el olfato de la mujer. Pudo reconocer sin esfuerzo la esencia de Midoriya impregnada en las prendas de su hijo con cierta territorialidad que le alteró los nervios y la obligó a olfatear más profundamente tratando de identificar esos sentimientos que había dispersos en sus feromonas.

La sensación cosquilleante de su nariz sobre su piel, le chispó los nervios a Katsuki, haciéndolo reaccionar de manera más violenta de lo habitual, y es que normalmente podía ser grosero e incluso brusco, pero nunca usaba su quirk al pelear con su madre. Era una especie de regla implícita que fue ignorada cuando sintió su estómago dar un vuelco alertado por el peligro y tuvo que defenderse.

La alfa retrocedió ante el impacto palpando la herida rápidamente. Su costado ardía. Katsuki la había impactado poniendo una significativa distancia entre ellos, y aunque la explosión había sido bastante débil, las punzadas de dolor le indicaron que realmente había intentado herirla.

Reaccionó como cualquier alfa traicionado lo haría. Gruñó rabiosamente lanzándose hacia su cría, dispuesta a darle una dolorosa lección para dejar claro su rol como alfa, porque puede que su hijo estuviera marcado, pero le debía respeto. Tenía todo el derecho de tomar a ese mocoso impertinente y machacarlo a golpes, pero la imagen que encontró frente a ella la detuvo cuando estaba lista para acabarlo.

Se topó a un Katsuki tan arrepentido como asustado que no entendía mejor que ella lo que estaba pasando y no estaba dispuesto a defenderse esta vez.

OMEGAWhere stories live. Discover now